Elfo corporativo, o las aventuras de una criatura mágica en la industria del software

// Por Juanjo Conti

Juanjo Conti reseña para Synco Elfo corporativo, poemario de Rita González Hesaynes, una autora argentina que trabaja como programadora en Alemania. «Ningún poema se parece al anterior. Ni en forma, ni en contenido ni en recursos. Pero todos, desde el principio, van dibujando una línea. O mejor, para ponerlo en términos afines, van armando una red, una topología, con elementos que reaparecen: las piedras, las pantallas, las corporaciones».

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Elfo corporativo es un poemario protagonizado por una criatura mágica que trabaja en la industria del software. Que es, si se permite la metáfora trillada, un engranaje en el sistema. Su autora, Rita González Hesaynes, es una poeta argentina que vive y trabaja como programadora en Alemania.

Ya desde el título, el libro anuncia que en su interior se cruzarán dos líneas: la fantástica, con bosques y criaturas mágicas, y la del mundo del trabajo, con obligaciones y computadoras.

Si bien el poemario abre con “había una vez”, me parece que el poema titulado “rethink. reskill. reboot.” es un mito de origen más apropiado para el elfo corporativo. Termina con dos versos que configuran el mandato de nuestra sociedad, exitista y en busca de soluciones estandarizadas: “dejá lo que sea que hagas / convertite en programador”.

Nuestro elfo deja atrás su mundo encantado y paga con gotas de sangre el peaje para permanecer en el otro.

Ningún poema se parece al anterior. Ni en forma, ni en contenido ni en recursos. Pero todos, desde el principio, van dibujando una línea. O mejor, para ponerlo en términos afines, van armando una red, una topología, con elementos que reaparecen: las piedras, las pantallas, las corporaciones. Cito uno: “por todo paso manos”, dice “la lengua áspera”, un poema cargado de erotismo, “por mis herramientas de trabajo, las teclas, la estática vibrante de la pantalla”.

Antes de avanzar, vuelvo al principio. El epígrafe del libro, una cita de Roger Zelazny que no voy a revelar aquí, plantea una dualidad, una pregunta, puesta ahí para quien quiera pensarla. El juego recuerda al de Philip K. Dick en El hombre en el castillo y esa puede ser una clave de lectura válida para el libro: el mundo de los elfos, mágico, como contracara del rígido y exacto mundo de la industria informática. Ya lo dijo Arthur C. Clarke en los sesenta : “Cualquier tecnología lo suficientemente avanzada es indistinguible de la magia”. La relación con Dick no es forzada; uno de los poemas del libro se titula “sueñan los servidores con promesas eléctricas?”.

Seguimos. Un poco en tono burlesco, nos enteramos cómo es el entorno laboral del elfo corporativo. Un entorno, no huelga decirlo, anterior a la pandemia y al confinamiento. Leemos en “jornada laboral”: “nos ofrecen manzanas y quesos y castañas / tan amable es la gente del lugar” y  “el ruido silencioso / de oficina”.

Una de las obsesiones de la industria, en particular de las empresas que venden horas de programadores, es saber cuánto tiempo ocupa cada empleado en cada una de sus actividades diarias: llegan al ridículo de preguntarles, incluso, cuánto tiempo de ese día han dedicado a medir sus tareas (de esto se encarga el poema “hay que registrar”). En tal sentido, “daily stand-up”, titulado a partir del nombre de una de las prácticas definidas por una de las metodologías de desarrollo de software más populares, sobrecarga de sentido las preguntas que un manager le hace a los miembros de su equipo: “¿Cómo venís con esto? / ¿Qué te ayudaría a terminar lo antes posible? / ¿Qué nivel de confianza te tenés? / ¿Puedo darte feedback de tu trabajo? / ¿Podrías darme feedback a mí?”.

Elfo corporativo, Promesa Editorial, 64 páginas. Un libro destinado a estar arriba del escritorio, junto al teclado y acompañar a su lector, ya sea propio o ajeno, en su semana laboral. Y si tiene suerte, a ser interpelado en más de un aspecto.