Los nuevos apócrifos, de John Sladek (parte 3.2)

Diagnósticos psíquicos desde el sofá, curanderismo, sanación a distancia, fluidos mesméricos y milagros médicos presuntamente sin explicación constituyen esta entrega del visionario libro de John Sladek, Los Nuevos Apócrifos. Guía de ciencias extrañas y creencias ocultistas, que comenzamos a reeditar hace algunas semanas e iremos completando a lo largo de 24 entregas. Existen análisis posteriores más completos, pero el ensayo de Sladek –por la información, el estilo sarcástico pero ameno y el desarrollo argumentativo– fue crucial para toda una generación interesada en la ciencia y la literatura que se acercó por primera vez a este texto en las páginas de la maravillosa revista argentina de ciencia ficción El Péndulo.

Traducción: Carlos Gardini. Dibujos: Alfredo Grondona White. Transcripción: Pedro Perucca

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9 MEDICINAS ESPIRITUOSAS

Entre 1901 y su muerte en 1945, el místico norteamericano Edgar Cayce diagnosticó psíquicamente miles de enfermedades. Se recostaba, caía en un trance hipnótico y mascullaba sus diagnósticos mientras una estenógrafa los registraba. Como Cayce (pronúnciese como ‘Casey’) mantenía durante la vigilia relaciones con osteópatas, sus diagnósticos a menudo mencionaban subluxaciones de columna. Las dietas que pergeñó en sueños se parecían a las curas naturópatas por razones similares. Cayce también tenía en mucho las dosis terapéuticas de electricidad, al igual que tantos charlatanes de fin de siglo*. En verdad, cubría todas las apuestas: “[…] Todos los métodos tienen sus ventajas. y todos tienen su lugar”, decía, y recomendaba una “curación que sea sincera, de cualquier índole, ya espiritual, magnética, mecánica, alopática, eléctrica o termal”. (1)

La razón por la cual el promedio de vida del hombre se ha reducido de los mil años bíblicos a meramente ochenta, explicaba, es el pecado. Sobre todo el pecado de autogratificación: “¡Es tan grande el pecado de comer en exceso como el de beber en exceso, el de pensar en exceso como el de actuar en exceso!” (2) Evidentemente no veía ninguna paradoja en el contraste entre el largo promedio de vida de los pecaminosos Estados Unidos y los promedios más cortos de los países más pobres.

Cayce dio en total 14.246 conferencias, asesorando a la clientela en materia de salud, religión. Filosofía, antievolucionismo, la Atlántida, la Gran Pirámide, la escritura automática, la astrología, las advertencias de los sueños, la reencarnación y otros temas relacionados con el ocultismo, sin olvidar una delicada alusión de vez en cuando al viejo lema de la naturopatía:

No permitan en ningún momento que el sistema pase días, o siquiera un día, sin que el cuerpo elimine los desechos por canales naturales. (3)

Curanderismo

El psiquiatra Louis Rose dedicó varios años a estudiar el curanderismo. Sin duda el doctor Rose es el hombre de mente abierta que los curanderos reclamaban. Mantiene un “agnosticismo” cautelosamente neutral sobre el tema pese a la escasez de pruebas a favor de los curanderos y su libro Curanderismo es un modelo de obstinada imparcialidad. (4)

Rose comenta el curanderismo en su sentido más amplio, incluyendo los milagros católicos, el magnetismo animal de Mesmer, la Christian Science y la terapia orgonal de Reich, así como formas más conocidas. Tratando de inferir principios generales, admite que son más las preguntas que las respuestas:

¿Es importante la fe del paciente? ¿Algunas escuelas son más eficaces que otras? En tal caso. ¿sus técnicas difieren? ¿Las curas son permanentes? ¿Algunas enfermedades se curan con mayor frecuencia que otras?

La respuesta histórica a la última pregunta parece ser afirmativa. Aun en los milagros·apócrifos de los primeros santos, el doctor Rose comprueba que las curas orgánicas son mucho más escasas que las curas funcionales. Por ejemplo, las curas de la peste (enfermedad infecciosa) son raras y pocos santos declaran haber devuelto la visión a personas sin ojos. La mayoría parecen haber sido curas de renguera, ceguera, sordera y otros trastornos que podrían haber tenido orígenes histéricos.

Desde luego, la pregunta fundamental es: ¿la cura da resultado? Rose la afronta sin remilgos:

Lo que se necesita (…) no son más afirmaciones de credos, más ‘historias humanas’ y sensacionalistas (…) más exabruptos de terco escepticismo, más declaraciones como el ‘treinta por ciento de mis pacientes mejoran’, más tentativas de medición mecánica de las fuerzas curativas (…) sino un detenido examen de casos reales para ver si existe alguna cura que no pueda explicarse razonablemente. (5)

Cualquier terapia es difícil de poner a prueba. Un modo sería enviar casos genuinos a curanderos y tratar de evaluar los resultados. En 1955 un instituto médico de Alemania organizó un test de esta especie. Colaboraron 650 pacientes, que recibieron tratamiento de un curandero durante seis meses. La mayoría tenía problemas orgánicos como afecciones cardíacas, dolencias óseas, trastornos intestinales, ninguno había mejorado con tratamientos ortodoxos. Los resultados:

El 61 por ciento creyó que había mejorado.

El 22 por ciento tuvo mejoras que sólo fueron temporarias.

El 10 por ciento empeoró.

El 9 por ciento reveló una mejora real. Pero éstos eran en su mayoría “casos de enfermedades gastrointestinales; y allí, aparentemente, el tratamiento convencional era igualmente eficaz”. (6)

A un grupo se le dijo que estaba recibiendo “curación en ausencia”, pero no era así. Estos pacientes dijeron que se sentían mejor, pero no revelaron ninguna mejoría.

Un segundo test de efectividad consistiría en investigar los casos que testimoniarían curas espectaculares. El doctor Rose se embarcó en este largo y tedioso procedimiento, tratando de verificar las declaraciones con criterios similares a los utilizados para verificar los milagros de Lourdes:

1. La enfermedad tendría que ser orgánica.

2. Un médico tendría que verificarla de antemano.

3. Tendría que haber una notoria mejoría en la condición física.

4. La mejoría tendría que empezar un tiempo razonablemente corto después de las sesiones de curación.

5. La mejoría debería ser permanente, sin recaídas.

6. La mejoría no debería ser explicable en términos médicos (por ejemplo, como remisión espontánea o debida a tratamiento ortodoxo).

Al cabo de varios años. Rose había recopilado noventa y cinco casos, que he enumerado en el Cuadro 9-1. Debe recordarse que no son casos corrientes de curanderismo sino casos presentados por los curanderos o la prensa como “curas milagrosas”. La mayoría llamaron la atención del doctor Rose a través de los curanderos mismos o a través de diarios o revistas sensacionalistas. Sólo los tres últimos merecen reseñarse:

A. Un hombre que durante cincuenta años había sido ciego del ojo derecho recobró la vista de golpe. Según su declaración, tanto un óptico como un oculista calificaron el hecho de “milagroso”. Al cotejar con el oftalmólogo se comprobó que no era ningún milagro, sino una dislocación espontánea del cristalino, que tenía una catarata. Este es un conocido fenómeno que provoca el desprendimiento de la catarata y también puede ser causado por ejercicios violentos o un sacudón brusco.

B. Un hombre se sometió a una biopsia (extracción quirúrgica de tejido para su inspección). pues se sospechaba que tenía cáncer de garganta. Se comprobó que era cáncer, y se programó una intervención para extirparlo. Entretanto, él consultó a un curandero y la voz le mejoró. Cuando lo examinaron de nuevo, no se encontró el cáncer. Los cirujanos alegaron que se trataba de u n caso de “cura por biopsia”, donde, por casualidad, todo el tejido canceroso había sido extraído para la inspección. El doctor Rose también se topó con un caso idéntico donde no había ninguna “cura milagrosa”. Aparentemente las curas por biopsia son más comunes de lo que se creía.

C. Un médico declaró que u n curandero le había curado un disco dislocado y otro una hernia. Rose opina:

En la primera enfermedad descripta es obvio que el dolor agudo era el factor principal y los neurólogos y cirujanos ortopédicos están familiarizados con las extravagancias del llamado síndrome del “disco dislocado”. (7)

También se sabe que a veces la hernia se cura sin tratamiento.

El caso C figuró en los titulares como “Doctor curado en tres tratamientos”. Otros casos que se investigaron habían figurado como “Curado para siempre”, “Curación psíquica resultó donde habían fracasado los médicos” y “Deformidad eliminada”. Ninguno de estos casos se comprobó. Un caso de raquitismo, tratado eficazmente por métodos ortodoxos. se transformó exageradamente en “Nació paralítico de las piernas y los brazos…”.

El popular curandero Harry Edwards declaraba haber curado a cien mil personas en Gran Bretaña. El doctor Rose se propuso encontrar a una sola de ellas, o cualquier otra persona curada por cualquier curandero. Lo que encontró, en cambio, quedará mejor ejemplificado con un relato de su visita a una sesión de Harry Edwards en 1951:

Más tarde, cuando estaba saliendo del vestíbulo, vi a una mujer que caminaba ayudándose con dos bastones en los que se apoyaba pesadamente (…) De pronto comprendí que ésta·era la misma mujer que, alrededor de una hora antes, había bajado la escalinata de la tarima a la sala sin ayuda de los bastones, radiante de alegría por la “cura” y dando sus primeros pasos sin bastón en varios años. (8)

Bennett Cerf tuvo una experiencia similar en un banquete de Hollywood presidido por Aldous Huxley, quien durante años habla tratado de corregir su grave deficiencia visual mediante los ejercicios oculares de Bates. Huxley apoyó el papel en el atril y “peroró animadamente” sin ayuda de anteojos. Pero de pronto vaciló, y fue obvio que simplemente había memorizado la alocución.

Para refrescarse la memoria, se acercó al papel más y más a los ojos. Cuando lo tenía a sólo una pulgada, aun no podía leerlo, y tuvo que buscar una lupa en el bolsillo para que el dactilografiado le resultara visible. (9)

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Fuente: “Los Nuevos Apócrifos” (R) John Sladek. En El Péndulo Nro 4. Segunda Época. Octubre 1981.  pp. 27-47. Se puede acceder a la versión original en PDF en este link dhttps://proyectosynco.com/los-nuevos-apocrifos-de-john-sladek-parte-3-1/e Ahira.

* El anuncio contemporáneo del Cinturón Electropático “Harness” insiste en que “Renueva la Fuerza Nerviosa Agotada”, trayendo salud, vigor y la “condición más elevada de fuerza intelectual (…) Cura el Reumatismo, la Gota, la Ciática, el Lumbago, la Fatiga Nerviosa, la Neuralgia, la Indigestión, la Constipación, la Pesadez Hepática, el Insomnio, las Dolencias Femeninas, la Histeria y todas las Enfermedades del Riñón”.

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Notas bibliográficas

1 Edgar Cayce, 123 Questions and Answers from the Edgar Cayce Clainvoyant Readings (A. R. E. Press, Virginia Beach, Virginia, 1966) p. 9.

2 lbid., p. 12.

3 Ibid., p. 14.

4 Louis Rose, Faith Healing (Penguin, Harmondsworth, 1971).

5 Ibid., p. 138.

6 Ibid., p. 145.

7 Ibid., p. 160.

8 Ibid., p. 111.

9 Gardner, Fads and Fallacies, p. 241.

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