Los nuevos apócrifos, de John Sladek (parte 4.1)

En esta nueva entrega de Los Nuevos Apócrifos. Guía de ciencias extrañas y creencias ocultistas, John Sladek se ocupa de demoler a cuatro de los seis sistemas principales para descubrir el carácter de una persona sin conocerla: frenología, fisiognomía, lectura de manos y grafología. Hace algunas semanas comenzamos a reeditar esta joya originalmente aparecida en español en la revista argentina de ciencia ficción El Péndulo y esperamos completar el libro en 24 entregas. Existen análisis posteriores más completos, pero el ensayo de Sladek –por la información, el estilo sarcástico pero ameno y el desarrollo argumentativo– fue crucial para toda una generación interesada en la ciencia y la literatura.

Traducción: Carlos Gardini. Dibujos: Alfredo Grondona White. Transcripción: Pedro Perucca

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De la cabeza

12 El carácter por los rasgos

Hay seis sistemas principales para descubrir el carácter de un hombre sin necesidad de conocerlo. Este capítulo abarca cuatro: la frenología, la fisiognomía, la lectura de las manos y la grafología. La astrología y la numerología serán tratadas en capítulos posteriores.

Cada sistema ha tenido defensores en generaciones de aficionados al ocultismo; algunos han reinado temporaria mente como ciencias serias. Cada cual, desde luego, afirma que es el único modo verdadero de anonadar y pasmar a los amigos leyéndoles los pensamientos más recónditos.

TODO EN LA CABEZA

Desde que se abandonó la noción aristotélica de que la cabeza era una especie de torre de enfriamiento llena de agua, la gente ha tratado de explicar el cerebro. A la mayoría de nosotros nos resultan familiares las analogías con el reloj («se oyen girar los engranajes»), las líneas telefónicas («tiene los cables cruzados»), la radio («no está en la misma longitud de onda») y la computadora. Cada analogía es un monumento al estado del conocimiento y la ignorancia contemporáneos sobre nuestras torres de enfriamiento.

Parece que la analogía de moda en el siglo dieciocho era el escritorio con casilleros. Basta con mencionar las «facultades» de éstos y de allí a la frenología no hay más que un paso. En 1800 el austriaco Franz Josef Gall introdujo la teoría de que los casilleros o facultades estaban localizados en veintisiete partes diferentes de la superficie del cerebro, que fueron diagramadas y numeradas, para delicia de los anticuarios de hoy.

Era razonable inferir que una gran facultad de cautela (N°10) debía manifestarse como una hinchazón de esa parte del cerebro, que a su vez requeriría una protuberancia del cráneo donde alojarse. Por lo tanto, por los bultos conoceréis al hombre.

EL discípulo de Gall, Johann Gaspar Spurzheim, revisó el sistema, añadiendo bultos favoritos de su propia cosecha y reclasificando la cabeza. Había Sentimientos (desde 1. Amatividad a 21. Imitación) y Facultades Intelectivas (desde 22. Individualidad hasta 35. Causalidad) con muchas e interesantes características intermedias, tales como el N° 4, Adhesividad o necesidad de un compañero de alma (1).

La frenología cundió como la viruela y recibió casi la misma aprobación médica. En 1807 una comisión del Instituto de París descubrió que la teoría Gall­Spurzheim era inaplicable. Durante todo el siglo diecinueve siguieron apareciendo sistemas frenológicos. y siguieron siendo reprobados, hasta que fue obvio para todos menos para los creyentes obstinados que el cerebro no era un casillero. Esta lenta comprensión demoró más de un siglo. Entretanto, la frenología dominó las creencias de personas como Walt Whitman, que la mencionó en sus poemas, sir Isaac Pitman* cuyo número grande en sombreros presumiblemente se correlacionaba con su inventividad taquigráfica y fonética; y sir Arthur Conan Doyle. Pero gradualmente el sistema se escabulló del laboratorio a la salita del creyente, y de allí a la tienda del adivino, ayudado por el descubrimiento -realizado en 1901- de que las lesiones cerebrales causan desórdenes que no guardan ninguna relación con ningún diagrama frenológico.

ROSTROS EN LA MUCHEDUMBRE

La fisiognomía tiene una larga y honorable historia. Fue popular entre los griegos. y los hombres del Renacimiento escribieron volúmenes sobre el tema, contradiciéndose unos a otros. Probablemente la mayoría de nosotros practicamos una especie de fisiognomía improvisada en la vida cotidiana, aunque rara vez cotejamos o sistematizamos nuestras intuiciones.

Cuando se encuentra alguna verdad en tales observaciones, es probablemente la verdad de la caricatura (el oscuro Dick Nixon, el equino De Gaulle) o la verdad de las descripciones de las novelas baratas («labios finos y crueles», «ojos pálidos y acuosos», «un gran cuello taurino»). Cada rasgo es clasificado de acuerdo con su semejanza (a) con algún animal que presuntamente tiene las características que buscamos; o (b) con la distorsión de los rasgos por emociones poderosas. Usando el método a, encontramos al hombre artero, con una larga nariz de zorro, posiblemente porque adjudicamos al mismo zorro una exagerada artería. Ídem para la larga y boba cara de asno, la tímida cara de conejo, y el sabio búho (antes de las gafas al búho se le adjudicaba, más razonablemente, crueldad y espectralidad nocturna). Usando b,

Un ojo rojizo denota que la persona es egoísta, taimada y orgullosa, irascible, fértil en la invención de conspiraciones, e infatigable en su resolución de llevarlas a cabo. (2)

Los sistemas de clasificación son múltiples y contradictorios. «Sibyl», citado arriba, entiende que los labios finos significan «una imaginación rápida y vivaz» y «no demasiado apego al dinero», mientras que otro fisiógnomo dice que los mismos rasgos significan «remilgado y sufrido».

El ocultista decimonónico Cesare Lombroso intentó un estudio estadístico de la criminalidad y los rostros, pero sus resultados no eran dignos de confianza. En la década de 1930 el antropólogo E. A. Hooton trató de establecer algún lazo entre la criminalidad y las características corporales. Su investigación zozobró por dos razones:

1. Aunque es bastante fácil demostrar que una proporción de criminales convictos comparte algún rasgo particular, no es tan fácil demostrar que la población en general no posee el mismo rasgo en la misma proporción.

2. La «criminalidad» normalmente depende del entorno de la acción, las costumbres existentes, la captura y la condena. Así el ficticio Jean Valjean era un «ladrón» y Sacco y Vanzetti «asesinos», sólo en ciertos contextos. Cualquier teoría que proponga una explicación genética de la criminalidad debe definir y eliminar la influencia de dichos contextos.

La mejor síntesis de fisiognomía accesible en la actualidad es El rostro humano reconsiderado de John Brophy, 1962, que dice:

De hecho, se lee el carácter en los rostros, y a veces con exactitud y precisión. pero ello ocurre cuando conocemos al dueño de ese rostro íntimamente o poseemos alguna otra evidencia sobre él por palabras dichas o escritas, por sus acciones y reacciones, por las cambiantes faciales que las acompañan, por la voz, por toda su presencia física. (3)

También podrían entrar en juego algunos factores más. Las perspectivas de una persona podrían moldear su expresión habitual. Es posible que una persona con una cara particular provoque en los demás reacciones capaces de determinar parcialmente su carácter. Por ejemplo, un hombre con una mandíbula «resuelta» puede descubrir que la gente lo aborda como esperando un conflicto; la agresividad de los demás podría inducirlo a la obstinación. Por último, quien descubre que ciertas expresiones faciales le son útiles en la vida cotidiana puede adoptarlas más o menos permanentes. Todos conocemos al mozo de mirada gacha, al vendedor que sonríe demasiado, al político que en televisión utiliza la edad y el desaliño como señales de sabiduría y calidez hogareña. Que el lector juzgue por sí mismo cuán feliz es en verdad el vendedor, cuán humilde es el mozo o cuán sabio y paternal el político, cuando están «en bambalinas».

Brophy proporciona una breve síntesis de los supuestos de la fisiognomía popular:

1. Ojos grandes, bien separados: Candor y honestidad.

2. Ojos pequeños, muy juntos: Astucia y malevolencia.

3. Ojos elusivos: Duplicidad o culpabilidad.

4. Ojos con párpados superiores profundos: Furtividad. suspicacia.

5. Nariz larga: Curiosidad.

6. Nariz curvada hacia abajo: Avaricia.

7. Boca ancha: Generosidad. afabilidad.

8. Labios gruesos: sensualidad.

9. Labios finos: Envidia.

10. Boca angosta: Melindrosidad, mojigatería.

11. Barbilla cuadrada o prominente: Determinación. heroísmo.

12. Barbilla hundida: Debilidad, indecisión.

No encuentra evidencias para aceptar nada de esto, y señala cuán desorientadoras pueden ser las caras reales. Si se mostrara un retrato de Winston Churchill a alguien que nunca hubiera oído hablar de él, le encontraría todos los indicios de sensualidad y ninguno de potencialidad para el liderazgo. Si a Hitler le quitamos el bigote y le echamos el pelo hacia atrás, se parece notablemente a un Kirk Douglas regordete.

LUNA DE MIEL EN LA MANO

Es interesante ver cómo los modernos tratadistas de la quiromancia intentan relacionar esta antigua superstición con principios científicos. Noel Jaquin, en La mano del hombre, 1933, no titubea en adornar el universo con las fuerzas necesarias.

Toda actividad es electromagnética, sea el beso de un amante, una explosión de dinamita o la caída de un cometa. Sabemos que la luz, el calor, el sonido, las ondas de radio, las ondas ultravioleta, etc., son todas electromagnéticas. ¿Hasta qué punto, entonces, nuestros actos sufren la influencia de las radiaciones que emanan de planetas remotos? (4)

Señala que toda forma de vida necesita energía solar, e invoca la locura lunar, otra superstición que se resiste a morir. El hecho de que todas las criaturas vivientes reciban en última instancia su energía del Sol no explica las influencias planetarias, ni éstas servirían para explicar las líneas de la mano. Por lo tanto, Jaquin introduce otro lazo dudoso, la frenología:

Cada parte de la mano tiene su contrapartida, o departamento, en el cerebro; así, las emociones conectadas con nuestros impulsos amorosos se muestran en la formación de las líneas Cardíacas, o del Corazón, mientras las habilidades lógicas y el grado de fuerza de voluntad son indicados por la formación de la línea Cerebral o de la Cabeza. (5)

Jaquin entiende que es injusto desechar su «ciencia» sólo porque Ia asociamos con gitanos o reuniones de damas de edad; pues «no ridiculizamos la medicina ortodoxa aun cuando sus primitivos practicantes eran barberos sangradores». (6)

Por otra parte, «Cheiro» (Count-Louis Hamon) entiende que sólo los barberos sangradores conocían su oficio, mientras que los médicos modernos son ignorantes. Lamenta la sustitución de esos primitivos artesanos que lo conocían todo por los modernos médicos especializados:

Esta especialización (…) puede brindar mayor conocimiento en cosas particulares, pero reduce a los hombres a una línea más estrecha de pensamiento. Por lo tanto, ocurre que un médico puede saber poco de anatomía mientras que el cirujano puede no saber prácticamente nada de medicina. (7)

Desde luego, ocurre exactamente lo contrario. Un cirujano siempre tiene conocimientos exhaustivos de medicina, y cada médico estudia anatomía extensivamente. En verdad, el más inepto, ignorante y chapucero médico de hoy sabe más sobre el cuerpo humano de lo que todos los sangradores, ajustadores de huesos y preparadores de cataplasmas siquiera sospechaban. La idea clave de Cheiro es que deberíamos desconfiar de nuestros mal informados médicos de cabecera y confiar en el diagnóstico de los lectores de manos.

Se afirman tres cosas de la lectura de manos: que puede diagnosticar enfermedades. que puede juzgar el carácter (quirognomía); y que puede predecir el futuro (quiromancia). Como los diagnosticadores de esta tendencia demuestran un conocimiento escaso de los progresos médicos desde el siglo pasado (Cheiro cita una opinión científica de la década de 1820 según la cual los nervios son canales del «fluido nervioso», que podría estar relacionado con la electricidad), veamos cómo se las arreglan en otras áreas.

La quiromancia es mera adivinación y no tiene ninguna ventaja particular sobre la cartomancia, la rabdomancía, la geomancia, la hidromancia (adivinación por cartas, varillas, tierra y estanques de agua) ni la lectura de entrañas bolas de cristal u hojas de té.

No es necesario que el quiromante discuta con el científico, basta con que se someta a un experimento simple. Sólo tiene que hacer cincuenta predicciones específicas, que se cumplirán dentro de un período determinado, en condiciones de laboratorio. Si tan sólo cinco resultan atinadas, verá cómo se esfuma el presunto escepticismo del científico. Muchos que rechazan la adivinación del futuro aún opinan que «puede haber algo» en la quirognomía. Tiene sentido pensar que el mecánico tendrá manos cortas y cuadradas, el artista dedos largos y ahusados, y así sucesivamente. ¿Y una línea de la vida larga no podría indicar una predisposición hereditaria a la longevidad? Sería bonito que funcionara de ese modo. pero la lectura del carácter en la mano adolece de varias deficiencias:

1. El carácter es un fantasma elusivo, difícil de aprehender. Todos somos generosos hasta cierto punto, metódicos en ciertas cosas, artísticos a veces. Todos aman, inventan, calculan, sueñan.

Más aún, el carácter varía según el contexto. El orgullo y la ambición son virtudes para un cheyenne, vicios para un hopi. Lo que se ve como frugalidad en la mano de un pobre también debe verse como avaricia en la mano de un rico.

2. La adulación garantiza al quirógnomo cierto «éxito» en casi todas sus lecturas. Mirando una palma ve montes de Júpiter y Mercurio bien desarrollados y dice al poseedor que tiene ambición, orgullo, entusiasmo y necesidad de poder (Júpiter); que es mentalmente ágil y ama el cambio, los viajes y las emociones. Naturalmente, el cliente se concentra en esas características que tiene o quisiera tener, ignorando las otras.

3. El quirógnomo puede conocer a su cliente, o ser capaz de adivinar algo de su carácter, y darle una lectura acorde. La mano de George Bernard Shaw (frontispicio de Jaquin) tiene un dedo anular con forma de espátula que, según nos informan, «indica habilidad dramática». Pero la mano de Sarah Bernhardt (en Cheira) no cuenta con esa indicación. Impertérrito, Cheira descubre que la habilidad dramática de la actriz se ha desplazado a otra parte; ahora está localizada en el espacio abierto entre la Línea de la Vida y la Línea de la Cabeza. Ese espacio, incidentalmente, no existe en la mano de Shaw.

4. Si la geometría de la mano es significativa, debería ser geométrica. ¿Qué longitud tiene una línea de la vida «larga»? ¿Cuándo está «en declive» una línea de la cabeza y en relación con qué? ¿Qué dimensión tiene un monte de Marte «bien desarrollado»? Los lectores de manos no lo dicen. Tal vez, como ellos sugieren, depende de la experiencia, pero aparentemente la experiencia no mejora la precisión de sus juicios.

La quirognomía ha sido sometida a muchas pruebas por psicólogos, con resultados negativos. En una prueba por televisión, varios quirógnomos examinaron manos de personas que las presentaban a través de un cortinado, y sus evaluaciones fueron comparadas con las evaluaciones psiquiátricas. No coincidían.

Desde luego, los quirógnomos no dudan quién tiene la razón. Como todos los charlatanes. entienden que no se les dio una oportunidad justa, y que la ortodoxia conspira contra ellos.

La recompensa del pionero es a menudo la burla de sus semejantes. Hoy día no somos mucho más justos. En los últimos años hombres de genio han sido privados de su vida y literalmente perseguidos hasta la muerte [!] por las burlas de sus hermanos más ignorantes. (8)

Cuánta verdad hay en esto. Se rieron de Galileo, se rieron de Darwin, se rieron de Edison … y se rieron de Punch y Judy**.

CARACTERES ESCRITOS

La grafología, o análisis de la escritura, podría llegar a tener una firme base psicológica. Los argumentos más fuertes a su favor parecen ser:

1. Puede existir alguna relación entre el patrón general de escritura de una persona y su personalidad. Podría esperarse que un artista tenga un patrón de interés visual; una persona ordenada y metódica podría escribir despacio y prolijamente, y demás.

2. Puede haber razones inconscientes para ciertos manierismos de escritura. Tómense los dos ejemplos de la Figura 12- 1. Puede verse que ciertas letras del ejemplo A se elevan hasta la capa superior. De acuerdo con la teoría grafológica, esto indica aspiraciones espirituales, creatividad, sueños e ilusiones. El ejemplo B se hunde por debajo de la capa inferior, manifestando impulsos sexuales y otros elementos reprimidos del inconsciente.

Los grafólogos han analizado similarmente las letras hacia la derecha o la izquierda, el tamaño y las proporciones de las letras, su angulosidad o redondez, la forma y longitud de los trazos conectivos, el grosor de los trazos y muchos otros factores en términos de conducta inconsciente.

La mayoría de los grafólogos parecen llevar la idea demasiado lejos. Klara G. Roman, en Análisis de la escritura: una clave de la personalidad, 1961, utiliza un gráfico que enumera cuarenta y una características que deben buscarse, elaborando un complejo e impresionante «perfil de personalidad». (9) Si cada perfil corresponde a alguna personalidad real es otra cuestión. Lamentablemente, un sistema de grafología no está sujeto normalmente a experimentos sistemáticos en gran escala, como los tests psicológicos convencionales. Por lo tanto no tenemos garantías de que demuestre lo que presuntamente demuestra; de que funcione consistentemente con grandes cantidades de personas; o de que sus hallazgos se correlacionen con los de otros tests.

La grafología parece haber derivado de los primeros estudios de la conducta inconsciente, al igual que los miles y miles de tests «proyectivos» de las revistas populares. Semanal o mensualmente, somos invitados a transformarnos en cualquier animal que nos guste; a ordenar un conjunto de colores; a dibujar un árbol; a fijarnos si encendemos los fósforos «hacia afuera» o «hacia adentro» a gastar un millón; a dibujarnos a nosotros mismos; a fijarnos en la simetría de nuestra cara; a ordenar algunos símbolos chinos; a elegir nuevas mascotas. nombres. cónyuges o carreras; y demás. Cada «test» promete una visión genuina del propio carácter y. como monos ante un espejo, a todas ellas las encontramos fascinantes.

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Fuente: “Los Nuevos Apócrifos” (R) John Sladek. En El Péndulo Nro 6. Segunda Época, de enero de 1982, Se puede acceder a la versión original en PDF en este link.

* Pitman parece haber sido un entusiasta de la fisiognomía, la reforma del alfabeto (igual que Bernard Shaw) y el vegetarianismo. Describió sus opiniones vegetarianas en una carta al Times en 1879, que empezaba: «Ser. – A frend sujests tu me that I ought tu reit a leter tu The Times plasing mei leifeksperiens in kontrast with…». Firmado: «Eizak Pitman». (“Señor, un amigo me sugiere que deberla escribir una carta a The Times, poniendo mis experiencias vitales en contraste con…». Firmado: «Eizak Pitman»). La carta está redactada en una curiosa transcripción fonética del inglés. (N.d.T.)

** Personajes grotescos de una célebre comedia de marionetas. (N.d.T.)

Notas bibliográficas

1 Encyclopedia Americana, en el artículo «Phrenology».

2 Sibyl. The Popular Fortune Teller (Londres, W. Foulsham. s.f.).

3 John Brophy, The Human Pace Reconsidered (Londres, Harrap, 1962), pág. 183.

4 Noel Jaquin; The Hand of Man (Londres, Faber, 1933), págs. 12- 13

5 Ibid., pág. 14.

6 Ibid., pág. 17.

7 Cheiro (Count-Luis Hamon), Cheiro’s Language of the Hand (Londres, Gerbert Jenkins. 1958), págs. 27-8 .

8 Jaquin, pág. 19.

9 Klara G. Roman, Hand wri­ting: A Key to Personality (Londres, Routledge & Kegan Paul, 1961).