
// Por Pedro Perucca
Pedro Perucca se seca las lágrimas por ver al Capitán Kirk llegar al espacio en la vida real y escribe una breve celebración de la vida increíble del inoxidable William Shatner, quien este miércoles se transformó en la persona de más edad que alcanzó el espacio, como parte de la segunda tripulación del proyecto Blue Origin.
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Este miércoles, a sus 90 años, nuestro queridísimo William “Capitán Kirk” Shatner fue parte del nuevo vuelo del cohete Blue Origin y se transformó en la persona de más edad en ser parte de un viaje al espacio. Con este evento, el futuro que soñábamos frente a la TV pagó una pequeña parte de su enorme deuda. Aunque para el heroico comandante de la Enterprise el viajecito hubiera sido menos que un paseo de rutina, para el actor canadiense y para todxs quienes lo amamos constituyó una jornada de emoción inolvidable.
El segundo vuelo del proyecto espacial Blue Origin del siempre duesagradable multimillonario Jeff Bezos llevó este miércoles a otros cuatro civiles al espacio, al menos al espacio convencionalmente definido como la zona más allá de la llamada Línea Karman, a 100 kilómetros de altitud. Poquísima cosa para los cheques impagos que el Siglo XX todavía mantiene con las generaciones que soñamos un más allá del año 2000 con una conquista del espacio hecha y derecha, autos voladores, teletransportación y viajes en el tiempo, para empezar a hablar. Pero bueno, no amarguemos este día de festejos con el pase de facturas. Shatner llegó al espacio y punto.

Como toda persona de bien sabe, Shatner se transformó en ícono eterno de la imaginería espacial por haber encarnado en Star Trek al intrépido y seductor capitán James Tiberius Kirk (en 79 episodios de la serie original, emitidos entre 1966 y 1969, y siete películas posteriores), al mando de la astronave federativa Enterprise, lanzada en un viaje de cinco años por el cosmos con el objetivo de explorar nuevos mundos, descubrir nuevas formas de vida y civilizaciones e ir temerariamente allí donde ningún ser humano ha llegado jamás.
Si quería hacer las realmente cosas bien, el dueño de Amazon hubiera debido elegir como acompañantes de Shatner a Nichelle “Uhura” Nichols, a Walter “Chekov” Koenig y a George “Sulu” Takei (sí, todxs hubieran dejado de lado los rencores del pasado para aprestarse a cruzar juntxs la última frontera). Y por supuesto que la galaxia entera está hoy emocionada imaginando una realidad paralela donde pudieran integrar la tripulación también Leonard “Spock” Nimoy, DeForest “McCoy” Kelley y James “Scotty” Doohan. A ellos le dedicamos este viaje, por supuesto.
Pero, como el patrón de la empresa espacial es el horrible Bezos y no el maestro Gene Roddenberry (el creador de Star Trek, cuyas cenizas se enviaron al espacio en 1997), acompañaron a Shatner Chris Boshuizen, un ex ingeniero de la NASA y cofundador de Planet Labs, empresa que fotografía diariamente a la Tierra por medio de satélites; Glen de Vries, cofundador de Medidata Solutions, empresa de software de monitorización de ensayos clínicos para la industria farmacéutica, y Audrey Powers, gerente de Blue Origin encargada de las operaciones de vuelo y del mantenimiento del cohete reutilizable Blue Sheperd.
El gran astrofísico Neil deGrasse Tyson, conductor de la nueva versión de Cosmos, le deseó buen viaje a Shatner desde su cuenta de Twitter, aclarando que en el despegue la nave iba a alcanzar Mach 3 (tres veces la velocidad del sonido) que era apenas un 0.00034% de la velocidad Warp Factor 1. «Pero es un inicio», aclaró, optimista, con la misma alegría infantil que nos hermanó a miles alrededor del mundo. Algo más de tres minutos después del despegue la nave superó los 100 kilómetros de altura y entró al espacio, luego el cohete se separó para volver aterrizar por su cuenta y, después de experimentar unos minutos de gravedad cero y poder apreciar al planeta desde las mirillas, los cuatro pasajeros comenzaron a descender en su cápsula, que gracias a un sistema de paracaídas finalmente los depositó de vuelta en el desierto de Texas. El vuelo duró en total algo más de diez minutos (claro, hubiéramos querido que al menos hagan una vuelta al planeta, en plan Yuri Gagarin, pero todo no se puede).
Tras el aterrizaje, mientras los otros tres flamantes astronautas salieron celebrando eufóricos la experiencia, nuestro capitán abandonó la nave silencioso y reconcentrado. Bezos sabía que Shatner era el protagonista excluyente de la jornada, así que se le acercó y charlaron unos minutos. “Lo que me has dado es la experiencia más profunda que pueda imaginar”, le confesó un Shatner visiblemente emocionado. “Todo el mundo necesita hacer esto, todo el mundo necesita ver esto”, remarcó el actor canadiense, viviendo su experiencia trascendente en términos de humanidad y no de experiencia sólo accesible a una elite privilegiada, tal vez confirmando que algo del espíritu de la Federación pervive en él. «Por una empresa aeroespacial estatal que garantice viajes al espacio gratuitos para todxs», sería la consigna..
Luego se lanzó a una tan difícil como sentida reflexión sobre lo vivido, con pinceladas humanistas y ecologistas que recordaron al famoso escrito de Carl Sagan “Un punto azul pálido”: “La cubierta de azul, esta sábana, esta manta, este edredón azul que tenemos a nuestro alrededor, decimos ‘oh, eso es el cielo azul’ y de repente lo atraviesas todo como si te arrancaran una sábana cuando estás dormido. Y estás mirando hacia la oscuridad. A la fealdad negra. Y miras hacia abajo, ahí está el azul, y el negro allá arriba, y está la Madre Tierra -consuelo- y hay… ¿hay muerte? No sé. ¿Es eso la muerte? ¿Es así como es la muerte? Fue tan conmovedor. Esta experiencia es algo increíble”.
“Mi estómago dio un vuelco y pensé que esto es tan extraño. Pero no tan extraño como el color azul. Esto es lo que nunca he experimentado. La belleza de ese color, tan fina. La experiencia no tiene nada que ver con los hombrecitos verdes sino con la enormidad y rapidez de la vida y la muerte. Ni siquiera puedo empezar a expresarme. Lo que me encantaría hacer es comunicar lo más posible el peligro, la importancia de que veas lo vulnerable que es todo. Este aire, que nos mantiene vivos, es más fino que tu piel. Es una astilla. Algo inconmensurablemente pequeño cuando piensas en términos del universo”, agregó un Kirk conmovido, a quien no se le puede pedir que en ese instante trascendente pensara en el daño que le hacen al medio ambiente y a las sociedades personajes como su aparentemente amable contertulio del momento. “Estoy tan lleno de emoción por lo que acaba de pasar. Es simplemente extraordinario. Espero no recuperarme nunca de esto. Espero poder mantener lo que siento ahora. No quiero perderlo”, concluyó Kirk. Y nos emocionamos todxs.
Sabemos que Shatner prepara un documental sobre esta experiencia que, sin embargo, no es su primer contacto con el espacio. Más allá de su protagonismo en Star Trek (que luego evolucionó incluso a producción y dirección de alguna de las películas), también escribió libros sobre la saga, condujo una serie de programas de dudosa seriedad como The UnXplaned y hasta protagonizó un divertidísimo número musical sobre Star Wars en un homenaje a George Lucas. En el terreno musical, en 2011 grabó el disco doble Seeking Major Tom, con geniales covers de temas vinculados con el viaje espacial (igual nuestro disco favorito sigue siendo Has Been, de 2004, y hemos empezado a escuchar Bill, el nuevo disco que lanzó hace unos días, con temas de corte autobiográfico que apuntan mucho más a la fanbase).
Pero también en 2017 fue el responsable elegido por la NASA para enviarle un mensaje a las sondas Voyager por el 40 aniversario del inicio del asombroso proyecto espacial. Las dos sondas, lanzadas en agosto y septiembre de 1977 desde Cabo Cañaveral con el objetivo de explorar Júpiter, Saturno, Urano y Neptuno siguen en funcionamiento y en contacto con el planeta, pese a que en 2013 se convirtieron en los primeros objetos construidos por el ser humano en abandonar el sistema solar para adentrarse en el espacio interestelar. El mensaje de unos pocos caracteres que envió Shatner a las naves mensajeras, que llevan sendos discos de oro con un mensaje de hermandad universal (una de las cuales tiene un papel clave en una de las películas de Star Trek), fue elegido por el voto de más de 30 mil personas: “Ofrecemos amistad a través de las estrellas. No estáis solos”.
A estas alturas, Shatner debería tatuarse “Ad Astra per aspera” (algo así como “hasta las estrellas, superando las dificultades”), como divisa de una vida increíble que a los 90 años sigue buscando y proponiendo sueños espaciales. Con la misma emoción con la que acompañamos siempre al capitán Kirk en sus inolvidables aventuras, a las que volvemos todo el tiempo, reafirmamos nuestro eterno amor a Shatner, a través de las estrellas.
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