Manifiesto


Quisiéramos que la forma de nuestro impulso se condense en un nombre: Sonámbula. Un estado de conciencia que deambula todavía en los pasillos mal iluminados del sueño pero que ya actúa -con el peso del cuerpo, de los movimientos, de los gestos- en el plano de la vigilia. ¿Dónde está la sonámbula? En dos territorios y a la vez en ninguno.

¿Quiere despertar la sonámbula? No. Son los otros, los que la miran, quienes creen necesario sacarla de ese estado monstruoso y partido y alterado. Ella camina por la casa quieta de la noche, donde las cosas la están mirando y ella no puede mirarlas. Y anda también, visionaria, en esa alucinación cotidiana que es el sueño.

Pero el nombre es algo más. Es, también, cultura y lucha de clases. ¿Y es la cultura un campo onírico que desplaza los elementos sociales como si se tratara de restos diurnos? Sabemos esto: la cultura es uno de los escenarios de la lucha de clases. No el único. No el menor.

¿Es la vigilia el mundo del trabajo y de la explotación? ¿Se pueden percibir sin velo las relaciones sociales? ¿Se puede despertar? Tenemos nuestras sospechas: donde hay lenguaje, hay velo. Todos somos sonámbulos. Todos nos movemos en dos territorios superpuestos que parecen ignorarse. Lo importante es percibirlos. Percibir los planos y sus conexiones.

¿Qué sería, entonces, una cultura contrahegemónica en este mundo de sonámbulos? Porque, eso sí sabemos, si no hay por fuera del lenguaje no hay por fuera de la ideología. Proponemos una praxis del extrañamiento. Y, también, una praxis que pueda disputar sentido en el campo cultural. Porque en la cultura de lo inmediato, el distanciamiento es una fuerza radical.

Las máquinas de la realpolitik también habitan dos mundos; la diferencia es que intentan convencerse de que hay solo uno. La superficie sin fisuras del pragmatismo. La estrategia de la maniobra. Ante este estado de cosas -y de conciencia-, reivindicamos nuestra forma partida, monstruosa y alterada. No basta con soñar, es necesario creer en esos sueños.

En la vigilia, que siempre se piensa a sí misma como único régimen del mundo, todos y todo estamos obligados a ser útiles y rentables. En el sueño, en cambio, las figuras y los objetos se alejan de esta exigencia. Por eso, creemos que hay que defender la maravillosa inutilidad de la poesía, de la música, del cine y del pensamiento crítico. Lo útil es una categoría que sirve a una organización del mundo que es necesario enfrentar.

Y también sabemos de la tradiciòn anti-intelectual del campo al que ingresamos. Por eso intuimos algunas reacciones. Porque la exigencia, acá, en este tramo, es el paso desde la orilla de la inteligencia al puerto de la acción, a tomar de una vez las armas contra el famoso piélago de calamidades. ¿No se percibe la acción del pensar? ¿No es un pensamiento -aunque reflejo- el que dice que pensar no es acción? ¿Y dónde nace el rechazo a la tarea intelectual? ¿En las universidades? ¿En las organizaciones políticas? ¿En las instituciones de producción de conocimiento? ¿Nace, el rechazo al pensamiento, ahí donde más se piensa? De nuevo: son quienes observan a la sonámbula los más preocupados por despertarla. Los que menos saben que también ellos están dormidos. Ya fue dicho: No toda es vigilia la de los ojos abiertos.

La fantasía del despertar puede tener muchos nombres: realismo, ciencia, pragmatismo. Se le dice despertar también a desconocer que nos movemos entre objetos dobles, capaces de una forma y de un contenido, capaces de estar y también de representar, capaces de valor y también de utilidad, capaces de ocupar un lugar en el presente y también de convocar a la memoria. Los objetos -una palabra, una imagen, un sonido- también son sonámbulos. Y creemos que esa monstruosidad compartida la podemos aprovechar.

Por último -pero es también otra forma de empezar-, esto: la sonámbula es una mujer. Desde hace siglos sabe que los sueños pueden ayudarnos a comprender el futuro. Y sabe, además, lo evidente: que en esos mismos siglos fue expulsada por el prejuicio a los márgenes de lo lo mágico, de la hechicería. Viene caminando los tiempos con las brujas quemadas, con las mujeres subyugadas y borradas de la historia. Y con la fuerza de esas mujeres da sus pasos. Si una época sueña la siguiente, ¿quién mejor que ella puede tener noticias de lo que está por venir? Por eso este impulso tiene un nombre: Sonámbula. Cultura y lucha de clases.