Un aporte para luchar contra el patriarcado blando sin caer en la tentación victimista
Por Miguel Ran
Miguel Ran comparte con Sonámbula un comentario sobre el libro de Tamara Tenembaum, El fin del amor. Querer y coger (publicado en 2019), destacando su importancia para identificar y combatir el patriarcado blando que habitan la mayoría de lxs «progresistas» de clase media culta y urbana. El texto sirve, además, para encarar el debate sin caer en la «tentación victimista» y reconociendo nuestra propia alienación en el contexto social planteado.
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El fin del amor, de Tamara Tenembaum, es un libro que describe al patriarcado blando que habitamos los “progresistas”. Sin quitarle importancia al temario que aborda, es importante resaltar dos puntos implícitos en el libro: la crítica a la tentación victimista y la lucha reconociendo nuestra propia alienación en dicho patriarcado blando.
El libro habla del amor romántico y del otro, de coger, de la monogamia, del poliamor y de la libertad sexual, de la dictadura de la belleza potenciada por las redes, de la maternidad como deber-deseo, del peligro de una liberación en el “éxito” económico impulsada por el feminismo neoliberal y varios demases con una agudeza que estábamos necesitando. El capítulo 4 («No sos vos, es el mercado del deseo»), por ejemplo, es fascinante.
El libro se mete sobre todo con ese patriarcado blando de formas suaves que afecta a la clase media culta citadina de 20 a 40 años, incluida socialmente, con acceso a la universidad y/o con consumos culturales propios de este sector de una o más generaciones. A medida que nos alejemos de ese sector social (que puede no ser tan numeroso pero posee una importante gravitación), el relato hablará un poquito menos de nosotros.
Tenembaum hace referencia a otros patriarcados más duros, que afectan por ejemplo al Once ortodoxo, a zonas rurales, a la comunidad evangelista del barrio y a tantos y tantas… Está claro que esos otros escenarios existen, pero no serán el tema del libro. También reconoce la opresión patriarcal en las distintas realidades económicas según clases sociales, pero ese también es un tema que queda afuera. Tamara habla de su mundo y, como un libro no debe hablar de todo, este habla de lo que habla. Y está bien.
Más allá del índice del libro, hay algunos puntos que se filtran en el texto y que son muy importantes, sobre todo para los que habitamos este patriarcado blando, a quienes El fin del amor nos presenta herramientas para luchar contra la tentación victimista, por un lado, y para explicitar la propia alienación, por el otro.
Tamara tiene una ventaja sobre nosotros: ve nuestro patriarcado desde afuera. Como sabemos, los peces son los únicos que no pueden ver el agua, por lo que Tamara, nacida en el patriarcado duro de la comunidad judía ortodoxa del Once porteño, puede ver fácilmente los hilos del patriarcado blando. En su libro entra y sale constantemente de Once y del patriarcado blando para señalar diferencias y similitudes. Recién a los 12 años su madre le permitió ir a una escuela secular, fuera de la comunidad ortodoxa. Allí conoció mujeres criadas en el patriarcado blando y su primera impresión fue que se habían criado en lo que interpretó “como libertad total”. Luego, de a poco, fue descubriendo los mecanismos que oprimen veladamente a esas “mujeres libres”.
El victimismo
El victimismo es una tentación para los movimientos emancipatorios porque, al colocar al sujeto social como víctima, permite asumir una agenda de reivindicaciones en forma más o menos despolitizada.
El debate sobre los peligros y las limitaciones de construirse como víctima existe dentro del movimiento de género, y Tamara, sin nombrarlo, lo aborda explícitamente cuando escribe: “‘Nos mueve el deseo’ es una de las consignas que más me gustan de todas las que circulan en los feminismos argentinos; me gusta porque marca un camino diferente del de la venganza (entendible, pero poco constructivo en términos políticos y sociales, es decir, a nivel del vínculo entre hombres, mujeres y personas no binarias) o del que demanda “protección”, que nos infantiliza”.
Más allá de este señalamiento hacia adentro del feminismo, el planteo ayuda a evitar la tentación victimista para enfrentar al patriarcado blando: ¿Cómo denunciar al patriarcado blando sin exagerar su opresión, más cuando sabemos que otrxs soportan un patriarcado más duro?
Tamara, que reconoce su “suerte” social varias veces en el texto, es clara al respecto: “Prefiero vivir acá, prefiero vivir así: soy hija de esta época, (…) por eso creo que podemos criticarla, que tenemos que criticarla para ser más libres”. Acto seguido pasa a criticar sin piedad a “esta época”. Que existan patriarcados peores no quiere decir que no debamos combatir al “menos peor”. No es cuestión de elegir patriarcado, sino de lograr que caiga, de tirarlo. Y este es el patriarcado que (nos) oprime a la “clase media culta”.
La crítica al patriarcado blando es importante por otras dos razones: Para que aquellos que sufren un patriarcado más duro puedan identificar y combatir también al patriarcado blando, o como mínimo, no menospreciarlo. Y porque denunciar al patriarcado blando también implica enfrentar el discurso de “feministas eran las de antes”. Es decir, a esa línea de pensamiento que defiende al patriarcado negando que exista porque “hoy las mujeres pueden votar, trabajar y recibirse de ingenieras”.
La alienación de los “demás”
En la lucha por la liberación de los oprimidos, muchas veces sentimos que los alienados son otros. Los que somos militantes nos aceptamos como oprimidos económica, racial, social o patriarcalmente. Pero asumir la propia alienación es más contradictorio. Así ocurre la confusión de algunos varones: “Si no ejerzo violencia ni coacción contra mis parejas, es porque no soy machista”. Y también la confusión de algunas mujeres: “Si mis parejas no ejercen violencia ni coacción sobre mí, debo estar liberada”.
Pero el libro de Tenembaum se mete con nuestra propia alienación “progresista”. La fuerza del patriarcado blando es su ductilidad, su adaptación, su imposición de reglas sin violencia y sin coacción, su “lo hiciste porque quisiste”. Un patriarcado que juega a ser invisible, o al menos, a convencernos que es mucho mejor que el duro. El texto señala la opresión pero también la seducción del patriarcado blando, la forma en que aceptamos sus valores y disfrutamos de la comodidad cuando por clase social, características físicas exteriores o simple metabolismo encajamos en el mandato. Nos desnuda un patriarcado dinámico, que muta para sobrevivir y que adapta sus premisas para que las confundamos con nuestros valores.
Sin moralismos ni excomuniones, Tamara se reconoce como una alienada más, porque “machistas fuimos (y en alguna medida, todavía somos) todos y todas”. En vez de una condena moralista, plantea respetar el deseo de las personas de ser felices en el mundo real. En el mismo sentido, Wilhelm Reich planteaba en 1933, en su Psicología de masas del fascismo: “La política sexual revolucionaria (debe) invocar el profundo deseo del ser humano de hallar la felicidad en la vida y en el amor”.
Para Tamara la lucha es una práctica, un ir hacia el horizonte, sabiendo que “las urgencias no esperan a que tengamos las herramientas para resolverlas”. En síntesis, El fin del amor: Querer y coger en el siglo XXI es un libro que aporta claridad política para entender el patriarcado aquí y ahora, explícito o implícito, con todas sus mutaciones y adaptaciones.
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El fin del amor, querer y coger, Editorial Ariel, 2019.
(Texto publicado originalmente en el blog del autor: https://migu-cim.medium.com/)