Por Juan Mattio
The Lobster viene a decirnos que hay terror en las normas sociales. Y hay terror en los espacios de resistencia. Y, tal vez lo peor, hay terror en cada unx de nosotrxs.
Estamos frente a una distopía. Es cierto. Pero su condición de posibilidad no es la tecnología sino una disposición social. Podríamos decir, una tecnología social. La historia que cuenta Yorgos Lanthimos tiene la virtud kafkiana de enrarecer nuestra cotidianeidad sin abolirla. Ese futuro está tan cercano que parece no situarse adelante sino ser contiguo a nuestras vidas.
El argumento podría resumirse así: llegada cierta edad, lxs solterxs deben recluirse en el Hotel con otrxs solterxs y encontrar pareja. Tienen 45 días para lograrlo. Si fracasan, serán convertidxs en el animal que prefieran. La mutación interespecies no se explica. Sólo sabemos que sucede en una habitación donde un cuerpo es reutilizado para formar otro. Si unx quiere aumentar la cantidad de días en el Hotel, lxs solterxs deben salir al bosque a cazar a lxs fugitivxs -lxs solitarixs- que se refugian en otro orden social. Cada solitarix cazadx es un día extra.
Nuestro protagonista, David, llega al Hotel con su hermano-perro (él no lo logró). Se interesa por algunas mujeres, algunas mujeres se interesan en él. Pero nada. David elige un atajo: fingir atracción por la mejor cazadora, que lleva ganados cientos de días extras. El sadismo que a ella le permite cazar solitarixs es el mismo que le impide acercarse a nadie. Cuando ella mata el hermano-perro, descubre que David no es tan sádico como dijo ser porque llora. Él se escapa, se convierte en un fugitivo.
En el bosque las reglas de lxs Solitarixs son más abiertas: unx se puede masturbar o bailar solx, lo que no se puede es sentir atracción por nadie. Las relaciones están prohibidas. El juego de espejos entre el Hotel y el bosque se pone en marcha. El mismo halo de castigo corre por ambos territorios. Y entonces sucede, David conoce a la mujer-miope y, digamos, se enamora. Lo que debió suceder en el Hotel, sucede en el bosque y esa es toda la tragedia de The Lobster. El viejo cuento del amor prohibido o a destiempo. Pero, en una escena final memorable, Lanthimos da un paso más en su filosofía amorosa y la pesadilla social deviene pesadilla privada.
Hace ya treinta años, Donna Haraway escribió en su Manifiesto para Cyborgs: “Hogares con cabezas de familia femenino, monogamia en serie, huida de los hombres, ancianas solas, tecnología del trabajo doméstico, trabajo casero pagado, resurgimiento de las fábricas domésticas donde se explota al obrero, negocios en el hogar enlazados por redes de telecomunicaciones, chalet electrónico, ausencia de hogar urbano, emigración, arquitectura modular, familia nuclear reforzada (de manera simulada), intensa violencia doméstica”.
Y entonces, dice Haraway: “La consecuencia es la diáspora. La tarea es sobrevivir a la diáspora”.