Una epidemia musical: Las canciones sobre el coronavirus

Por Paul Sudán Noguerol

Como sucede desde hace siglos, la epidemia que hoy golpea al mundo también ha generado una inusitada proliferación de poemas, diarios de cuarentena y, por supuesto, canciones. Paul Sudán Noguerol nos trae un alucinante recorrido por el trap, el rock, la balada y los muchos otros estilos que hoy le cantan al virus, buscando exorcisarlo o aportando consejos sanitarios. Los resultados, como era de esperarse, son muy discutibles, tanto en el plano musical como en el terapéutico.

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En el primer episodio de la primera temporada de su podcast “El Musicópata”, el músico y productor musical Rafael Varela hace una interesante observación acerca del arte de combinar sonidos: a diferencia de otras expresiones, con la música no siempre somos actives, no siempre la elegimos. Muchas veces nos invade, sin que podamos hacer nada al respecto. Podemos elegir no leer un libro o no ver televisión, pero no escuchar la música que suena en los parlantes de un supermercado es algo más difícil.

Por supuesto, la afirmación es debatible, tomando en cuenta que vivir hoy en una sociedad hiperconectada implica someterse a abundantes estímulos de todo tipo. Además, la libertad de elección siempre es restringida, más aún en un contexto de emergencia sanitaria y pandemia global. Pero no hay dudas de que la música se cuela por los lugares menos pensados. Por más pretensiones de universalidad que tenga, cada composición musical, como vehículo de ideas y expresión cultural, está totalmente conectada al tiempo y las circunstancias que la vieron nacer.

Vanessa Ague, interna de la radio pública de New York, en un artículo de divulgación publicado en 2017 cuenta cómo a mediados del siglo XIV la sociedad europea, masacrada por la peste negra, experimentó una gran expansión musical. Mientras un tercio de la población fue diezmada, les sobrevivientes a menudo realizaban fiestas en las que interpretaban y componían música que se movería en direcciones distintas a las que solía transitar, secularizando el arte y cristalizando géneros populares como la balada o la música vocal.  Aunque la mayoría se han perdido, seguramente muchas canciones populares de la época reflejaron la realidad de la peste. Una clásica canción de cuna inglesa llamada “Ring-a-Round the Rosie” remite al tópico de la danza de la muerte y al ritual de arrojar hierbas y flores sobre las caras pustulosas de lxs infectadxs.

El tópico regresó en el siglo XIX y la imagen de hombres y mujeres bailando con esqueletos, celebrando la muerte, se encarnó en piezas musicales como la “Danse macabre” de Camille Saint-Saëns. Ya a comienzos del siglo XX, la gripe española dejó un gran acervo de canciones dentro de la comunidad judía que vivía en los Estados Unidos, la mayoría escritas en ydish, entre las que se puede destacar la canción “Menshen-fresser”, de Shlomo Shmulevitz.

Con el surgimiento de la industria musical y la consolidación de la música pop y folk, la idea de utilizar la música para concientizar acerca de la prevención de la enfermedad entró en la agenda de la producción musical. Así, por ejemplo, Woody Guthrie, en 1949, cuando tres millones de estadounidenses sufrían de sífilis, compuso un cuarteto de canciones dedicadas a crear conciencia acerca de las enfermedades venéreas (algunas de esas piezas fueron versionadas por Bob Dylan años después).

No es de extrañarse que la práctica milenaria de la canción virósica haya persistido hasta este 2020, con el aditivo de que Internet ha actuado como una gran divulgadora de canciones que de otra manera es probable que nunca hubieran llegado a masificarse. Las primeras composiciones fueron de tono paródico. Apenas comenzó a tomarse en serio el Covid19 en el mundo entero, más o menos en febrero de este año, aparecieron artistas que se lo tomaron en joda. Por supuesto, Youtube fue el primero en subirse a la fiesta. Quizá una de las canciones más famosas dedicadas al virus sea la del youtuber Zorman, en la que se burla y minimiza el pánico meses antes de que la paranoia sea global, sin sospechar que el virus pudiera generar una “nueva normalidad” y cambiar nuestras vidas para siempre.

En paralelo y en diferentes partes del mundo se sumaron decenas y decenas de canciones de los géneros más variados, desde la cumbia, la ranchera, el death metal, el corrido, el hardcore y prácticamente cualquier género que exista.  De esos meses previos a la cuarentena es también la falsa “Coronavirus Bzrrp Music sessions” del artista Simonelmono, que tradujo al trap, con los códigos del freestyle, la hasta entonces solo comentada y temida omnipotencia del virus. La frase “soy el rey de los virus, no ves mi corona, si no tenés miedo es que no entré a tu zona”, parte de la letra de la canción, se volvió más real con el correr de los días.

Para la segunda semana de marzo el asunto ya era más serio. Los chistes estaban empezando a perder la gracia y aparecieron más canciones que, en lugar de canalizar la situación desde el humor, decidieron utilizar la música para incentivar la esperanza en la gente.  Si esto es oportunismo o una muestra de que el arte puede estar a servicio del pueblo, queda al criterio de cada quién. Lo cierto es que ese recorrido que quizá haya iniciado Jorge Drexler cuando compuso “Codo con codo”, una balada pop folk de intención esperanzadora, fue seguido por diferentes artistas, y la lista de canciones regionales dedicadas al tema se incrementó a partir de que se decretó la cuarentena obligatoria en diferentes partes del mundo.

En nuestro país destacan canciones como “Juntos para siempre”, de Los Auténticos Decadentes, otro hitazo instantáneo de la máquina de fabricar éxitos, pero esta vez a función de estimular la solidaridad del pueblo y celebrar la labor del personal de salud. En el mismo tono entró al ruedo Andrés Ciro con “Moby Dick”, comparando al virus con la ballena más inalcanzable de la historia de la literatura norteamericana.

Este género de “canción campaña”, con función solidaria, se dio en paralelo en todo el mundo, y artistas como Michel Bublé y The Barenaked Ladies se sumaron a la movida. Incluso surgieron bandas y artistas que se dedicaron exclusivamente a interpretar canciones esperanzadoras de cuarentena, como los barceloneces del grupo Stay Homas, que se hicieron de un considerable número de fans por internet antes de realizar varios conciertos (en espacios de capacidad limitada, claro) y agotar todas las entradas.

Los límites del afán de componer himnos del confinamiento se hicieron evidentes con campañas nacionales como “Supón”, y su secuela “Hey vos”, la inicativa de la periodista Tamara Bella para convocar a muchos famosos no tan famosos a inspirar a la población, o las canciones de la familia Xipolitakis, entre otras.

Pero la canción de cuarentena es una usina temática inagotable y presenta muchos matices, más allá de lo didáctico. Hay lugar también para la crítica social, como en esa letra de Los Gedes en la que suena el descontento ante la intervención policial en los barrios: “Hey, rati, no te pongas la gorra, tocá ya de mi barrio, no rompas las pelotas”.  También sigue habiendo lugar para el humor en canciones surgidas en plena cuarentena, como en “La nueva normalidad”, de Kevin Johansen o “Aflojá”, de Leo Masliah, que en lugar de desestimar la importancia del asunto, ironizan desde la propia experiencia y la especulación acerca de lo que va a suceder en el futuro.

La canción de amor, el constructo temático más antiguo de la industria musical, tuvo que adaptarse a las circunstancias y así vieron la luz varias canciones que se podrían colocarse bajo el rótulo de “no puedo verte porque es cuarentena” o “quiero pasar la cuarentena contigo”, de artistas como Bad Bunny, Joe Crepúsculo o Danna Paola.

Las más interesantes, sin embargo, son las que se dedican a ofrecer postales del confinamiento, limitándose a enumerar situaciones comunes o simplemente conceptos asociados a la pandemia. Ejemplos de esto pueden ser “Cuarentena”, de Joven Breakfast (“cuarentena en pena, aroma a alcohol en gel, noches desveladas y Kenan y Kel”) , o “40” (“no hay nada pa tomar, si salgo la puedo quedar”) el brevísimo desahogo punk que incluyó Wos en su EP Puntos suspensivos.

La lista de canciones es interminable y se expande cada día, recorriendo desde las vertientes ya habitadas hasta terrenos que quizá todavía no estamos preparadxs para experimentar en forma de música.  Lo que no hace más que demostrar que la capacidad expresiva de la humanidad es inagotable y que el arte puede ayudarnos a combatir la soledad o a perder las esperanzas, casi en partes iguales. Porque la música es como un virus que nos asecha, situación ante la cual no nos queda más opción que elegir unos buenos auriculares. Luego quedará a decisión de cada quién si conectarlos o apostar a que actúen como tapones para nuestros oídos.