Por Néstor Darío Figueiras
Aunque cuando se habla de bandas virtuales todxs pensamos en Gorillaz, Néstor Darío Figueiras nos recuerda que la historia de este tipo de propuestas musicales puede remontarse a varias décadas antes, con ejemplos como los de Alvin y las ardillas o The Archies. Pero el mundo digital multiplicó las posibilidades, habilitando propuestas como las de la estrella pop japonesa Hatsune Miku o Lumi.
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La historia de las bandas virtuales comenzó muchos años antes de lo que solemos imaginar. El concepto de ‘banda virtual’ se popularizó a principios de 2000, con el surgimiento de Gorillaz, el grupo de Damon Albarn (líder de Blur) y Jamie Hewlett (diseñador y dibujante inglés de comics, creador de la icónica historieta Tank Girl). Básicamente, una banda virtual es un grupo cuyos miembros no son corpóreos sino personajes animados, sin importar con qué técnica. De todos modos, como la tecnología sigue avanzando, seguramente en un futuro no muy lejano tengamos que revisar esta definición.
En el caso de Gorillaz, los integrantes son 2-D (voz principal y teclados), Murdoc Niccals (bajo), Russel Hobbs (batería y percusión) y Noodle (guitarra y teclados), y la historia de estos personajes y su mundo ficticio se ha ido contando por medio de sus videoclips, algunos cortometrajes, las entrevistas que en ocasiones brindan sus creadores y las redes sociales, que hoy son la mejor herramienta para instalar cualquier tipo de hiperstición. Porque una banda virtual es, en principio, una suerte de hiperstición en la que, si se quiere, hay un mayor grado de complicidad entre sus creadores y el público que la consume. Por ejemplo, en algún momento se informó a través de la cuenta de Twitter de Gorillaz que Niccals había sido encarcelado —hasta dónde se sabe, la razón nunca fue aclarada—. Y su reemplazo temporal fue, nada más ni nada menos, que Ace, uno de los villanos de Las Chicas Superpoderosas, la serie animada creada por Craig McCrackeny. Aunque después Niccals retornó a su puesto en el grupo.
La invención de Albarn y Hewlett ha recibido numerosos premios y le ha permitido al líder de Blur alejarse del sonido brit pop —que él mismo ayudó a crear en los noventa— para explorar un híbrido entre música electrónica, indie, hip-hop y world-music. Varios de sus discos son multiplatino y sus hits han escalado a lo más alto de los charts en varias partes del mundo. Gorillaz incluso figura en el libro Guinness de los records.
Pero, como decíamos, hubo bandas virtuales que surgieron mucho antes de Gorillaz. Para ser precisos, el primer grupo virtual fue creado en 1958 por el compositor, vocalista y productor Ross Bagdasarian. Estamos hablando de las archifamosas Alvin and the Chipmunks (sí, Alvin y las Ardillas). Bagdasarian tuvo la idea de acelerar su propia voz para imitar la fonación de estos roedores antropomórficos: Alvin, un animalito travieso y divertido; Simon, el miembro intelectual, de humor sardónico; y Theodore, el más ingenuo y joven del trío. David Seville (el nombre artístico de Bagdasarian) fue el manager ficticio de los tres roedores. Después, como era de esperar, nacieron las Chipettes: Brittany, Jeanette y Eleanor, que tienen más o menos las mismas cualidades que sus contrapartes masculinas.
Pero no siempre la personalidad del músico virtual está tan definida. Tenemos un ejemplo en el fenómeno de los virtual idols, del cual Hatsune Miku es uno de los más célebres. El temperamento de Miku va cambiando con cada composición que los fans hacen usando el Vocaloid —el software desarrollado por Yamaha—, aunque su apariencia siga siendo la misma (aquí, esa complicidad de la que hablamos antes se torna una interacción explícita, en la que la hiperstición se torna una creación colectiva).
Otra banda virtual famosa fue The Archies, el grupo protagonista de The Archie Show, una serie que tuvo su auge a comienzos de los setentas (todos sus personajes fueron creados por el historietista Bob Montana en 1941). Los Archies también tuvieron su gran hit, «Sugar, Sugar», suceso que dio origen al pop bubblegum, el cual floreció de 1969 a 1973. Gracias al suceso de The Archies, la productora de dibujos animados Hanna-Barbera puso en el aire varias series animadas en las que bandas de rock o pop tenían un rol protagónico, como Jabberjaw, Butch Cassidy, The Impossibles y Sundance Kids, entre otros. El revival de los dibujos animados musicales llegó en la década del ochenta, y continuó hasta mediados de los noventa, de la mano de Jem y los personajes de animé con vocación musical, generalmente chicas adolescentes dedicadas al canto: Sheryl Nome, Ranka Lee y Sharon Apple, del universo de Macross, para citar solo algunas. Aunque también hay chicos: Shindou Shuichi —de Gravitation— y Yellow Dancer (Lancer Belmont) de Robotech son ejemplos. (Este último fue un personaje controversial en su momento, ya que se trataba de un luchador de la División Marte de la Fuerza Expedicionaria que intentó reconquistar la Tierra del sojuzgamiento de los Invids. Gracias a su apariencia andrógina, se travestía para actuar en números musicales y así pasaba inadvertido ante los invasores). Todos ellos son antecesores directos de actuales virtual idols como la ya mencionada Hatsune Miku o Lumi, de los Genki Rockets.
Dethklok —“la banda más grande que la vida misma”— es otro grupo virtual, surgido de Metalocalypse, un dibujo animado creado por Brendon Small y Tommy Blacha. Los miembros de esta banda de death metal son de lo más disparatados y de alguna manera hacen lo mismo que Spinal Tap: satirizar a las agrupaciones de música pesada (esta vez, a las de metal extremo), parodiando sus manierismos y exagerando esas conductas que, por afectadas o reiterativas, terminan siendo un cliché más. (Los videos de Youtube del guitarrista y productor Brendon Small en los que se lo ve interpretando los temas de Dethklok son fenomenales). Y ya que los nombramos, los Spinal Tap son una mezcla de banda virtual y banda real, difícil de catalogar. Son de carne y hueso, sí, pero nacieron como una banda ficticia, una genial creación de Rob Reiner para su falso “rockumental” de 1984 (Si no viste This is Spinal Tap, te perdiste lo más divertido del rock, concebido antes que School of Rock y Tenacious D: The Pick of Destiny).
Y no nos olvidemos del teatro de marionetas ya que allí podemos encontrarnos con bandas virtuales de títeres, como Dr. Teeth y Electric Mayhem (la asombrosa banda de los Muppets) y Fragile Rock.
Incluso, podríamos abrir una nueva categoría con la franquicia de Heavysaurus, perteneciente a Sony Finland. La versión argentina de este quinteto es Los Heavysaurios. Esta vez se trata de músicos reales disfrazados para caracterizar a los dinosaurios amantes del power metal cuyo mágico origen se debió unas brujas que encontraron los huevos metálicos de donde surgieron.
Un capítulo aparte merece la puesta en escena de los shows de estas agrupaciones, en la que hay que sincronizar la música en vivo de los ocultos músicos sesionistas —o las pistas pregrabadas por ellos mismos en el estudio— con la animación de los personajes en cuestión. A medida que pasa el tiempo, estos conciertos suponen producciones cada vez más complejas y costosas, pero también más logradas. Hoy es frecuente ver cómo los músicos virtuales interactúan con el público merced a una serie de respuestas pre-programadas y disparadas en el momento, según la reacción de la audiencia.
El listado previo no pretende ser exhaustivo, ya que existen decenas de grupos virtuales, cada uno con sus puntos sobresalientes. Pero, ¿hasta dónde llegarán el ingenio y la tecnología en su intento de sorprender a un público que, por una lógica cuestión de recambio generacional, está cada vez más habituado al arte digital y a las performances virtuales? Probablemente, los mayorcitos sigamos prefiriendo la música orgánica, de tracción a sangre, pero no estaría mal abrir la mente y aprender a disfrutar de esta tendencia que nació hace muchos años atrás pero sigue evolucionando cada día. De lo que no hay dudas es que ya ha producido nuevas obras de arte dignas de ser admiradas como tales y no solo como entretenimiento. Mucho menos, como una simple curiosidad.