Metaverso, hiperstición y fantasmas semióticos

Marcelo Acevedo reflexiona para Synco en torno a la reciente transformación de Facebook en Meta, pensando en el clásico Snow Crash de Neal Stephenson y su poder hipersticional, sin perder de vista que hoy estas realidades virtuales globales como el Metaverso están diseñadas por millonarios que leyeron al cyberpunk no como una crítica del futuro que estaba llegando de la mano del capitalismo corporativo sino como una suerte de manual de instrucciones.

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 “Lo que decía es que no hay poder en los fantasmas, son puras potencias”

                                                                                                                  Daniel Link, Fantasmas.

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Las parodias suelen aparecer cuando los (sub)géneros comienzan a agotarse y la sensación generalizada es que ya no hay nada nuevo para contar y solo queda repetirse, reproducir fórmulas, contar la misma historia una y otra vez sin variaciones. En el prólogo a la edición de 1954 de su libro Historia universal de la infamia, Borges escribió: “Yo diría que barroco es aquel estilo que deliberadamente agota (o quiere agotar) sus posibilidades y que linda con su propia caricatura”. Snow crash es una novela de ciencia ficción barroca publicada en el año 1992, momento en el que para muchos -incluso sus propios creadores- el cyberpunk estaba “muriendo”, por lo que suele ser catalogada como la primera obra “post-cyberpunk”. Si bien es cierto que no se trata de una parodia en el sentido estricto de la palabra, Neal Stephenson incluye en su novela varios elementos clásicos del cyberpunk pero los exagera, los caricaturiza, y se vale de un humor sutil para evitar en todo momento la solemnidad. Por ejemplo, el protagonista, un antihéroe mitad oriental mitad afroamericano que viste de negro, porta dos katanas que maneja con virtuosismo y es hacker pero también repartidor de pizzas, lleva por nombre Hiro (diminutivo de Hiroaki) Protagonist, es decir, es literalmente el Héroe Protagonista, una redundancia excesiva que sólo puede entenderse como parodia. Sin embargo, a pesar de la utilización de este recurso y el hecho de no tomarse demasiado en serio a sí mismo -uno de los villanos es un gigante musculoso que maneja una moto con un sidecar en el que transporta la ojiva nuclear de un submarino soviético-, está más que claro que Stephenson tenía ideas originales para aportar: Snow crash es una obra rompedora en cuanto a conceptos y también en cuanto a anticipación, una novela que por un lado “linda con la caricatura” de los tópicos del subgénero al que pertenece –corporaciones todopoderosas, alta tecnología/baja calidad de vida, mejoras físicas cibernéticas, drogas de diseño, hackers, pandillas callejeras y luces de neón-, y por el otro introduce ideas revolucionarias como el concepto deMetaverso y la anticipación del auge de la economía de plataformas en el capitalismo tardío que tanta fuerza cobró durante esta pandemia en nuestra realidad.

En el universo ficcional de Snow crash hay básicamente tres empleos a los que un joven puede aspirar: repartidor de pizzas, korreo (una especie de cartero extremo) o miembro de alguna mafia/pandilla. Ese futuro que imaginó Stephenson podría transcurrir en la América Latina actual si tenemos en cuenta que en esta parte del mundo donde proliferan las pandillas y las narcoguerrillas, entre 2019 y 2020 el mercado de reparto de comidas por medio de plataformas digitales creció más del 30% y alcanzó valores cercanos a los 6800 millones de dólares1. La pandemia obligó a la proliferación de los delivery y la entrega por correo de objetos comprados vía plataformas digitales como Mercado Libre o Amazon. Si Hiro Protagonist fuese argentino, hoy sería un repartidor precarizado de Rappi o PedidosYa. Y como si esto no fuera suficiente, en la novela de Stephenson también hay un virus que amenaza convertirse en pandemia. Pero evitemos los spoilers y pasemos a la otra idea que verdaderamente nos importa, por lo original, acertada y profética.

METAVERSO: LA FICCIÓN

El Metaverso es descripto en Snow Crash como una mezcla entre Internet y Realidad Virtual, pero imaginado por un escritor de ciencia ficción 10 años antes de la invención de Facebook y la proliferación de las redes sociales. Es una clara evolución del mucho más rudimentario y limitado ciberespacio concebido por el escritor William Gibson –padre fundador del cyberpunk– para el cuento Quemando Cromo (1981), concepto que más adelante desarrollaría y popularizaría en su novela seminal Neuromante (1984). El Metaverso de Stephenson es “un universo generado informáticamente, que la computadora dibuja sobre el visor [del usuario] y le lanza a través de los auriculares”, es decir, un espacio virtual tridimensional puesto a disposición del público a través de la red mundial de fibra óptica al que se accede a través de una conexión a Internet mediante una computadora y lentes especiales, compartido entre sus usuarios –muchos de ellos adictos a esta realidad virtual-, que interactúan entre sí utilizando versiones digitales o avatares -otro concepto acuñado por Stephenson-, un mundo inmersivo donde se puede socializar, trabajar, hacer negocios, ir de fiesta, comprar bienes raíces virtuales… en fin, vivir. Gran parte de la trama de Snow crash transcurre dentro del Metaverso, cuyo epicentro es una Calle de 216 kilómetros en continua expansión, con terrenos virtuales a la venta para la construcción: “Cuando Hiro va al Metaverso y mira la Calle y ve edificios y carteles luminosos que se extienden hacia la oscuridad, desapareciendo tras la curva del horizonte, lo que en realidad contempla es la representación gráfica, las interfaces de usuario, de una miríada de programas diseñados por las grandes corporaciones. Para poder poner esas cosas en la Calle han tenido que conseguir el permiso del Grupo de Protocolos Globales Multimedia, han tenido que comprar espacio en la Calle”.

METAVERSO: LA HIPERSTICIÓN

El neologismo hiperstición -compuesto por el prefijo hiper (excesivo) y la palabra superstición- fue propuesto por el colectivo Cybernetic Culture Research Unit (CCRU), fundado en 1995 en la Universidad de Warwick, Inglaterra, por el filósofo experimental Nick Land y la filósofa ciberfeminista Sadie Plant. Land define a las hipersticiones como “circuitos positivos de retroalimentación que incluyen a la cultura como componente. Pueden ser definidas como la (tecno)ciencia experimental de profecías autocumplidas. Las supersticiones no son más que creencias falsas, pero las hipersticiones -por su existencia como ideas- funcionan causalmente para crear su propia realidad.” Así, la realidad objetiva y la supersticiosa -la de las ideas y el hype- se fusionan en una nueva realidad reconstruida. Es decir, las hipersticiones no solo ingresan a nuestra realidad sino que además la actualizan. En otras palabras: una hiperstición es una profecía cultural autocumplida a fuerza de hype, es la superación de la superstición que rompe el velo de maya de la realidad, lo que a su vez crea una rasgadura hipersticional por donde se cuelan artefactos ficticios que dejaran de serlo una vez que ingresen a nuestra realidad.

Hace algunas semanas la red social más popular del mundo cambió su nombre de Facebook  a Meta, y todos los portales de internet se hicieron eco de esta noticia; pero detrás del cambio de nombre había otro anuncio aún más impactante: Mark Zuckerberg quiere generar su propia hiperstición haciendo realidad el Metaverso de Snow crash, y para lograrlo pretende crear un universo virtual inmersivo que conecte diferentes tipos de entornos digitales para que sus usuarios puedan tener relaciones sociales, reuniones laborales, concurrir a eventos, jugar, etc., y al cual se accederá a través de una conexión a internet mediante un visor de Realidad Virtual, guantes hápticos y un avatar en 3D. Según el propio Zuckerberg: “Su cualidad definitoria será una sensación de presencia, como si estuvieras allí mismo con otra persona o en otro lugar. Sentirse verdaderamente presente con otra persona es el último sueño de la tecnología social”. Y como si buscase empoderar a la hiperstición para que ingrese con más potencia a nuestra realidad y la modifique, el CEO de Meta decidió bautizar a este universo virtual con el nombre que acuñó Stephenson para su novela de 1992: Metaverso.

La periodista Camila Alfie escribió en Página 12: “Mark Zuckerberg plantea a este mundo como un país transfronterizo paralelo, con una geografía interactiva de colores brillantes: un espacio con sus propias leyes y gobierno, con su economía y sus dinámicas internas. Aquí la gente podrá diseñar sus propias casas, como en los Sims, y ser los dioses de una nueva vida virtual, donde podrán tener las características corporales que quieran e, incluso y sobre todo, hacer compras con criptomonedas para personalizar y adornar este mundo digital.”2 Esto es, a grandes rasgos, una copia del modelo de Metaverso en Snow Crash.

Maren Lau, de Meta América Latina, asegura que gracias al Metaverso en los próximos 5 a 10 años surgirán experiencias sociales y oportunidades económicas inéditas, que contribuirán al crecimiento de varios sectores de la economía global. Por su parte, Raymond Kurzweil -director de ingeniería de Google, autor del libro La singularidad está cerca (2005) y profeta del transhumanismo- asegura que «A finales de la década -en 2030-, pasaremos más tiempo en el Metaverso que en la vida real».

Aunque el propio Neal Stephenson tuiteó: “Dado que parece haber una creciente confusión sobre esto: no tengo nada que ver con nada de lo que FB esté haciendo para involucrar al Metaverso, aparte del hecho obvio de que están usando un término que acuñé en Snow Crash. No ha habido ninguna comunicación entre FB & yo y ninguna relación comercial”, es obvio que el CEO de Meta se inspiró en Snow crash al momento de nombrar su universo virtual: la novela de Stephenson es una obra de culto en Silicon Valley, una pseudobiblia admirada por ingenieros, programadores, emprendedores y empresarios de la tecnología como, por ejemplo, el CEO de Amazon y rival comercial de Zuckerberg, Jeff Bezos.  

Mark Fisher escribió en Los fantasmas de mi vida (2013): “El mundo del capitalismo tardío, gobernado por las abstracciones financieras, es claramente un mundo en el que las virtualidades son efectivas”. El Metaverso es una futura hiperstición que a su vez está creando nuevas hipersticiones: el hype que está generando la creación del universo virtual de Meta hace que se fomenten apuestas e inversiones a futuro sobre algo que todavía no ocurrió pero que ya es efectivo virtualmente e influye sobre el comportamiento presente, generando a diario noticias con títulos como “Invertir en el metaverso: 4 formas de invertir en el futuro virtual”. Fisher utiliza como ejemplo el fantasma del comunismo sobre el que Marx y Engels advirtieron en las primeras páginas de El Manifiesto Comunista: “una virtualidad cuya amenazante llegada ya jugaba un rol socavando el estado presente de las cosas”. Lo mismo sucede hoy con el fantasma del Metaverso.

ESTACIONES DE SERVICIO 1

En el trayecto que va de mi casa hasta la estación Villa Domínico del tren de la línea Roca, hay una estación de servicio abandonada que suele llamar mi atención. Hace poco encontré en una de sus entradas tapiadas un pequeño graffiti que reza a modo de advertencia: “acá hay fantasmas”.  La palabra “fantasmas” en una estación de servicio que quedó detenida por siempre en el año 2010 me llevó a pensar en el cuento El continuo de Gernsback (1982) de William Gibson, cuyo protagonista es un fotógrafo al que le encargan un trabajo para un proyecto titulado “La futurópolis aerodinámica: el mañana que nunca fue”, sobre modernismo aerodinámico americano y gótico de pistola de rayos. El fotógrafo decide centrarse en las estaciones de servicio por su particular diseño arquitectónico: “(…) estructuras de pistola de rayos con estuco blanco (…) superfluas torres centrales rodeadas de esos extraños rebordes de radiador que eran el sello distintivo del estilo y las hacían parecer capaces de generar potentes estallidos de puro entusiasmo tecnológico, si tan sólo se pudiese encontrar el interruptor que las ponía en marcha.” Un día, mientras se preparaba para fotografiar una estación de servicio, ve flotando en el cielo un artefacto anacrónico, “una cosa con doce motores que parecía un boomerang inflado, todo ala, volando hacia el este con un zumbido monótono y una gracia elefantina, tan bajo que pude contar los remaches en esa piel de plata opaca y oír -quizás- un eco de jazz.” Un periodista especializado en teorías conspirativas del inconsciente colectivo norteamericano le explica que lo que vio es real y se llama fantasma semiótico: “Si quieres una explicación más elegante, te diría que viste un fantasma semiótico. Todas esas historias de contactos, por ejemplo, comparten un tipo de imaginería de ciencia ficción que impregna nuestra cultura. Podría aceptar extraterrestres, pero no extraterrestres que pareciesen salidos de un cómic de los años cincuenta. Son fantasmas semióticos, trozos de imaginería cultural profunda que se han desprendido y adquirido vida propia, como las aeronaves de Julio Verne que siempre veían esos viejos granjeros de Kansas. Pero tú viste otra clase de fantasma, eso es todo. Ese avión fue en otro tiempo parte del inconsciente colectivo. Tú, de alguna manera, sintonizaste con eso. Lo importante es no preocuparse”. El periodista le relata la historia de una adolescente que dice haber visto una cabeza de oso metálica, de ojos rojos y con antenas telescópicas de cromo que flotaba en su propio platillo volador.  “Habría visto al diablo si no hubiese crecido con El hombre biónico y todas esas reposiciones de Star Trek”, le asegura al fotógrafo.

Si los fantasmas semióticos son fragmentos del sueño colectivo, “trozos de imaginería cultural profunda que se han desprendido y adquirido vida propia”, entonces podría decirse que las hiperticiones, al tomar carnadura y volverse reales, tangibles, son un estadio o fase superior de los fantasmas semióticos. Uno de los personajes de El continuo de Gernsback explica que quienes diseñaban aquellas estructuras futuristas eran populistas que le daban al público lo que el público quería que fuese el futuro: el que la primera ciencia ficción -de la mano de Hugo Gernsback- y la edad de oro pre-bomba atómica ayudó a forjar en la imaginación de sus lectores, mientras contagiaba optimismo y confianza en la humanidad, la ciencia y la tecnología, montado sobre un imaginario plagado de autos voladores, naves interplanetarias, pistolas de rayos laser y grandes computadoras. Bien, Mark Zuckerberg está siendo populista a su modo, y lo que nos ofrece es el futuro que se impregnó en el inconsciente colectivo de toda una generación gracias a las historias pesimistas y apocalípticas de la ciencia ficción de los ’80 y los ’90: el futuro del realismo capitalista. La ciencia ficción que toma como ejemplo la burguesía digital de Silicon Valley es la del cyberpunk, un subgénero eminentemente distópico. Snow crash, al igual que Neuromante, es una distopía: Hiro es un “príncipe guerrero” en el Metaverso, pero en la realidad vive en un minúsculo depósito de 6×9 compartido; incluso una novela más edulcoradas y comercial como Ready Player One (2011) narra una historia en la que el protagonista es un genio dentro del universo virtual pero un perdedor en la realidad, que no es más que un futuro distópico “high tech-low life”.

Jill Lepore, profesora de historia en Harvard, escribió en un artículo de opinión para el New York Times que incluso aquellos relatos de ciencia ficción que no son pesimistas,  apocalípticos, mucho menos pro-capitalismo -la saga de La Cultura de Iain Banks, La guía del autoestopista galáctico de Douglas Adams-, fueron mal interpretados por los tecnobillonarios quienes “después de haber leído historias sobre la creación de mundos en la infancia, ahora como adultos, tienen la suficiente riqueza para construirlos. Los demás estamos atrapados en ellos”4.

Cuando Avi Bar-Zeev, diseñador de Google Earth y fanático de Snow Crash, invitó a Neal Stephenson a conocer sus oficinas, recibió una negativa por parte del escritor. Bar-Zeev llegó a la conclusión de que Neal “estaba algo cansado de escucharnos a los fanáticos de la ingeniería hablar sobre Snow Crash como una gran visión para el futuro. Eso puede tener algo que ver con que Snow Crash sea una visión distópica”. Este es el futuro al que parecen aspirar los Zuckerberg, los Bezos, los Musk: el del capitalismo de plataformas, el de la “alta tecnología-baja calidad de vida”, el del individualismo y la meritocracia, el del Metaverso y sus avatares a la venta. Incluso aquel temor del cosmista ruso Nikólai Fiódorov a que “los millonarios pudieran infectar a otros planetas con su explotación extractivista” del que hablan Galliano y Baña en el prólogo del libro Cosmismo Ruso (2021) se está haciendo realidad gracias a la privatización de la carrera espacial en manos de las empresas privadas Space X (Musk) y Blue Origin (Bezos). Lo que nunca parecen haber entendido estos muchachos es que lo que escribían Neal Stephenson, William Gibson, Pat Cadigan y Bruce Sterling eran advertencias, críticas al capitalismo extremo, a las corporaciones con excesivo poder, a los tecnobillonarios con delirios mesiánicos, en forma de relatos cyberpunk.

Quizá por esta razón Stephenson creyó que hoy más que nunca es necesaria una literatura de ciencia ficción con un enfoque diferente, algo así como una contraparte de ese subgénero distópico y pesimista que él mismo cultivó con tanto virtuosismo -y relativo éxito-; por eso en 2011 creó el Proyecto Hieroglyph5, un espacio para escritores, artistas, científicos e ingenieros que estén interesados en colaborar con visiones positivas, creativas y ambiciosas sobre el futuro cercano, con el objetivo de devolverle la inspiración a la ciencia ficción contemporánea. La batalla será entre quienes buscan desarmar al realismo capitalista -esa creencia generalizada de que no existe alternativa al capitalismo- e intentan, a través de la ciencia ficción, ayudar a imaginar un futuro colectivo que podamos llevar adelante entre todos, y aquellos que quieren crear un futuro cyberpunk con alta tecnología y alta desigualdad, con una economía que beneficia a unas pocas multinacionales y sus CEO´s, ese 1% que acumula el doble de riqueza que todo el resto del mundo.

ESTACIONES DE SERVICIO 2

Sapphire and Steel (1979-1982) fue una serie británica de ciencia ficción que, según Mark Fisher, buscaba “trasponer las historias de fantasmas fuera del contexto victoriano, para llevarlos a lugares contemporáneos todavía inhabitados o recientemente abandonados”6. El último capítulo (Wall of Darkness)7 transcurre dentro de una estación de servicio: “Este lugar a medio camino”, escribe Fisher, “es una versión prototípica de lo que el antropólogo Marc Augé llamaría en su libro de 1992 ‘no-lugares’, las zonas genéricas de tránsito”. Augé define los no-lugares como espacios producidos por la sobremodernidad que no pueden definirse como espacios de identidad, relacionales ni históricos, es decir, no son espacios antropológicos. Un no-espacio es “un mundo así prometido a la individualidad solitaria, a lo provisional y a lo efímero, al pasaje”8, con el cual el individuo tiene una relación, sobre todo, de consumo. Las misiones de Sapphire y Steel están relacionadas con el tiempo, y en esta ocasión la estación de servicio donde se encuentran atrapados está en “un bolsón, un vacío” donde no hay más tiempo, rodeados por una pared de oscuridad infinita. Algunos personajes desaparecen, como fantasmas, y finalmente el dúo protagonista comprende que está atrapado ahí para siempre, en un no-lugar detenido en el tiempo y el espacio. Como esa estación de servicio a dos cuadras de mi casa, abandonada, anacrónica y en la que, según asegura el graffiti, hay fantasmas.

Si la estación de servicio de Wall of darkness actúa como metáfora del realismo capitalista -más allá de ella no hay nada-, lo mismo podría decirse de las redes sociales: existe un temor generalizado a salir definitivamente de esos espacios virtuales y quedar segregado, porque pareciera que la única forma de tener una vida social plena en la actualidad es siendo parte activa de Meta, Twitter, Instagram o Twich. No hay alternativa.

El investigador italiano Marco Lazzari puso en evidencia mediante una encuesta que los centros comerciales no son lugares de paso o “no-lugares”, sino espacios donde los adolescentes no concurren únicamente para consumir, sino también para socializar y divertirse con amigos. Son lugares ligados a la identidad de los nativos digitales: “Hemos detectado correlaciones entre los datos que nos permiten decir que los usuarios frecuentes de Internet son también los que con más frecuencia van al cine, practican deporte, salen con amigos; Cuanto más utilizan Internet los adolescentes, más posibilidades tienen de interactuar socialmente con sus amigos fuera de la red”9.

Por lo visto, en algunas partes del mundo las redes sociales todavía son un no-lugar virtual que aun tiene que ganarle la batalla final al mundo real. Si Zuckerberg crea un Metaverso, es decir, una versión digital de la realidad, ya no habrá necesidad de reunirse con amigos en un shopping o un parque. ¿Para qué? Si podés encontrarte con ellos utilizando tu avatar -mejorado, perfecto- en el Metaverso.

Cuando ya no queramos -o no podamos- salir de ese no-lugar virtual, el Metaverso se habrá convertido en la estación de servicio de Sapphire and  Steel.

CODA: PHILIP DICK Y LAS ESTACIONES DE SERVICIO

Phil Dick estaba convencido de que una escena que transcurre en una estación de servicio hacia el final de su libro Fluyan mis lágrimas, dijo el policía (1974) es idéntica a una escena del libro de los Hechos de la Biblia -libro que Dick nunca había leído hasta ese momento-, e igual a una escena que experimentó en la vida real, como atrapado en un loop hipersticional: “Había vivido literalmente una escena completa tal y como aparecía en mi novela. Lo que viene a ser, que viví una especie de réplica de la escena de los Hechos en la que Philip se encuentra con el hombre negro en el camino”. Esto llevó a Dick a teorizar que “En cierto sentido, el tiempo no es real. O quizás es real, pero no como nosotros lo experimentamos o imaginamos que es”10.

Una vez más, Fisher: “Las ‘tele-tecnologías’ colapsan tanto el espacio como el tiempo. Eventos distantes en el espacio pueden estar instantáneamente disponibles para una audiencia (…) Y la ‘tele-tecnología’ que más radicalmente contrajo el tiempo y el espacio fue el ciberespacio”11.

El tiempo está fuera de quicio en las estaciones de servicio que fotografía el protagonista de El continuo de Gernsback, en la estación de servicio del capítulo final de Sapphire and Steel, en la estaciones de servicio de Dick, en la estación de servicio abandonada a dos cuadras de mi casa y también dentro del ciberespacio. Y lo estará también en el Metaverso. The time is out of joint

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Notas:

1-Ursula Huws: “Un circulo vicioso que no se aguanta más”, en Jacobin América Latina N°4 (2021). 

2- https://www.pagina12.com.ar/380986-mark-zukerberg-un-paso-mas-hacia-la-distopia

3-Puede leerse más sobre el concepto de hiperstición en estas notas:

https://proyectosynco.com/hipersticiones-ficciones-que-se-vuelven-reales/
https://proyectosynco.com/lovecraft-slenderman-y-borges-objetos-hipersticiosos-cotidianos/

4-https://www.nytimes.com/es/2021/11/07/espanol/opinion/elon-musk-capitalismo.html

5- https://hieroglyph.asu.edu/

6- Los fantasmas de mi vida, “La lenta cancelación del futuro” (2013).

7-Puede verse el capítulo completo con subtítulos en español en Youtube: https://www.youtube.com/watch?v=_aOH3EtS46s

8-Marc Augé, Los no lugares (1993)

9-https://dinamico2.unibg.it/lazzari/doc/lazzari-iadis-ict-2012-cr-chunks.pdf

10- https://www.casadeletras.ar/2016/03/17/como-constuir-un-universo-que-no-se-derrumbe-dos-dias-despues/

11-Los fantasmas de mi vida, “La lenta cancelación del futuro” (2013).