Tres poemas de «Sara Luna», el nuevo libro de Tom Maver

Desde Sonámbula presentamos tres poemas de Tom Maver, pertenecientes a su más reciente poemario: “Sara Luna”.
Tom Maver nació en Buenos Aires en 1985. Publicó 3 libros de poemas y 3 de traducciones. Junto a Natalia Litvinova dirige la editorial Llantén. En poesía ha publicado Yo, la incesante nieve (2009) y Marea Solar (2016; 2018); y en traducción Rosa, de Li-Young Lee (2015) y Biografía en los saquitos de té, de Westonia Murray (2017).
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“Sara Luna” se presentará en La casa del árbol (Av. Córdoba 5217) el domingo 28 de abril, a las 19.30.
.
Cruces de palo
Hay cruces de palo
en el camino a Tiu Chacra.
Ayúdeme, abuela, a avanzar
entre las oraciones que elevan
los muertos desde el cementerio
al borde de la ruta.
Si uno soltara su memoria
en campo abierto,
ella se quedaría paralizada,
los ojos fijos en la negrura.
Sáqueme el miedo, abuela, hábleme
de las leyendas del viento,
las transformaciones de los hombres
en mujeres, en animales,
del doble espíritu de cada uno,
del ángel de la guarda que fortifica
abandonando, de la ceniza
que pasaba sobre la herida del cerdo
recién capado
y noche que pasaba cuidándolo.
Yo vengo al pueblo donde nació
por caminos secundarios,
acerco mi oído a su lengua mestiza,
a sus historias
sobre las horas de trabajo,
la resistencia de la gente de campo
que ha hecho de sus días
un entrenamiento del cuerpo
para la ascensión de la cosecha.
Hábleme, usted que habló
tan poco en vida.
,
En sus manos estaba el aroma de hoy
De espaldas a mí, se tomaba la cara con las manos.
Había ensuciado las alacenas, la mesada
y parte del piso, como si estuviera
cambiando de piel, preparándose
para una transformación delicada.
Ya casi no podía ver
y al cocinar, como en una prueba,
sellaba sus párpados con huevo batido.
Ella estaba unida a las cosas de este mundo
a través del misterio de cada una de ellas.
Eso la aliviaba del dolor de envejecer.
Del horno sacó una máscara
hecha de masa de hojaldre.
Se la puso y se dio vuelta hacia mí.
Un pulso vibra en mis manos
mientras amaso, me dijo.
Cortando un tomate, agregó:
Cada cosa, por pequeña que sea,
por más marchita que esté, tiene su temblor.
Luego me acarició como los ciegos tocan: para ver,
y sentí que podría adormecerme
oliendo los restos de tomillo y ajo,
presintiendo que estos instantes venían de antes,
de cuando yo no había nacido
y ella estaba en su cocina de campo
con un tazón frente a la ventana,
batiendo, preparando mi vida.
,
Un hilo para que Sara Luna corte
¿Qué pasaría
si tu abuela,
digo,
si tu mismísima abuela,
no supiera conjurar
el mal de ojo
que te hicieron,
el bichaje que cayó
en tu estómago?
¿Qué pasaría si
se cortara el hilo
que te une al pasado
y quedaras varado
en pueblos fantasma?
¿Y si las viejas recetas
se hubieran perdido
y no quedara nadie
que supiera
encender fogatas?
Pasaría lo que siempre
pasa. Te recuperarías.
Volverías a la chispa
que no se prende
ni con conocimiento
ni con experiencia
sino con la adrenalina
de estar en el campo,
y sólo tendrías
los ojos de los animales
fijos en el temblor
de tus manos
frotando piedra
contra piedra.
