Grabois, Mercado libre y el futuro

// Por Juan Mattio

Además de devaluaciones, inflación, elecciones, rumores sobre el armado de listas nacionales y crisis, en el escenario político se viene desarrollando una polémica en los márgenes, entre uno de los mayores empresarios del país y un referente de la economía popular. Pero, ¿qué tan marginal es esta discusión?

Todo empieza con un tweet de Juan Grabois:

Mercado Libre es contrabando, evasión, especulación financiera, abuso al consumidor y competencia desleal. Su «éxito» es la destrucción de miles de puestos de trabajo. Macri los hizo multimillonarios a costa tuya. pic.twitter.com/hmgrSSaYeB— Juan Grabois (@JuanGrabois) 5 de mayo de 2019

La respuesta del CEO de MercadoLibre fue breve, irónica y sin argumentos:

Lástima q sea trágico, debería ser simplemente cómico.— Marcos Galperin (@marcos_galperin) 5 de mayo de 2019

Más tarde, Prat Gay intervino en la polémica para recordar que la ley de Promoción de la Industria del Software fue sancionada en 2011, durante el gobierno de CFK. A lo que Grabois respondió: “No critico ni estas leyes ni la nueva ley de economías del conocimiento, sino el encuadre fraudulento de Mercado Libre. ¿A ustedes les parece bien que se le apliquen esos beneficios?”

El propio jefe de Gabinete, Marcos Peña, salió a de defender al empesario:

.@marcos_galperin es un ejemplo de lo que el talento argentino puede hacer. Hoy @mercadolibre es la empresa más valiosa del país y emplea a más de 3000 personas. Un orgullo nacional con reconocimiento internacional.— Marcos Peña (@marquitospena) 6 de mayo de 2019

Pero, ¿qué es lo que está en juego? La respuesta parcial la dio Myriam Bregman en la misma semana:

Anses comenzará a pagar asignaciones familiares a través de Mercado Pago, de Mercado Libre, de @marcos_galperin, de gran amistad con el gobierno.
Estoy esperando a todos y todas las defensoras de la transparencia, la república y las instituciones que expliquen este nuevo currazo— Myriam Bregman (@myriambregman) 8 de mayo de 2019

Se trata de la autorización, por parte del responsable de la Anses, Emilio Basavilbaso, del uso de billeteras digitales para el pago de beneficios de alcance nacional, como la Asignación Universal por Hijo (AUH), las becas Progresar y los planes Hogar. La primera empresa confirmada fue MercadoLibre.

Durante mayo de este año las acciones de la empresa subieron un 21,34 %. La principal razón de su éxito son los “beneficios fiscales” que le otorga el gobierno. El valor en Wall Street de ML asciende a U$S 28.700 millones, por arriba de Techint (U$S 16.500 millones) e YPF (U$S 5.800 millones).

En un extenso comunicado, Grabois explicó que “Mercado Libre está ilegalmente encuadrada en el régimen de promoción de software. De esta forma, este gigante del capitalismo de plataformas recibe así un subsidio de más de 2000 millones de pesos anuales que pagamos todos los ciudadanos de una Argentina en crisis dónde el gobierno le pide esfuerzos a la gente común pero sostiene los privilegios de los poderosos. Esto fue denunciado por la propia AFIP en septiembre 2017”.

Tenemos, por lo pronto, dos temas reunidos en la misma discusión. Por un lado, qué pasa con la idea de tecnología cuando se articula con la gestión de Estado: ¿sería más eficiente el pago de las asignaciones del Anses a través de Mercado Libre? Y, por otro lado, ¿qué es eso de capitalismo de plataformas?, ¿qué lugar tienen Uber, Amazon, Tinder, Facebook o MercadoLibre en la economía global?

Burocracia y tecnología

El neoliberalismo hace un uso de la “modernización” que no nace en el siglo XXI con la cultura digital. El ya clásico discurso del expresidente Carlos Menem nos puede dar una idea de las fantasías tecnocráticas que están en juego. Volvamos. Corre el año 1996 y el Space Ship One (primer vehículo espacial tripulado construido con capital privado) hace un ensayo y alcanza la altura de 100 kilómetros. El ingeniero argentino Pablo De León asegura que Argentina estará en condiciones de lograr vuelos privados con fines turísticos en dos años. El presidente, frente a las cámaras de televisión, afirma: “Dentro de poco tiempo se va a licitar un sistema de vuelos espaciales mediante el cual desde una plataforma, que quizá se instale en Córdoba, esas naves van a salir de la atmósfera, se van a remontar a la estratosfera, y desde ahí elegirán el lugar donde quieran ir, de tal forma que en una hora y media podremos estar en Japón, Corea o en cualquier parte del mundo».

Durante el 2015, en plena campaña presidencial, Mauricio Macri también iba a aporta su visión futurista: “Estamos a meses de que un robot te reciba como médico clínico en un hospital, te diagnostique y te derive a un especialista porque va a tener toda la información que un ser humano no puede tener, eso ya está pasando hoy en el mundo, ya está pasando».

Pero si en la superficie hay vehículos espaciales y robots que diagnostican mejor que los humanos, en el interior de este discurso lo que está en juego es una nueva forma de gestionar el Estado. Desde esa duplicación del relato neoliberal podríamos entender la alianza del gobierno y MercadoLibre.

Porque lo cierto es que una de las grandes promesas del neoliberalismo fue terminar con las burocracias por la vía tecnológica. Por un lado, en el sector privado, se desplazó la atención al público por personas reales hacia sistemas automatizados (“si quiere hacer una transferencia, presione 1; si quiere cambiar su equipo, presione 2”). Por otro, en el sector público, emergieron nuevos sistemas de control también automáticos.

El Ministerio de Economía del menemismo, por ejemplo, cambió la vieja tarjeta manual para marcar horario por unos modernos molinetes electrónicos. Pero el mito de la “tecnología neutra” corre en paralelo al mito del Estado como un CEO ineficaz. Había que privatizar las empresas estatales y reducir el “gasto público”. De modo que desde entonces, cuando te despiden, te das cuenta porque tu tarjeta electrónica ya no habilita el paso.

Según Mark Fisher, “Puede parecer que la vuelta de la burocracia es algo así como el retorno de lo reprimido bajo el neoliberalismo, algo que de modo irónico reemerge en el corazón del sistema que se había propuesto específicamente destruirla. Pero la resurrección de la burocracia bajo el neoliberalismo es algo más que un atavismo o una anomalía”.

La primera función de la tecnología -bajo esta burocracia neoliberal- apunta a proveer a los gerentes/funcionarios de datos. Se trata de una nuevo sistema de administración y regulación del trabajo, que focaliza en la comprensión gerencial de cómo se mueven los individuos en todos los niveles de la estructura. A qué hora, quién y cómo se abrió un expediente. Quién y cómo realizó X tarea. Los procedimientos burocráticos de este tipo alcanzan áreas como Educación, Salud, Seguridad, etc. La insistencia en evaluar los desempeños de lxs trabajadorxs y de medir ciertas formas de trabajo que antes eran imposibles de cuantificar hizo aparecer una nueva capa de gerencia y burocracia. Esta es la historia de cómo la burocracia manual o mecánica devino burocracia digital.

Hoy, la secretaría de Modernización del macrismo cumple un rol similar. Su titular, Andrés Ibarra, declaró en junio de 2017: “El año pasado, se invirtieron unos 500 millones de pesos en los diferentes desarrollos de sistemas, expediente electrónico, compras on line, conectividad, y en el proyecto de País Digital para llevar internet a los municipios del país. Este año tenemos 1.000 millones. Si seguimos a este ritmo llegamos a un Estado de 7 u 8 puntos”.

La pregunta es con qué tipo de Estado fantasea el macrismo. Fisher afirma que “lo que el capitalismo tardío toma del estalinismo, para repetirlo, es esta primacía de la evaluación de los símbolos de desempeño sobre el desempeño real”. La traducción de hechos reales en datos. Esta supremacía del nivel de la apariencia puede verse como un triunfo de la publicidad y el marketing que propone empresas y Estados donde las representaciones adquieren fuerza propia: “La forma en la que se genera valor en la bolsa no depende tanto de lo que “realmente hace” una empresa como de las percepciones y las creencias en sus rendimientos futuros”.

La manipulación del futuro que hace el neoliberalismo es eficaz. Se trata de generar fuerzas virtuales que actúen sobre el presente. La venta de contratos sobre futuros en el mercado de valores es una prueba de cómo el capitalismo logra materializar fantasmas. La producción de “campañas del miedo” que hacen los medios concentrados, también.

En este punto, neoliberalismo, modernización y tecnología son un tándem de significados que han logrado penetrar en el inconsciente político de nuestras sociedades. Los medios técnicos funcionan como garantía de transparencia al mismo tiempo que revitalizan, mediante el efecto de novedad, la alucinación de una sociedad
‘moderna’”.

Cuando Grabois dice: “Desde los lugares en los que tenemos injerencia hemos apoyado procesos de digitalización, incorporación de tecnología y mayor transparencia en el manejo de fondos de las organizaciones sociales. No tenemos nada en contra del avance de la tecnología”, está trabajando con el sentido común cristalizado. Puede denunciar a la empresa y al Estado (MercadoLibre y Cambiemos), pero encuentra un límite en el discurso modernista y tecnofílico del neoliberalismo. Esta posición expone la tendencia desde el progresismo a construir críticas o concesiones a la tecnología sin poder separar uso de máquina. El desafío, creemos, está en imaginar nuevas potencialidades a las herramientas sin ser capturadxs por el optimismo neoliberal ni el pesimismo primitivista.

Innovación tecnológica y futuro son conceptos tan imbricados, tan comprometidos uno con el otro, que resulta poco menos que imposible construir una crítica a uno -la innovación tecnológica- sin criticar también al otro -el futuro-. Esta articulación genera una opuesta: la tecnofobia que viene de la mano del primitivismo. La crítica a los usos que hace el neoliberalismo de la tecnología muta en un deseo de retorno. El pasado -que acá se muestra como un territorio quieto- aparece como única opción posible para quienes no quieren quedar implicados en la lógica brutal del capital y su particular comprensión de la máquina.

Comercial de MercadoLibre en 1999

¿Qué hay de nuevo en el capitalismo?

Lo primero que deberíamos decir es que lo que llamamos capitalismo de plataformas no es un efecto de la tecnología -al menos no sólo de la tecnología- sino un efecto de las propias transformaciones del capital. Hoy parece que el sector más dinámico de la economía mundial es la economía digital, donde conviven el mito de la innovación constante (Silicon Valley como paradigma) y el clima cultural del neoliberalismo (euforia y melancolía).

Nick Srnicek, en su libro Capitalismo de plataformas, propone pensar esta tendencia económica como consecuencia de una “prolongada caída de la rentabilidad de la manufactura” donde “el capitalismo se volcó hacia los datos como un modo de mantener el crecimiento económico y la vitalidad de cara al inerte sector de la producción”.

La economía de posguerra (con su modelo taylorista, con la fragmentación de tareas, con la reducción de las piezas para reorganizar y descalificar el trabajo) sirvió, de algún modo, a este nuevo modelo económico. Los años setenta, a su vez, significaron el desplome de las manufacturas, pero también una embestida brutal contras las organizaciones de la clase obrera (los sindicatos como blanco principal).

Los noventa sirvieron para instalar la base de la infraestructura de la economía digital (miles y miles de kilómetro de fibra óptica y cables submarinos, nuevos diseños de red y software, etc.), la migración y deslocalización del trabajo (Nike, como paradigma, fue pionera en instalar diseño y posicionamiento de marca en países de altos ingresos pero la manufactura y producción en fábricas con pésimas condiciones en economías de bajos ingresos). Pero tal vez el dato más relevante fue la disposición de capital de riesgo para ser reinvertido en start-up (empresas emergentes).  Entre 1997 y el año 2000 las acciones de compañías de tecnología subieron un 300% y se hicieron con una capitalización de mercado de 5 trillones de dólares.

Por último, la crisis del 2008 significó una transformación de deuda privada en deuda pública, caída de las tasas de interés (que tiene, entre sus efectos, que los inversores que persiguen altos réditos tengan que invertir en activos más riesgosos) y aumento del desempleo. Todo esto es la base material sobre la que se estructura el capitalismo de plataformas.

En este contexto nace un nuevo tipo de materia prima: los datos. Los datos no son conocimiento (información acerca de por qué sucedió algo) -explica Srnicek-, sino información de que algo sucedió. El dato es una entidad grabada que necesita de sensores para ser capturado y de enormes sistemas para ser almacenado. Esta materia prima deber ser extraída de la actividad de los usuarios.

Los datos, como registro de que algo sucedió en algún lugar, educan y dan ventaja competitiva a los algoritmos. Si en el viejo sistema de trabajo la mayor parte de la información se perdía después de vender el producto, ahora las empresas están en condiciones de saber y aprender sobre cómo el cliente llega a la mercancía y, después, sobre cómo la utiliza.

Pero los datos no pueden ser comprendidos sin las plataformas. La definición de Srnicek de este dispositivo tiene tres ejes: 1) las plataformas son infraestructuras digitales que permiten que dos o más grupos interactúen, su ubicación es la de ser intermediarias (en el caso de MercadoLibre, entre vendedores y compradores). 2) las plataformas dependen de algo que se llama “efectos de red”, es decir, mientras más numerosos sean los usuarios que usan la plataforma, más se valoriza. Es por esto que tienden a generar monopolios muy rápido. 3) Las plataformas suelen utilizar el sistema de subvenciones cruzadas, lo que significa que la empresa reduce el precio de un producto (incluso lo hace gratis como en el caso del correo en Google) para que otra rama de la misma empresa pueda obtener ganancias.

La lógica de subvención cruzada es de particular importancia para entender el acuerdo entre ML y el gobierno. Cuando el vicepresidente de la empresa, Osvaldo Giménez, dice que “por el momento” no van a cobrarle sus servicios al Estado argentino, lo que hay que leer es qué tipo de valorización está generando este convenio a la companía. Se trata, en principio, de disponer de 12 mil millones de pesos por el total de las transacciones que genera el Anses. Y, además, la cantidad de usuarios que ingresarían al sistema de comercio electrónico por esta vía.  

Es en este contexto general que debe leerse el gigantesco crecimiento de MercadoLibre. Una empresa fundada por Marcos Galerín que imaginó ML desde la escuela de negocios de la Universidad de Stanford. Su profesor de finanzas, Jack McDonald, lo ayudó a conseguir los inversores. Las dos primeras rondas de financiamiento (1999 y 2000) tuvieron como socios a JP Morgan Partners, Flatiron Fund, y Hicks, Muse, Tate & Furst, Goldman Sachs, Fondo CRI Banco Santander Central Hispano y GE Equity.

Pero, ¿qué es tan atractivo de MercadoLibre? Con Fisher, podríamos pensar que viene a encarnar otra de las grandes promesas de la era neoliberal: “se suponía que un idealizado mercado podía traer intercambios
‘sin roces’ en los que los deseos de los consumidores se encontrarían directamente con su satisfacción, sin que fuera necesaria la intervención o mediación de las agencias regulatorias”.

En septiembre del 2017, Galperin lanzó desde su cuenta de Twitter:

Viendo la reforma laboral Brasilera, Argentina puede 1) imitarla 2) salirse del Mercosur 3) resignarse a perder millones de empleos a Brasil— Marcos Galperin (@marcos_galperin) 9 de septiembre de 2017

La empresa tiene 3 mil empleados en Argentina y llega a los 6 mil en Latinoamérica. Para mostrar otra de las lógicas de la economía de plataformas podríamos pensar en los 20 mil empleados que todavía tiene Techint en el país. Las empresas de tecnología son notoriamente pequeñas: Google tiene alrededor de 60 mil empleados, Facebook cerca de 12 mil, WhatsApp tenía 55 empleados cuando fue vendida a Fb por 19 mil millones de dólares e Instagram tenía 13 empleados cuando fue comprada por mil millones. En comparación con las empresas del capitalismo pre-digital, la generación de puestos de trabajo del capitalismo de plataformas es muy pequeña. Para 1962 una empresa como AT&T tenía 564 mil empleados y la General Motors unos 600 mil.

La situación de precarización también es atendida por Grabois en su comunicado: “Muchos de los que defienden los privilegios de la empresa lo hacen en función de las fuentes de trabajo que genera. Es importante decir que MercadoLibre ha perseguido y despedido a trabajadores por intentar formar un sindicato. Sus prácticas como empleadores son muy cuestionadas”.

En Estados Unidos, los empleados de plataforma son considerados “contratistas independientes”, lo que logró un ahorro del 30% en “gastos laborales” para las empresas. Lo mismo sucede en Argentina con plataformas como Rappi, Glovo y Uber.

Pero esta deslocalización es una tendencia más amplia y de más largo plazo que no sólo afecta a las plataformas. Una empresa como Apple, por ejemplo, tiene bajo contrato directo solo al 10% de sus trabajadorxs. La Oficina de Estadísticas Laborales de los Estados Unidos anunció en 2005 que 15 millones de trabajadores participaban del empleo alternativo (cerca del 10%). Para el 2015 la categoría había crecido a 15,8% de la fuerza laboral.

Todos estos datos sirven para decir que MercadoLibre no enuncia por si mismo, enuncia por una tendencia global del capitalismo. Una tendencia que genera alianzas particulares con los gobiernos capitalistas y que se vale de una serie de fantasías dominantes en el inconsciente político. Por ejemplo, la idealización de Silicon Valley como modelo donde tres o cuatro nerds se encierran en un garage, se conectan a sus computadoras y producen innovaciones maravillosas con bajo presupuesto. Lo cierto es que no habría Silicon Valley sin capitales de riesgo (los acuerdos con CR se triplicaron desde el 2009) y hoy sus pioneros se cuentan entre los hombres más ricos del mundo.

Publicidad de Apple en 1984

Volver al futuro

Desde los commodities agrícolas a la gran industria, el trabajo depende cada vez más de grandes bloques de saber técnico y científico. Los modelos varían: mientras que algunas plataformas eligen el modelo austero de Uber o Airbnb, Amazon invierte en grandes centros de datos, fuerzas robotizadas para sus depósitos y enormes sistemas informáticos. Hoy tiene más de 230 mil empleados en el mundo y miles de trabajadores temporales.

Ya existen múltiples desarrollos de plataformas industriales donde se busca que cada componente en el proceso de producción se vuelva capaz de comunicarse con máquinas de ensamblaje y otros componentes, sin que los guíen trabajadores. De esta forma, los bienes materiales se vuelven inseparables de su representación informática. Los optimistas de esta “optimización del proceso de producción” dicen que se podrá reducir un 25% el “costo laboral”, un 20% del gasto de energía y un 40% los gastos de mantenimiento.

Ahora bien, ¿cómo podría enfrentarse esta tendencia del capital desde una perspectiva marxista? ¿Cómo podría ser leída esta enorme transformación? Tiziana Terranova trabaja sobre la idea de que vivimos una creciente centralidad de los algoritmos tanto en los procesos de producción como en la circulación y en el consumo, un despliegue que va desde la logística industrial hasta el mercado financiero.

Estas estructuras matemáticas que son los algoritmos modulan nuestra relación con los datos y con los dispositivos digitales. Vivimos en una cultura digital que supone la ubicuidad de las técnicas computacionales. El fenómeno de la duplicación de la realidad en datos puede leerse dentro de la naturaleza cambiante de los procesos de automatización. Es decir, el proceso por el cual se produce la absorción en la máquina de “las fuerzas productivas generales del cerebro social”, y hace que “el saber y las destrezas” aparezcan como atributo del capital más que como el producto del trabajo social.

La línea genealógica del algoritmo debe remontarse al momento en el que el capitalismo adopta la tecnología como capital fijo y la impulsa a través de varias metamorfosis, “la última de las cuales es la máquina o más bien el sistema automático de maquinaria (…) puesto en movimiento por un autómata, por fuerza motriz que se mueve a sí misma”, dice Marx en El capital.

Para que el algoritmo de búsqueda de Google, por ejemplo, llegue a ser eficiente “debe obtener su poder como artefacto social o cultural por medio de una adaptación cada vez mejor a los comportamientos y a los cuerpos que acontecen en su exterior”. Es decir, que enormes cantidades información suministrada por los usuarios deben interferir y reprogramar los procedimientos algorítmicos.

Desde el punto de vista del capitalismo, un algoritmo es capital fijo, es decir, un medio de producción que codifica cierta cantidad de saber social. No son valiosos en sí mismos, sino que se valorizan cuando convierten esa información -los datos- en valor de cambio.

Ahora bien, Terranova recuerda que en Marx la existencia de la maquinaria  no es “idéntica a su existencia como capital y no se desprende, en modo alguno, que la subsunción en la relación social del capital sea la más adecuada y mejor relación de producción para el empleo de la maquinaria” (Grundisse).

Esto equivale a decir que la tecnología puede ser reutilizada en nuevas formas de relación social. Es en este sentido donde pensamos que la estrategia de oposición a la innovación tecnológica es insuficiente. La máquina, los datos y las plataformas no son buenos ni malos, son políticos. Mientras denunciamos las alianzas entre el Estados y las nuevas empresas de tecnología, mientras se organizan lxs trabajadorxs encuadrados en esta nueva realidad laboral, mientras destruimos los mitos que son útiles a esta tendencia del capital; es necesario retomar el impulso futurista. Que el uso del neoliberalismo sobre la tecnología no nos restringa al territorio primitivista de odio contra la máquina.

Bibliografía consultada

– Todas las citas sin referencia de la primera parte pertenecen a Realismo Capitalista, de Mark Fisher, en especial al Capítulo 6: «Todo lo sólido se disuelve en las relaciones públicas. El estalinismo de marcado y antiproducción burocrática». (Caja Negra, 2016)

– Todas las citas sin referencia de la segunda parte así como los datos duros pertenecen a Capitalismo de plataformas, de Nick Srnicek. (Caja Negra, 2018)

– Todas las citas sin referencia de la tercera parte pertenecen «Red Stack Attack! Algoritmos, Capital y la automatización del común», de Tiziana Terranova (en Aceleracionismo, Caja Negra, 2017).