Una novela tremenda

Por Pedro Perucca

Pedro Perucca leyó Bajo este sol tremendo, novela de Carlos Busqued recientemente editada por Anagrama, uno de los debuts literarios más contundentes e interesantes de los últimos tiempos. Una novela dura, violenta y cautivante en su oscuridad sin concesiones.

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Bajo este sol tremendo es la primera novela de Carlos Busqued, un chaqueño naturalizado cordobés de 44 años, que literariamente era un absoluto desconocido (o sólo conocido para algunos freaks seguidores del blog Borderline Carlito) hasta que envió su novela a concursar a la XXVI edición del premio Herralde. No ganó (el premio fue para el mexicano Daniel Sada) pero el propio Jorge Herralde se manifestó interesado en editar su novela (finalmente publicada por Anagrama en 2009).

Y estuvo muy bien. Porque Bajo este sol tremendo es una de las mejores novelas argentinas de los últimos tiempos: tremenda, negrísima, violenta como pocas, siniestra en muchos momentos pero con algunos inesperados giros de un humor negro que permiten tomar algunas bocanadas de aire antes de volver a hundirse en la oscuridad.

La trama es sencilla, los personajes son pocos y están maravillosamente construidos. Cetarti, un treintañero actualmente desocupado (luego de ser despedido de su trabajo “por falta de iniciativa y conducta desmotivante”) no encuentra nada mejor que hacer de su vida que fumar porro todo el día mientras mira documentales del Discovery. Ni siquiera la noticia del asesinato de su madre y de su hermano en Lapachito, un pueblito del Chaco, logra sacarlo de su desconexión respecto del mundo, del dolor de la existencia. Pese a todo, se ve obligado a cumplimentar con algunos trámites fúnebres in situ y allí conoce al dúo que estructurará el triángulo principal de la novela: Duarte, un oscuro ex militar que se ofrece a agilizarle los trámites, y Danielito, otro joven tan porreado y anestesiado como Cetarti, pero casualmente involucrado en algunos menesteres más macabros a las órdenes de Duarte. No es casual decir casualmente, ya que los personajes parecen estar allí haciendo lo que hacen sin mayor motivo que la inercia, productos inanimados de una suma inexplicable de casualidades que no les interesa desentrañar, actuando sin comprometerse demasiado con sus actos ni con sus consecuencias. Este desinterés existencial por supuesto no se va a preocupar demasiado por la moralidad de los acontecimientos, así que algunos personajes son capaces de un nivel de crueldad o de violencia bestial que, sin embargo, parece no conmoverlos en absoluto. Aquí es donde más se agradece la decisión de Busqued de no recurrir a ningún psicologismo barato para intentar explicar “desde adentro” esos procesos, limitándose a describir unas acciones que a los mismos personajes parece no interesarles demasiado comprender (en una entrevista Busqued dice: “Me molesta el escritor que pelotudea. Cuando el autor empieza a poner lo que piensa, yo me enojo mucho. Soy conciso porque los libros que me gustan te cuentan concretamente lo que está pasando. Para mí el estilo florido es una mariconada para llamar la atención”).

El escenario de la novela es atípico para la literatura argentina moderna: un “interior” de provincia que si bien en principio aparece como familiar y hasta tranquilizador en su dinámica de “pueblo chico”, con sus personajes bonachones y hasta abúlicos, luego va volviéndose cada vez más siniestro. A medida que la cámara se acerca se ve claramente que la locura, la muerte, la violencia y el peligro en realidad están mucho más presentes de lo que parece. La naturaleza está lejos de ser bucólica y amable. El sol tremendo del título aplasta, golpea y no deja pensar, mientras el pueblo se hunde paulatinamente en un pantano salino que descompone poco a poco las casas y los autos, engullendo sin culpa cada rasgo civilizatorio. Los mismos animales son peligrosos: los cascarudos son venenosos, los calamares tienen amoníaco en la sangre, los perros son una amenaza cotidiana… hasta los elefantes del Discovery pueden venir a golpearte la puerta con la trompa y luego matarte de un golpe.

Todo es peligroso, todo es doloroso. Cetarti no sabe bien dónde se está metiendo y, la verdad, no le importa demasiado. Mientras haya porro y TV por cable se supone más o menos capaz de lidiar con la realidad. Al menos con esa niebla de realidad que es la única que puede soportar.

Tampoco es casualidad que antes habláramos de una dinámica de cámara, ya que Bajo este sol tremendo es también una de las novelas más cinematográficas de los últimos tiempos. Tal vez por esa prosa seca, contundente, que remite a una cierta novela negra norteamericana o a la obra de Cormac McCarthy, tal vez por la eficacia con la que dos o tres rasgos permiten construir algunos personajes inolvidables, tal vez por algunas escenas de una violencia tan estremecedora y contundente que es como si las hubiéramos vivido en pantalla gigante y a todo color (lógicamente, más de una crítica recordó al cine de los hermanos Coen).

Sin dudas, también es una novela que funciona muy bien generacionalmente. Los que hoy rondamos la cuarentena podemos conectarnos sin esfuerzo con el escapismo porrero y televisivo de Cetarti, suponiéndolo niño en la dictadura, sin entender qué sucede pero así y todo impactado por el espanto, y transitando luego desganadamente por la farsa alfonsinista y por el consumismo menemista. Las referencias políticas de la novela no son torpemente explícitas, pero ahí están, cumpliendo su parte en el horror, manchando inquietantemente el pasado de algunos personajes.

Luego del sorpresivo éxito de Bajo este sol tremendo, ya traducida al inglés y con planes de traducción al francés y alemán, esperamos que la neurosis de Busqued le permita sobreponerse a las presiones derivadas de una exposición inesperada y a las expectativas generadas por esta maravillosa primera novela, para continuar sembrando sus fobias, su desesperanza y su visión dolorosa y desencantada de la vida a lo largo y a lo ancho de la literatura nacional.