Los nuevos apócrifos, de John Sladek (parte 3.3)

Cultos alimentarios delirantes, alimentos milagrosos o nefastos, polémica macrobiótica zen, vegetarianismo inconsistente y tabúes alimenticios de todo tipo constituyen esta nueva entrega del libro de John Sladek, Los Nuevos Apócrifos. Guía de ciencias extrañas y creencias ocultistas, que comenzamos a reeditar hace algunas semanas e iremos completando a lo largo de 24 entregas. Existen análisis posteriores más completos, pero el ensayo de Sladek –por la información, el estilo sarcástico pero ameno y el desarrollo argumentativo– fue crucial para toda una generación interesada en la ciencia y la literatura que se acercó por primera vez a este texto en las páginas de la maravillosa revista argentina de ciencia ficción El Péndulo.

Traducción: Carlos Gardini. Dibujos: Alfredo Grondona White. Transcripción: Pedro Perucca

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10 ALIMENTOS

Se necesitaría una voluminosa enciclopedia para historiar los cultos alimentarios desde el tabú de la manzana de Adán hasta la macrobiótica zen. Las entradas podrían incluir las normas de «alimentación limpia» del Levítico, la abstención pitagórica de habichuelas*, y la historia de un alimento prodigioso del siglo catorce, el antimonio**. Los vegetarianos célebres de los dos últimos siglos, incluyendo a Shelley, Shaw, Montessori y la mitad de los revolucionarios nombrados en las memorias de Herzen (la otra mitad se dedicaba a Ja frenología) ocuparía casi un volumen y ni siquiera nos quedaría lugar para excursiones laterales, como por ejemplo las ideas alimentarias del poeta futurista Marinetti. (Cuando no estaba promoviendo el fascismo de Mussolini, Marinetti elaboraba recetas para el nuevo orden, como salame servido en café negro caliente rociado con agua de colonia).

Aun así, sería imposible mantener actualizada semejante enciclopedia, pues nuevos cultos surgen casi a diario. Algunos tienen que ser importados de tribus inaccesibles de los Alpes, los Urales o el Himalaya, y otros se descubren en oscuros monasterios japoneses, pero una gran cantidad parece florecer directamente en las testas de los quiroprácticos de California. Hombres de menor calibre esperan dispuestos a probar consecutivamente cada sistema nuevo, olvidando las decepciones del pasado.

Los pseudoexpertos en nutrición no sólo afirman tener todas las respuestas, sino que afirman que las respuestas son tan simples que cualquier lego sin mayor cultura puede entenderlas. Casi todos los cultos alimentarios comprenden algún sistema simplón donde un par de alimentos prodigiosos deben ingerirse en cantidad, mientras que deben evitarse un par de alimentos ponzoñosos. Como en la quiropráctica, toda consideración sobre la complejidad del cuerpo humano se descarta desdeñosamente como cháchara ortodoxa.

Tabúes alimentarios

El ayuno, como las drogas, la falta de sueño, el dolor extremo o la asfixia parcial, puede producir alucinaciones. Por eso fue siempre una técnica valiosa en la religión mística, aunque Buda y otros reformadores quitaron toda importancia a la inanición. Aun así, la idea básica de que ayunar es bueno ha conservado vigencia entre los cultistas alimentarios, y pasa de mano en mano reverentemente, como una herencia de dólares confederados.

En 1910 un culto del ayuno, patrocinado por Hereward Carrington (a cuyo trabajo espiritista nos referiremos en otra parte de este libro) y Upton Sinclair, proponía curar la tuberculosis, el cáncer, la sífilis, etc., simplemente matando de hambre al paciente. Este culto en particular ha desaparecido por ahora, pero muchos naturópatas aún recomiendan ayunos para “purgar” el sistema, antes de adoptar una dieta de moda.

Los ayunos conos no causan ningún daño a la gente sana, ni le hacen ningún bien. La obesidad se ha tratado con ayunos de hasta treinta semanas, pero sólo en hospitales y bajo supervisión médica. El aficionado que intenta hacer ayunos prolongados se arriesga, en el mejor de los casos, a enfermedades por falta de vitaminas.

El patrón de los tabúes alimentarios es claro en la dieta promovida en 1933 por el doctor William Howard Hay. Aquí Martin Gardner sintetiza la dieta Hay, según la cual

casi todos los males corporales son el resultado de la “acidosis”. Esta a su vez es causada por 1) exceso de proteínas 2) exceso de comida adulterada, como el pan blanco. 3) combinaciones de proteínas y carbohidratos en la dieta. 4) retención de comida en el vientre veinticuatro horas después de la ingestión. También recomendaba el ayuno, aparentemente sin saber que el ayuno causa acidosis de veras. (1)

Todas las nociones de la dieta Hay circulan aún en otros cultos alimentarios. especialmente el tabú de los “alimentos adulterados”. La definición de adulteración varía, pero parece existir el acuerdo general de que los “alimentos pálidos producen personas pálidas”, título de un artículo en una revista naturopática llamada Here’s Health. En otra parte una actriz de televisión escribe: “Nada de pan blanco… es sólo desecho; nada de sal… retiene líquidos; nada de azúcar blanco… es ante todo sustancias químicas”. (2)

En cada particular, el tabú sobre las comidas blancas es erróneo y tiene tan poco asidero como el antiguo tabú griego sobre las comidas rojas. El furor de los huevos oscuros, el azúcar negro y pan negro contribuye a mantener los precios de estos artículos artificialmente altos, pues si existe alguna diferencia genuina entre ellos y sus equivalentes pálidos es la escasez.

El azúcar blanco no es “ante todo” sustancias químicas sino un cien por ciento de sustancias químicas, como todos los alimentos, y como todas las actrices de televisión. Desde luego se supone que lo de “sustancias químicas” es peyorativo; la idea es que el azúcar blanco se prepara en alguna retorta de laboratorio, mientras que el azúcar negro crece “naturalmente”. Lo cierto es que ambos son refinados a partir de la misma caña de azúcar mediante el mismo proceso industrial. La huella de las sustancias químicas que dan al azúcar negro su color y su gusto agradable ha sido eliminada del azúcar blanco. Ambas variedades son lisa y llanamente azúcar y no difieren en valor nutritivo .

La sal retiene líquidos, lo cual, lejos de ser una razón para evitarla, es una de las razones por las cuales la necesitamos. Afortunadamente para los cultistas que se abstienen de la sal, probablemente la ingieren en pequeña cantidad con otros alimentos.

La superioridad del pan integral sobre el pan blanco es obvia; ha sido demostrada en tests de alimentación animal y en análisis. La harina integral contiene grandes cantidades de niacina, tiamina, riboflavina y varios otros ingredientes que no tiene la harina blanca no enriquecida. Más aún, contiene dosis de piridoxina, ácido pantoténico, biotina y ácido fólico que no existen siquiera en la harina blanca enriquecida. Sin embargo, el plan blanco no es “desecho”, pues contiene aproximadamente la misma cantidad de proteínas (8 por ciento) que el pan integral (8.2 por ciento). Como parte de una dieta balanceada, hay pocas razones para suponer que el pan blanco es desechable o pernicioso. En verdad un test parece haber demostrado que cualquier clase de pan es una excelente fuente de proteínas y carbohidratos en la edad del crecimiento. (3) Los verdaderos desechos se producen en los procesos de molido y extracción, donde, por razones puramente técnicas (la harina blanca resiste el almacenamiento mejor que la integral) algunas de las mejores partes del trigo se eliminan.

El favorito de siempre entre los tabúes alimentarios es el vegetarianismo. Aquí está el argumento principal presentado por otra actriz de televisión:

No creo en la matanza de animales, pero además no creo que la carne haga bien. Se tarda mucho tiempo en digerirla, y mientras se la digiere descarga venenos tóxicos -los que emanan de cualquier carne muerta- en la sangre. (4)

Los “venenos tóxicos” en cuestión son probablemente el ácido úrico y lo que los naturópatas llaman “necronas”. El ácido úrico siempre está presente en el cuerpo. Alrededor de la mitad es manufacturado por el cuerpo mismo, sea cual fuere la dieta. El resto viene de alimentos ricos en purinas. Según una referencia standard:

Como el hígado, el riñón, las mollejas, los huevos, las sardinas y sardinetas son los únicos alimentos ricos en purinas, éstos son los únicos alimentos de los cuales podría derivar una producción urinaria excesiva de ácido úrico. (5)

Para los que sufren de gota o cálculos del riñón, tendría algún sentido prescindir de esas seis comidas, pero las personas sanas no tienen nada que temer del ácido úrico. No se sabe que cause ninguna enfermedad.

Las “necronas” parecen existir solamente en la imaginación de los vegetarianos.

El problema del colesterol es más controvertido, pero la evidencia de que comer productos animales causa trastornos cardíacos no es concluyente. Las grasas animales de la carne, la manteca, la leche, etc., elevan el nivel de colesterol del plasma, y este nivel puede ser rebajado reemplazándolos en la dieta por grasas no saturadas, tales como el aceite de maní o el aceite de maíz. Para los vegetarianos el mensaje es claro: comer carne causa trastornos cardíacos por obstrucción arterial. La situación real es más complicada. Otros factores afectan el nivel de colesterol del plasma: el sexo y la edad, los tipos de carbohidratos de la dieta, el ejercicio y los factores glandulares, y desde luego el hábito de fumar y la obesidad influyen en los trastornos cardíacos. Una tribu nómade del África consume grandes cantidades de grasa animal sin elevar el nivel del colesterol en el plasma sanguíneo. (6)

El “colesterol sanguíneo” es un tema que es “noticia”. Ello se debe por cierto a su relación con la arteriosclerosis y su secuela, el trastorno cardiaco por obstrucción arterial (…) Como tantas otras “noticias”, su importancia clínica ha sido a veces exagerada y distorsionada en los diarios, la televisión y la radio (…) Aunque se ha aprendido mucho sobre el colesterol y las lipoproteínas en los últimos veinte años, debe reunirse mucha más información antes de precisar con claridad su papel en la salud y la enfermedad. (7)

El miedo al colesterol impulsó a la gente a hacer tonterías como tomar cápsulas de aceite de maíz (que por sí mismas no pueden reemplazar a las grasas animales a menos que uno deje de comer grasas animales) y a usar costosas margarinas de aceite de maíz, algunas de las cuales habían sido hidrogenadas (es decir, vueltas idénticas a las grasas animales).

Algunos vegetarianos permiten productos animales como los huevos y la leche, otros los prohíben. Algunos evitan los cítricos (de nuevo la “acidosis”) mientras que otros recomiendan exclusivamente las frutas. Muchas sectas publicitan complementos vitamínicos o minerales en forma de jarabe o píldoras. Convirtiendo así al vegetariano en una especie de inválido cuya frágil constitución necesita ser tratada con jugos vegetales, píldoras de hueso molido, vitaminas múltiples y tónicos de hierbas, los establecimientos de comida dietética complacen a los hipocondríacos que tal vez integran buena parte de su clientela. Un número de Here’s Health enumera más de ochenta productos o grupos de productos, incluyendo “alimento capilar” y alimentos herbáceos para animales (!).

El nivel de ignorancia alimentaria es altísimo entre los vegetarianos, si juzgamos por las revelaciones de Edgar Cayce:

Todos deberían comer siempre mucha lechuga: pues ésta suministra un efluvio a la corriente sanguínea que es una fuerza destructiva para la mayoría de las influencias que atacan la corriente sanguínea. Es un purificador.

Ingieran muchos de esos alimentos que proporcionan calcio al cuerpo. Los encontramos especialmente en las zanahorias crudas, los tubérculos cocidos, toda clase de ensaladas, especialmente las ensaladas de berro, mostaza y productos similares. (8)

El efluvio especial de la lechuga no ha sido detectado hasta ahora por los especialistas en nutrición convencionales, quienes carecen de las etéreas fuentes de información de Cayce. A su vez, estas fuentes olvidaron mencionar el queso cheddar, que contiene dieciséis veces más calcio que las zanahorias, cuatro veces más que el berro y un tercio más que cualquier hortaliza. Lo cual es una suerte, a menos que uno considere los productos lácteos peligrosamente antivegetarianos.

El doctor Melvin Page, un dentista de Florida, cree que la leche es responsable de muchas enfermedades de los adultos. Destaca la elevada incidencia de cáncer en Wisconsin, un estado-granja.

Observa Martín Gardner:

Esto ilustra una de las falacias estadísticas más elementales. Los habitantes de Wisconsin suelen ser longevos, y como el cáncer es una enfermedad de la madurez y la vejez, es una causa de muerte más frecuente en Wisconsin que en muchos otros estados. Un área donde hay pocas muertes por cáncer es probablemente un área de escasa salud cuyos habitantes suelen morir jóvenes. (9)

El vegetariano Dr. Joseph D. Hallo esgrime un argumento similar en Recupérese de su ataque al corazón, 1967, explicando el valor del ejercicio:

Sigamos el ejemplo de los mineros ingleses, entre quienes muy pocos sufren de arterioesclerosis. Por el contrario, las estadísticas indican que se encuentran nueve veces más casos de enfermedades coronarias entre los médicos de Inglaterra. (10)

Es obvio que muchos médicos llevan vidas tensas y sedentarias que con tribuyen a afectar el corazón. Pero los mineros ingleses no se han sal vado de los ataques cardíacos gracias al ejercicio, sino gracias a muertes prematuras por silicosis, cáncer pulmonar y otros gajes del oficio, incluyendo los accidentes. Los lectores de Hallo, sin tener en cuenta que el autor no es estadístico ni médico, se arriesgan a realizar el peligroso experimento de tratar de subir veintiocho tramos de escalera después de un ataque cardíaco.

Recientemente el tabú de la leche ha conducido a la producción de “leche vegetal” hirviendo y macerando hierbas y otros forrajes para formar una sustancia lechosa que luego se envasa y se vende en tiendas de alimentos naturales. Evidentemente, en este caso se supone que la “naturaleza” es un proceso industrial que contrasta con los artificios de las empresas lácteas.

Uno de los grandes enemigos del azúcar, la leche y el trigo fue el inventor de la comida “orgánica” Jerome lrving Rodale, que murió en 1971 a los setenta y dos años. Rodale construyó un emporio naturista de nueve millones de dólares, sobre todo con la publicación de dos revistas. Prevention (tirada: un millón de ejemplares) y Organic Gardening (700.000).

Cocinar era tabú absoluto para Rodale, quien explica que “ningún animal come alimentos cocidos”. Cuando los lectores han asimilado esa verdad sorprendente. Rodale les despacha otra: Hitler era adicto al azúcar.

Hitler era un típico ejemplo de adicción al azúcar, relacionada con cierta tendencia criminal (…) La evidencia está allí. Es absolutamente incuestionable. Hitler debía de sufrir de escasez de azúcar en la sangre a causa de un consumo excesivo de azúcar. (10)

Así nos esclarece en La salud natural, el azúcar y la mente criminal, donde descubre otras asociaciones extrañas entre el crimen y la odiada sucrosa. ¿Puede ser coincidencia que una torta fuera bautizada Napoleón? ¿Que en el depósito de libros desde donde Oswald baleó al presidente Kennedy el FBl encontrara una botella vacía de Coca-Cola? ¿Que al estrangulador de Bastan le gustara el chocolate? Para Rodale, la respuesta es más que obvia: la adicción al azúcar, no a la heroína, es responsable de la creciente tasa de criminalidad en Estados Unidos, la elevada tasa de suicidios de Dinamarca,*** y una legión de enfermedades, del cáncer a la fiebre del heno. Bien, es posible.

Otra preocupación de Rodale es que ciertos alimentos nos están castrando. Explica que los animales experimentales han perdido sus características sexuales por culpa de una dieta más pobre; los machos se han empequeñecido, las hembras han perdido la “capacidad pélvica que facilita el parto”. Obviamente los humanos siguen el mismo camino:

Las observaciones entre nuestros jóvenes muestran (sic) que los humanos están sujetos a las mismas deficiencias como consecuencia de los alimentos vaciados que se utilizan desde que se inventó el laminador (…) El envasado, la pasteurización y muchas clases de refinamiento han contribuido al colapso hereditario. El incremento en la utilización del azúcar blanco es sin duda otras de las causas. Ustedes notarán la uniformidad de formas de muchachos y muchachas si concurren a cualquier reunión “hippie” o “beatnik”. (12)

La lógica peculiar de este pasaje es tan turbia que resulta casi imposible comentarlo. Pero el promedio de bebés que subsisten al nacimiento ha subido considerablemente desde que se inventó el laminador. No hay indicios de ningún deterioro físico de nuestra especie a través de la herencia (claro que no se evidenciarían tan pronto), ni hay pruebas de que la estrechez pélvica afecte seriamente los partos. Por último, es curioso que una proporción de los seguidores de Rodale sean los muchachos y muchachas que él considera tan ominosamente asexuados.

LOS PECES Y LOS PANES

Muchos cultos alimentarios equilibran los tabúes con alimentos prodigiosos especiales. Rodale enfatiza especialmente las frutas y hortalizas “crecidos orgánicamente”, es decir sin ayuda de fertilizantes artificiales (“químicos”) ni pesticidas.

Desde luego los pesticidas pueden ser genuinamente objetables, sobre todo las variedades que están diezmando las especies silvestres con una celeridad alarmante. Afortunadamente, los más dañinos se están dejando de lado.

También se ha demostrado que los fertilizantes con nitratos son peligrosos para el medio ambiente en dos sentidos: hacen que el suelo pierda su capacidad para fijar el nitrógeno, empobreciéndolo, y luego caen en ríos y manantiales y envenenan a los peces. Sin embargo, los efectos de los fertilizantes artificiales en las especies vegetales cultivadas parecen ser positivos. La única diferencia evidente entre una manzana abonada con bosta de caballo y una manzana abonada con un fertilizante artificial consiste en que la segunda es más grande, más sabrosa y mejor en general. Químicamente, una manzana es una manzana.

Un alimento prodigioso favorito parece ser el kelp, una variedad de alga marina. Un librito titulado Kelp, de Eric F. W. Powell, aboga por su causa:

Parece lógico asumir que si la vida comenzó en las aguas, los mares deben contener agentes vitales (…) y que lo que venga de los mares debería ser rico en propiedades nutritivas para la vida. (13)

Por ejemplo, la viscosidad de los buques-tanque. Powell insinúa que las algas curan una variedad de enfermedades, pero los ejemplos que cita son todos del mismo tipo: dama cincuentona que no puede dormir, mujer que goza de excelente salud excepto por jaquecas agudas, y demás.

Recuerdo un caso de neurastenia en que el paciente, un joven de 24 años, estaba absolutamente exhausto. Tenía una dispepsia nerviosa con mucha flatulencia, se quejaba de dolores de espalda, estaba constipado y no podía dormir excepto en arrebatos espasmódicos. (14)

Esa descripción encaja perfectamente con muchos adictos a la cura por su gestión, y sólo falta una congestión nasal crónica, dolores vagos y erupciones alérgicas. Powell trata esos casos con microdosis homeopáticas de kelp.

Ingeridas en proporciones más grandes que Pulgarcito, las algas son una buena fuente de yodo y otros minerales. Un modo más fácil de evitar la papera es comer pescado de mar un par de veces por semana, o simplemente usar sal yodada. Sin embargo, a menos que alguien sufra de una deficiencia mineral (cosa que no le ocurre a quien tenga acceso a la carne, la leche, el queso, los huevos y las hortalizas verdes) las algas no son más que un lujo inútil.

Powell insiste mucho sobre el contenido vitamínico de las algas, pero las únicas tres vitaminas que contiene (carotina. riboflavina y niacina) se pueden obtener en alimentos comunes y baratos que también contienen otras vitaminas.

Se piensa que la miel es mucho más nutritiva que el simple azúcar. Rodale cita la miel y la melaza como sustitutos del flagelo de la sucrosa. Cecil Tonsley, en Miel para la salud, 1969, adjudica a la miel notables poderes curativos. En un ejemplo de evidencia de oídas, describe cómo se curó un pie gangrenoso, a punto de ser amputado, envolviéndolo en una bolsa de miel. (15) Por cierto una cura notable, sobre todo teniendo en cuenta que la miel es principalmente azúcar y agua.****

Cinco alimentos prodigiosos son el secreto de la salud de Helmut Eugene Benjamin Gellert Hauser, más conocido como Gayelord Hauser. Son la leche desnatada, la semilla de trigo, la melaza negra (meladura), la levadura de cerveza·y el yogur. Un anuncio nos cuenta su descubrimiento:

Gayelord era el undécimo hijo de un maestro de Tubinga y tuvo una niñez normal y feliz hasta los dieciséis años, cuando desarrolló una infección turbercular en la cadera. que según los diagnósticos era incurable. Como último recurso, fue enviado al sanatorio de Suiza dirigido por Benedict Lust. El doctor Lust lo observó un día cuando almorzaba y lo sorprendió diciéndole: “Si sigues ingiriendo alimentos muertos, sin duda morirás. Sólo los alimentos vivos pueden dar vida al cuerpo”. (16)

Lust, como ustedes recordarán, es el fundador de la naturopatía norteamericana y autor de un libro sobre terapia zonal. Las otras influencias de Hauser incluían al doctor Auguste Rollier, que curaba la tuberculosis con baños de sol, y la ciencia de la quiropráctica.

En la década de 1920 fue a Hollywood, todavía un gran imán para quien se autodesignara una eminencia en problema s de salud. Al menos, los excéntricos de la alimentación abundaban más que ahora. Entre los clientes de Hauser figuraron Greta Garbo y la duquesa de Windsor, mientras que su competidor Lelord Kordel tuvo que contentarse con Eva Gabor.

Luzca más joven, viva más tiempo, de Hauser, publicado originalmente en 1951, expone sus teorías médicas, una mezcolanza de baños de sol, baños de asiento, masajes, laxantes vegetales, enemas, suplementos vitamínicos (vendidos por su organización) y ejercicios oculares de Bates. Piensa que deberíamos dormir en tablas de planchar inclinadas, cabeza abajo, que la catarata puede curarse con dosis masivas de riboflavina y que las vitaminas B pueden ser la cura para el cáncer que ha estado buscando la ciencia. (17) En cuanto a sus cinco alimentos prodigiosos, que “consumidos diariamente pueden añadir cinco años juveniles a su vida”, parecen notoriamente vulgares cuando se los examina con atención:

1. El yogur es una deliciosa forma de leche fermentada que no contiene más sustancias nutritivas de las que hay en la leche. Las ideas de Hauser sobre el yogur parecen tomadas de Metchnikoff, el científico ruso del siglo diecinueve que pensaba que las bacterias del yogur vivo reemplazarían nuestra flora intestinal normal, que según él creía nos estaba envenenando. No es así, como lo sabían todos menos Hauser hace medio siglo. Nos cuenta que el yogur viene de Bulgaria, donde anteriormente “por cada millón de habitantes 16 vivían 100 años o más, mientras que aquí en Estados Unidos sólo 9 de un millón llegan a centenarios”. No he podido encontrar estadísticas actuales comparables, pero los opulentos y degenerados norteamericanos (6. 1 por mil) ahora sobrepasan los 85 años con más frecuencia que los búlgaros rurales (4.4 por mil), que todavía comen muchísimo yogur.

2. La leche desnatada tiene un valor obvio para los gordos, y es un sustituto barato de la leche en las comidas. Por lo demás, es menos nutritiva que la leche entera, pues carece de vitaminas A y D. Desde luego, Hauser se alegraría de vendernos costosos suplementos vitamínicos para compensar esa deficiencia .

3. La yema de trigo y

4. La levadura de cerveza son buenas fuentes de proteínas, tanto como la carne o el queso. También son más caras. Pero no se puede pedir que Hauser, que vende esos productos, considere esa característica una desventaja.

5. La melaza negra, o meladura, es según Hauser

no sólo una excelente fuente de muchas vitaminas B, sino también de hierro, calcio y otros minerales. La meladura es un subproducto del refinamiento del azúcar y contiene todos los minerales y vitaminas con calorías estables del jugo de la caña original. (18)

Sí contiene buena cantidad de minerales, pero no de la caña de azúcar. Las fuentes principales del hierro y el cobre que contiene son las maquinarias industriales y los recipientes donde se hierve, del calcio, el agua de lima usada en la refinería. Aún así, contiene menos de éstos y otros minerales que las habichuelas comunes (diversas variedades).·En cuanto a las vitaminas B, es una de las fuentes más pobres en ellas. Martín Gardner explica que el adulto medio necesitaría tres litros y medio diarios de meladura para mantenerse sano. (19) Como la meladura tiene un 67 por ciento de azúcar, esto implicaría una dieta diaria de 9.350 calorías, con un consiguiente aumento de peso de unos seis kilos por semana (sin mencionar la diabetes y la intoxicación por hierro). Hauser ante todo promueve la meladura como fuente de vitamina B6, pero la mayoría de las dietas normales ya contienen de tres a diez veces la B6 requerida por la mayoría de los adultos.

Con los años. el imperio Hauser ha crecido. Hoy sus tiendas “Life & Beauty” venden vitaminas, alimentos prodigiosos, costosas máquinas eléctricas para extraer jugo de los vegetales y una gama de libros del maestro.

Otros alimentos prodigiosos han causado furor de vez en cuando, y luego desaparecieron. ¿Quién recuerda la clorofila, la jalea real, el aceite de alazor?

¿Quién, en pocos años, recordará el hueso molido, las píldoras de plata, las semillas de girasol, el aceite de ajo o cualquiera de los tónicos y elixires que finalmente seguirán el camino del Hadacol (que debía sus virtudes curativas a un sabroso porcentaje de alcohol)?

Para los cuarentones, la busca de salud natural da virajes raros y antinaturales. En El secreto de la juventud, de Barbara Cartland, se enumeran más de treinta preparados para la belleza “natural”, desde Alimentos Piel de Almendra, Elixir de Algas Algemain y Crema Satinada de Man hasta una mixtura llamada, créase o no, Crema de Placenta de Winston con Aceite de Yema de Trigo. Gansadas de la señorita Cartland. No. no debí expresarme así. Por eso, tendrían que lapidarme con Crema de Huevo para las Arrugas o lavarme la boca con Jabón de Lechuga Verde de Culpepper.

MACROBIOTICA ZEN

Dicen que cualquiera que sabe lo que le conviene ha sido contagiado por el macrobio. Pese a los rumores sobre desnutrición, pese a la clausura de unos pocos restaurantes por autoridades preocupadas por la higiene, esta chifladura sigue cosechando nuevos conversos dondequiera se venden los libros de Ohsawa .

El fundamento de la macrobiótica zen es increíblemente simple. Algunos alimentos son “yin” y otros son “yang”. George Ohsawa lo explica todo en Macrobiótica zen:

De acuerdo con nuestra filosofía no hay nada más que Yin y Yang en este mundo. Yin y Yang, hablando en términos físicos, son fuerza Centrífuga y Centrípeta, respectivamente. La fuerza centrífuga es expansiva, produce silencio, sosiego, frío y oscuridad. La fuerza centrípeta, en cambio, es constrictiva y produce ruido, acción, calor y luz sucesivamente. Los siguientes fenómenos fundamentales son consecuencia de esas dos fuerzas fundamentales. (20)

Luego procede a incluir opuestos físicos, tales como caluroso/frío y liviano/pesado, en listas de Yin y Yang. El púrpura es Yin, por alguna razón, mientras que el rojo es Yang. Todos los elementos de la tabla periódica son Yin, excepto el hidrógeno, el arsénico, el carbono, el litio, el sodio y el magnesio. La dieta entra en el sistema porque el reino vegetal es Yin; el animal, Yang. Sin embargo, las ensaladas son Yin y los cereales Yang, y esta excepción se complica porque los gustos dulces o agrios son Yin, los salados o amargos Yang. Evidentemente el país de origen del alimento complica aún más las cosas, según sea tropical (Yin) o frío (Yang).

Oshawa explica la importancia de una dieta balanceada de Yin y Yang. Curiosamente, el equilibrio casi siempre se alcanza con una dieta de un solo alimento, grano integral de cereal. Se permite una ensalada o un plato de carne de vez en cuando, pero los líquidos están severamente restringidos. Aparentemente, Ohsawa piensa que beber líquidos fatiga los riñones (lo que equivale a decir que tener sangre fatiga el corazón) .

Desde luego, se habla de curas milagrosas. Ohsawa insinúa enfáticamente que la macrobiótica curó a víctimas de la radiación de Hiroshima y enumera otras ochenta enfermedades curables mediante Yin y Yang. La lista incluye casi todas las enfermedades importantes que se conocen, con la lógica salvedad de la desnutrición. Aquí está la cura para el vulgar resfrío, las afecciones cardiacas, la lepra, la leucemia y las cataratas. ¡Elimine al momento la frigidez, la impotencia, la sífilis y la gonorrea! ¡Diga adiós a la paranoia y la polio! Aquí se muestra que la hemofilia, que los ignorantes médicos consideraron durante mucho tiempo una enfermedad hereditaria, era sólo otra consecuencia de comer poco arroz sin refinar (o demasiada ensalada).

Ninguna enfermedad es más sencilla de curar que el cáncer (esto también vale para los trastornos mentales y los problemas cardíacos} mediante un retorno a las comidas y bebidas más elementales y naturales: la Dieta Número 7. (21)

La Dieta Número 7 resulta ser un cien por ciento de granos de cereal integral y sorbos de líquido (“lo menos posible”). Así Ohsawa invita al paciente de cáncer a complicar su estado con escorbuto y una posible deshidratación. Dios santo.

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Fuente: “Los Nuevos Apócrifos” (R) John Sladek. En El Péndulo Nro 4. Segunda Época. Octubre 1981.  pp. 27-47. Se puede acceder a la versión original en PDF en este link dhttps://proyectosynco.com/los-nuevos-apocrifos-de-john-sladek-parte-3-1/e Ahira.

* Robert Graves, en Los mitos griegos, dice que los pitagóricos pensaban que las almas entraban en las habichuelas. Por lo tanto, las evitaban, para no correr el riesgo de engullir a un ancestro.

** Se dice que el alquimista Basilio Valentino trató de engordar piaras de cerdos y grupos de monjes con antimonio. Los cerdos engordaron, pero los monjes murieron: de ahí el nombre antimoine, “antimonje”.

*** “Dinamarca”, nos informa erróneamente, “tiene la mayor tasa de suicidios del mundo”. (Evidentemente su mundo no incluye a Checoslovaquia, Finlandia, Alemania Occidental, Hungría ni Suiza). Luego enumera ocho naciones en orden creciente de consumo de azúcar: Japón. España, Italia, Alemania Occidental, Estados Unidos, Gran Bretaña y Dinamarca. Si hubiera presentado la tasa de suicidios de cada país, sería obvio que su teoría hace agua, pues el consumo por libra/persona es de 43 en Japón, con una tasa de suicidio cada 100 mil personas de 14; mientras que en Gran Bretaña, con un consumo de azúcar 122,2 libras por personas la tasa de suicidio apenas llega a 9,7.

**** La miel es un 76.4 por ciento de azúcar y un 23 por ciento de agua. Contiene rastros de varias vitaminas y minerales. pero en menor proporción que casi todos los demás alimentos. Normalmente su escasez de agua (las abejas la abanican con las alas para secarla) y su ligera acidez matan suficientes bacterias para evitar que se eche a perder, pero como cura para la gangrena debe resultar tan eficaz como envolverse el pie en una bolsa de caramelos.

Notas bibliográficas

1 Gardner, Fads and Fallacies, p. 222.

2 TV Times, 8-15/10/1971, p. 15.

3 Davidson & Passmore. p. 258.

4 TV Times, 8-15/10/1971, p. 14.

5 Davidson & Passmore, p. 609.

6 Ibid., p. 105.

7 Ibid., p. 105.

8 Edgar Cayce, 123 Questions, p. 13.

9 Gardner, Fads and Fallacies, p. 341.

10 Joseph D. Hollo, Snap Back from Your Heart Attack (Brandon House, North Hollywood, 1967), p. 151.

11 Jerome lrving Rodale, Natural Health. Sugar and the Criminal Mind (Pyramid Publications, Nueva York, 1968), p. 15.

12 Ibid., p. 100.

13 Eric. F. W. Powell, Kelp (Health Science Press, Rustington, Sussex, 1968), p. 7.

14 Ibid., p. 13.

15 Cecil Tonsley, Honey for Health (Tandem, Londres, 1969), p. 100.

16 Gayelord Hauser, Look Younger, Live Longer, p. 66.

17 Folleto publicitario (Life & Beauty, Locking, Weston-super­Mare, Somerset, s.f.).

18 Hauser, Look Younger. p. 35.

19 Gardner, Fads and Fallacies, p. 341.

20 George Ohsawa, Zen Macrobiotics (Ohsawa Foúhdation, Los Angeles, 1965). p. 22.

21 Ibid., p. 53.