Luciana Maxit: “Está mal visto ser artista y creer en Dios”.

Entrevista por Jorge Hardmeier

Foto portada: @iritoska

Jorge Hardmeier entrevistó a Luciana Maxit, poeta oriunda de Mar de Ajó para Sonámbula a partir de la lectura de su poemario Un dios a tu medida, editado por Hemisferio Derecho.

Falta un día para el inicio de la primavera. Espero a Luciana Maxit en las mesas externas del histórico bar El Banderín. Almagro y amenaza de tormenta. Luciana nació en Mar de Ajó en 1992. Además de poeta es socióloga. Ha publicado Creo que oigo el mar (Tiempo Azul, 2022) y Un dios a tu medida (Hemisferio Derecho, 2024). Sus textos se han publicado en diversas antologías, incluyendo Yacer en el Tuyú: Poetas del Partido de la Costa y General Lavalle (El Suri Porfiado, 2020). Luciana se mudará a La Plata: “En Mar de Ajó me estoy oxidando. El mar es un lugar hermoso para vivir, muy tranquilo pero estoy intentando ampliar horizontes”. ¿Por qué La Plata? “Hace dos años empecé a hacer el taller virtual con Celeste Diéguez, una poeta de Chascomús que vive en La Plata. Es muy genial ella y las chicas del grupo de taller se convirtieron en mis amigas. Y me salió la oportunidad de un trabajo así que todo se armó para que sea La Plata”. Antes de la lluvia.

Génesis

A Luciana la poesía, sin proponérselo, la abordó de pequeña: “Siempre estuvo mi interés por los libros y me llegó, a partir de una tía, una biblioteca. Leí mucho y cerca de los veinticinco empecé a escribir. Eso tuvo coincidencia con la época de la lucha por el aborto legal, público y gratuito y me parece que se abrieron algunos espacios. Estaba en un grupo, en la Costa. Se llamaba Flama. Hicimos algunas lecturas de poesía. Ahí me animé a leer un poema por primera vez. Eso fue 2018”. Y Maxit, ya recibida de socióloga en Mar del Plata, comenzó su derrotero poético: “Era un contexto para escribir y leer y había militado ese lugar. Era gente con la cual me sentía cómoda. Hacíamos actividades performáticas en la calle y esto que cuento fue en la Plaza de Mar de Ajó, la plaza a la que fui toda la vida. Estábamos durante el gobierno de Macri y dijimos: tenemos que seguir y ocupar otros espacios. Aún no había publicado. En el 2020 me contactó Ana Claudia Díaz, una poeta que tenía una investigación sobre poetas de la Costa y de General Lavalle. Quería saber cómo se vinculaba el territorio del campo y del mar con las poéticas de quienes vivíamos ahí. Me manda un mail y me dice: che, alguien me dijo que vos escribís poesía, ¿tenés algo para mandarme? Sí, ¿Cuántos te tengo que mandar? Cinco. Yo no tenía cinco poemas, los terminé de escribir y se los mandé. Y uno de esos poemas quedó seleccionado para el libro Yacer en el Tuyú, el que aparece ahí se llama El héroe (no, gracias) y le habla a la figura del guardavida en la playa como un héroe admirado, al que la voz del poema rechaza”. Primeras gotas.

 

Genealogía mística

Existe una suerte de tradición, en la cual, quiera o no, se posiciona la poesía de Luciana: el misticismo cristiano. Fijman, Viel Temperley, Miguel Ángel Bustos, Leopoldo Marechal, la misma Pizarnik. “Empecé a hacer talleres con Ana Claudia Díaz y el que más me marcó fue Viel Temperley. Me rompió el cerebro. Encontré en él dos cosas que se articulaban mucho: el tema del nadador, el mar, de esa fuerza mística que hay en ese lugar con esta cosa de Dios, comulgar y el ángel del exterminio. Se me abrieron dos mundos que yo tenía adentro y siento que los tengo todavía”. Las lecturas: “Pizarnik, fue la primera. Después leí bastante de Juana Bignozzi, Viel, luego empecé a leer poesía norteamericana: Sam Pink, Matthew Dickman, Eileen Myles, Dorothea Lasky, Denise Levertov, Emily Dickinson. Tengo que pensar bastante cómo está ubicada mi biblioteca. Sumo algunos autores que me gustan y leo mucho: Marina Mariasch. Fernanda Mugica, Daiana Henderson, Cecilia Pavón”.  ¿Narrativa? “Estoy leyendo mucho a Emmanuel Carrere. En particular El Reino que es como la genealogía de Pablo, uno de los encargados de divulgar las enseñanzas de Jesús”. La lluvia es insistente, ya.

Dios mío

Luciana es creyente y no teme a cierta intelectualidad en la cual esa condición es mirada de reojo: “Para mí Dios es una respuesta a ciertas cuestiones que no tenemos a nuestro alcance. Poder pensar en dioses como formas más elevadas a lo que es la humanidad. Decía de la lucha por el aborto legal, la separación de la Iglesia del Estado…Pero yo soy profundamente creyente, crecí con eso. La vez que tomé la comunión sentí que me estaba elevando, fueron experiencias corporales que tuve. Y por vergüenza o por pertenecer a cierta época o pensamiento correspondiente a mí edad dije: no. Está mal visto creer en Dios, está mal visto ser artista y creer en Dios. Cuando encontré a Viel entendí que Dios puede estar en la poesía también, construirlo con palabras. Creo que ciertos discursos morales existen sobre cómo tiene que ser alguien que hace arte. Me sirvió mucho leer a Mario Ortiz, poeta de Bahía Blanca, y es increíble. El Libro de las formas que se hunden es uno de los libros que más me gustan. Y hace poco publicó Los Signos. Hace una investigación basándose en esto: yo durante muchos años no dije que creía en Dios porque me daba pudor, no podía afirmarlo y se dedicó a hacer una búsqueda sobre los signos de la existencia de Dios. Lo publicó Vox/Lux. Ese libro me llevó a pensar mi recorrido. Y separar lo que es la institución Iglesia de la fe. Me avergonzaba decir que soy católica, soy cristiana, me avergonzaba por todas las aberraciones que ha hecho la Iglesia Católica en su historia. Una cosa es la institución, creer es otra cosa. Yo no voy a la Iglesia, no necesito ir para creer en Dios. Una es la lógica de la institución y otra la de la fe. Cuando mi mamá se separó de mi padre, el cura de la Iglesia a la que fuimos toda la vida le prohibió a ella seguir comulgando porque ella estaba viviendo en pecado”. Estamos amparados por una sombrilla pero se escucha el sonido de las gotas repiqueteando sobre la vereda de Guardia Vieja.

 

El Mercado no es asunto de Dios

El dios mercancía ha colonizado nuestras vidas. La mercantilización de la existencia. Tales temas están presentes en Un dios a tu medida: “La parte del Mercado viene por mi otro ejercicio: la Sociología. Creo que el Mercado se convirtió, un poco, en esa respuesta que digo que Dios es. Fue remplazando los lugares de lo divino. Por cosas materiales  que las personas necesitan para sentirse en un lugar más seguro. El Mercado se ocupa de eso. Por eso se ha transformado en algo vergonzante decir que creés”. Lo paradójico es que, en ciertas ocasiones, las creencias y la fe son manipuladas por mercaderes: “Con cualquier creencia se puede hacer un negocio. Lo que más me gusta de la creencia es el compartir con otros, cuando la experiencia de creer deja de ser individual y pasa a ser social. Hay una creencia en una Virgen o en una causa y eso hace que la gente se junte. Lo mismo me pasa cuando voy a un recital”, ejemplifica Maxit que admira a Lou Reed y la Velvet Undergraund, Strokes, Charly García, Virus, Melero, Rosario Bléfari y a las diversas bandas de rock platense. La lluvia amaina.

Virgen Madre

Luciana es devota de la Virgen María: “Eso lo heredé de mi nonna, Tindara, que es la mamá de mi mamá. Se llama así por la Virgen de Tindari, que apareció en Italia. La Virgen Negra. Se le aparece a una mujer pidiéndole ayuda y le dice que no porque es negra y fea. En ese lugar, dice el mito, si lo ves desde arriba, es la Virgen sosteniendo un niño y se armó la Iglesia de Tindari y con ese nombre fue  bautizada mi nonna. Ella era devota, cuando fue a Italia me trajo un prendedor de la Virgen. Siempre fue algo muy sagrado para mí. En mi educación la figura de la Virgen era la que más me llamaba la atención porque era una mujer. Yo me preguntaba cuando iba a catequesis y a la Iglesia los domingos, por qué no podía ser monaguillo. Quería estar ahí”. La Virgen, madre de Cristo, nos remite inmediatamente a la figura materna: “Es lindo eso que dice Viel: la madre es el verano. Es lo fértil. No pasé por la experiencia de la maternidad pero creo que es una de las pocas cosas que son para siempre. La madre es el génesis, la vida. Hay un poema dentro del libro, que le tomo prestados unos versos a Anne Sexton que dice: Madre, cada vez que le hablo a Dios, tú te entrometes. Es una relación medio magnética”. Y entonces la Tota: “Yo no soy una persona futbolera, pero Diego me conmueve. Y Diego tenía una cercanía con Dios”. Como escribe Emmanuel Carrere en El Reino: “El Reino no es de los sabios, es de los locos. Jesús promulgaba que el reino no era de los más eficientes o inteligentes, el reino es de los pobres, de las putas, de los marginados. Lo esencial es ser misericordioso, no creerse mejor que nadie”. Llovemos.

Santa Evita

Luxiana Maxit es cristiana, maradoneana y peronista: “Descubrí a Eva de grande porque vengo de una familia anti peronista. Entonces me costó mucho llegar por mis propios medios a Eva y a Perón sin decir: ese era un dictador y ella era un desastre. Lo que me conmueve de Eva, además de sus ideas, es quién era ella como persona, me conmovió muchísimo conocer su historia, que era una hija bastarda, cómo llega a la ciudad, ese proceso de ir hacia otro lugar y abandonar su casa, seguir su profesión que era ser actriz. Y cuando tuvo poder pensó en los que menos tienen. Y eso responde mucho a lo que hablábamos, a la filosofía cristiana. Se para desde ese lugar, también. Pensó en los niños, en los viejos, pensó en las mujeres, el voto femenino. Su voz fue muy importante. Y todo lo que pasó después. Santa Evita. Es como Diego, y eso no se puede crear, eso lo tienen ciertas personas. Son humanos, han pasado por este mundo y han nacido en este bendito país. Y quizás los amamos porque se equivocaban”.

Una casa en Argerich

En la poética de Maxit la casa es una realidad material y una metáfora: “Una casa es un vínculo. La casa es el amor. El ejercicio de construir con un otro un lugar para vivir. Hay que hacer esfuerzos para que sea sostenida esa casa, encargarse de tapar las grietas. Cuando escribí los poemas de Un dios a tu medida, venía de una separación que puso fin a una convivencia”.  En el libro de Luciana convergen su vertiente bíblica y la admiración por Martha Argerich: “Para mí es el arquetipo de la diosa, reúne esas características. Como Eva, como Diego… El libro nació por ese poema. Había visto la película que hizo la hija de Martha Argerich sobre Martha. No fue una madre ejemplar pero es una persona extraordinaria en su talento, extraordinaria en el modo en el cual se posiciona. Cuando investigué vi que era una persona que hacía de su vulnerabilidad un don. Cuando toca parece que tiene algo adentro, que está poseída. Y a la vez es una persona absolutamente frágil y temerosa. Me pareció que Dios puede ser así. Se me ocurrió eso de qué pasa si dios es una mujer y es argentina y es Martha Argerich. Yo creo que hay seguir preguntándose siempre qué es Dios pero yo no dudo de que exista”.

La lluvia se ha detenido. Entretiempos.