13. The Unfortunate Numbers: Una pesadilla de ensueño

Por Marcelo Simonetti

Hace un tiempo Marcelo Simonetti descubrió la discografía de Ivonne Van Cleef (IVC) y la empezó a compartir con amigxs como una contraseña secreta. Nadie sabía quiénes habían creado esos temas plenos de sonidos experimentales, pasajes de dark ambient y una especie de psicodelia rural (¿una señora californiana?). Luego supo que esta banda misteriosa se planteaba una colaboración con Juan Pablo Fernández. A continuación una reseña del disco en cuestión, 13. The Unfortunate Numbers, y diez preguntas al referente musical de IVC y al líder de Acorazado Potemkin.

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Tiempo atrás un amigo descubrió a Ivonne Van Cleef y nos empezamos a pasar la data de este secreto musical de boca en boca, aunque la “data” que compartíamos era muy dudosa. Por ejemplo, un día le pasé el link a una amiga diciéndole: «Parece que es una mujer que vive en California”. A esos niveles llegaba nuestro desconcierto.

En cinco años, Van Cleef se había despachado con más de diez entregas instrumentales en Bandcamp, con sonidos experimentales, pasajes de dark ambient, una especie de psicodelia rural y no sé qué más sin que me anoticiara. Cuando me enteré de que tenían un contacto con Juan Pablo Fernández y de que iban a sacar un disco juntos me pareció una noticia estupenda. Y empezó la espera del disco.

Cuando lo tuve, lo mandé al Ipod. Y lo escuché en el auto, haciendo running, con auriculares y con un whisky antes de dormir. De esto hace una semana, y todavía suena en todos lados, en cada hueco que tengo. Al principio me recordaba un poco a Juan y un poco a Ivonne, pero con una vuelta de tuerca para cada uno. Y también me sonaba a algo más, que no podía identificar.

Me remití a Mugre, a Piel. Discos que en el título resumían bien lo que había adentro. Un sonido, un concepto, una palabra que se repetía. Acá también. El disco se llama 13. The Unfortunate Numbers. Los números de la mala suerte. Los números de la desgracia. Desafortunados.

La idea de la timba, del juego, de los dados y de la mala suerte da vueltas alrededor de todo el disco. Pero claro, acá la voz de Juan no cuenta ni canta como suele. Las historias no están a la intemperie, a la vista de todos. Hay que masticar, hay que morder para llegar al hueso. Porque son ideas que se cruzan, imágenes, bocetos de historias sin desarrollar que se cruzan y que te sumergen en una intensidad asombrosa en pocas líneas.

Es una aproximación nueva a la poesía para Juan y es lo que la propuesta requería. Porque la música de Van Cleef es una sonoridad de límites difusos, que la banda (?) preparó antes de que esté la letra. Como si le hubieran dicho. “Tomá, hice estos recipientes y los llené de líquidos espesos para que te zambullas y navegues adentro. Empiezan y terminan borrosos. Fijate si podés nadar ahí sin ahogarte”

Y Juan, después de haber escrito y cantado para once discos y dos EPs de dos bandas distintas a lo largo de treinta años, encontró con este disco una forma distinta de acercarse a la escritura de sus letras y también a un nuevo modo de cantarlas. Aquí dice lo suyo a través de orquestaciones oníricas y opresivas, que arrancan amenazantes como un viento desértico y suben la intensidad para desinflarse sorpresivamente y volver a arrancar en el tema siguiente.

El hilo musical que teje y atraviesa el disco es eso que pasa cuando los números son los de la mala suerte: la pérdida. Una idea que atraviesa las letras y el cantar que a veces es un decir en la voz.

Si Ivonne llevó a Juan a un espacio distinto, también suena diferente. Los paisajes del western casi no aparecen, salvo el canto de algún gallo y poco más. La “banda” lleva su sonoridad desértica a la claustrofobia de un pequeño cuarto y ensancha las paredes del mismo todo lo que puede para que Juan se explaye ahí.

Por ejemplo, en los casi cuatro minutos de “Wild Horseback Chase” esto es literal. La guitarra se desangra sin parar haciendo un colchón sobre el que Juan canta líneas de historias que se cruzan, sobre inundaciones y hermanos que se salvan y se pierden. La orquestación es un vaivén hipnótico y la voz que a veces dice, otras canta y otras grita, se las arregla arriba para no ahogarse:

“Sobre esos árboles
sobre el temor
sobre la inundación
llovió.

Con esos párpados, gente sobre el muro
pidiendo que pare el muro y la defensa
Con ese espejo gigante
se vuelve a repetir
la misma marca de tierra en la pared,
el agua vuelve a hacer una raya
que tacha mi vida por la mitad.

Cierro los ojos,
con ese viento atroz
Como ese chico que empujaba a los demás
para salvar a su hermano de no caer,
de qué no se suelte, de no ahogarse por no saber nadar.

Soy ese chico empujando a los demás para salvarse,
me empujaba y me salvé
y mi vida quedó rota por la mitad,
y mi vida quedó rota por la mitad,
la mitad sucia, la mitad sucia
que sobrevive en la pared.”

Escuchaba el disco una y otra vez, mientras seguía preguntándome ¿a qué me suena esto? ¿De qué fuente beben? Y se me ocurrió que el Skeleton Tree, Ghosteen y Carnage de Nick Cave (y Warren Ellis, su compañero alado), héroe compartido de intérpretes del disco y de quien escribe, era el link que se repetía sin parar en mi cabeza. Los discos de la pérdida. En especial Skeleton Tree. Propongo este vínculo porque puede servir para que se den una idea de por dónde va un disco muy difícil de explicar sin escucharlo.

Más allá de la identidad sonora familiar, los límites borrosos de los temas, las imágenes fuertes que se cruzan convocando un estado de ánimo general mucho más que una idea concreta; la forma de cantar encima, de decir encima, son parientes.

Skeleton Tree del australiano tiene en su último tema (el que le da el nombre al disco) una llave que abre la puerta de la habitación a oscuras. El tema tiene ciertas formas más standard que el resto del disco. Y la letra dice que bueno, que ya está. Que hay que seguir. Skeleton Tree es un juego de palabras entre el “árbol esquelético” (Skeleton Tree lo llama Kylie Minogue a Cave en un documental de dos años antes) y “llave maestra”, la que abre todas las puertas (Skeleton Key)

Juan también suele decirlo en la vida y en sus discos: hay que seguir.

A priori parece una diferencia entre ambas obras. Acá, tanto música como letra terminan el disco en el clima donde arrancó. En los números fatales que la ruleta nos reserva a cada uno:

“Te encantaba ponerme la remera de Judas
esperabas mi traición, que limpie tu destino,
prendí fuego al hotel de nuestra bienvenida
ahora sos la guía de nuestras ruinas,
ahora sos la guía de nuestras ruinas.

La caída tan hermosa,
tan áspera en el aire,
nuestro imperio ardió tan hermoso mi amor”

Y Juan canta mientras Ivonne se va apagando como un ruido de fondo que se aleja, como si el fantasma maldito que sobrevuela la pesadilla que empezó media hora antes se llevara por fin la vida que estaba en juego.

Pareciera no haber llave maestra en el transcurso de los nueve temas. Sin embargo, la salida del cuarto oscuro donde se mueven música y voz es la llave maestra en sí. Al igual que en la obra de Cave, el disco funciona como un nuevo comienzo. Una nueva manera de exorcizar los dados a través del arte para poder seguir.

13. The unfortunate numbers, de Juan Pablo Fernández & Ivonne Van Cleef, están disponible en Bandcamp desde el 13 de mayo (también se puede colaborar con unos morlacos en la medida de lo posible). Y está incluido entre los elegidos del sello en la sección “News & Notable”. Escucharlo es una experiencia difícil, adictiva, extraña y maravillosa que promete ser el primer escalón de una escalera que no sabemos dónde nos lleva, pero que estamos ansiosos de seguir trepando.

 


10 preguntas a Juan Pablo Fernández (por M.S.)

1 – Hace unos años te entrevisté e hicimos un racconto de tu historia musical y tu relación con la música arriba del escenario y como oyente. Ahora la excusa es el disco que acaba de salir, 13. The unfortunate numbers, en colaboración con Ivonne Van Cleef. Contanos primero como surge la idea de hacer algo juntos.

Me pasó un poco lo que te pasó a vos y a otros que nos íbamos pasando el material de Ivonne sin saber de dónde habían salido pero con una mezcla de sorpesa y admiración y me dio curiosidad de saber quiénes eran y les escribí. Por suerte no era una señora de California, eran unos músicos de Santa Fe, con una cabeza tremenda. Entonces nos tiramos unas flores con el Gringo y ahi surgió hacer un tema juntos y terminamos haciendo un disco. Me dijeron, mirá acá tenés un link del drive con una carpeta con estos temas, fijate qué se te ocurre. Fueron muy generosos y lo compartieron de una con total libertad sin saber dónde ibamos a terminar, y eso habrá sido en junio del año pasado y aca lo tenés, salió.

 

2 – Como seguidor de tu obra, noto una aproximación distinta en el método de componer, de armar las letras y de cantarlas. ¿Hay algo de eso?

Sin dudas. Y me lo tomé así, queriendo salir de este encuentro realmente para otro lado. Durante la pandemia tuve como tantos otros músicos que salir a buscar trabajo, terminé de armar talleres, los dí x zoom y me encerré como todo el mundo y tuvimos la suerte en nuestra familia de no perder familiares cercanos por el covid, asi que aproveché y me puse a escribir y a estudiar. Entré al Conservatorio Manuel De Falla al Taller de Composición de tres años que dan Laura Antonelli y Edgardo González y entonces empecé a trabajar un rol compositivo desde la voz totalmente distinto a lo que venía haciendo. O lo que hice toda mi vida que fueron canciones. Uno puede hacer canciones más convencionales o mas raras pero son siempre canciones, con su armado y su estructura y acá apareció algo distinto. Además me pase la pandemia escuchando minimalismo, musica ambiental y cuando encontré ese paisaje sonoro en Ivonne que ellos llaman medio en broma medio en serio psicodelia rural sentí que x estética y por onda había una oportunidad de trabajo y de desarrollar cosas que tenía en la cabeza.

 

3 – El hecho de que sea solo tu voz, ¿hizo que estés inconscientemente buscando la guitarra con las manos o te acomodaste a lo que estaba sonando enseguida para armar las letras y cantarlas?

No, no, para nada pensé en las guitarras. me gusta muchísimo como arman los temas los chicos, no me hace falta meter nada, ya hay otras cosas sonando y realmente puse todas las fichas en ver como integraba la voz. Anotaba primero una linea de tiempo, sucesos que escuchaba en lo que habían tocado, que muchas veces era un armado en portastudio entonces había que determinar si había secciones o partes concretas de una canción a destacar; clímax que acompañar, silencios, y ahí donde sentía que la voz podia tener un rol que aportara algo más a lo que estaba sonando propuse melodías, o texturas que acompañaran lo que sonaba y luego sí, escribí las letras.

 

4 – Desde el 2019 para acá salió Piel de Acorazado Potemkin y se las arreglaron para presentarlo como pudieron en pandemia, grabaste alguna cosa como solista para una banda de sonido. También le diste ruedo a shows solo en Buenos Aires y en otros lados del país. Sacaste un libro con todas las letras que escribiste. Colaboraste en los volúmenes de C.C.C.P. Y ahora el disco con Ivonne. Nunca fuiste tan prolífico como en estos tres años. ¿Te habías dado cuenta? ¿Por qué pensás que pasó?

No lo sé, quizás vi que se estaban concretando cosas con gente que quiero mucho y no quise dejar pasar la oportunidad y entonces le puse un poquito más de pila. Pero lo que sí te puedo decir es que el trabajo que me llevó hacer el libro Peluca con Vanina Steiner y Alejandro Guyot, me hizo mirar hacia atrás todo el trabajo de nuevo y vi que hay varios mojones para entrelazar canciones y repertorios y letras, entonces capaz estoy un poco más suelto para darle lugar a cosas nuevas.

 

5 – Cambiando de tema, ¿cómo viviste los casi dos años de parate casi total pandémico desde lo personal y lo artístico, y como ves que quedaron las cosas más a nivel país?

Bueno, pase por muchas sensaciones contradictorias, tipo entender las medidas de aislamiento que pedía el Gobierno, pero ver que los trabajadores tenían que exponerse igual al contagio. O reivindicar trabajos esenciales (y obvio por sobre los de nuestra labor artística) pero no entender por qué tardaron tanto en abrir las escuelas. Ahora se ve que las vacunas resolvieron el problema y esto va a pasar. Pero siento cada vez más que hay dos países, con una de las mitades pobre y cada vez más lejos de tener acceso a la comida y a la salud, viviendo en la calle, en asentamientos, cada vez mas lejos de toda idea de futuro o de tejido social.

 

6 – Nombrame los últimos cinco libros que leíste, si es que estás leyendo últimamente.

Pichonas de Claudia Aboaf, Elogio del riesgo de Anne Dufourmantelle, Diario del dinero de Rosario Bléfari, La suerte de Paula Jiménez España, Ultimos veraneantes de febrero de Sonia Scarabelli y Música, memoria y contemporaneidad de Ricardo Capellano

 

7 – Contame de alguna banda o solista que hayas descubierto aunque no sea nueva y te haya sorprendido, de acá o de afuera.

Bueno eso que te decía que estuve escuchando algunas cosas durante la pandemia, me enganché mucho con Sakamoto toda su obra y circuló una playlist que él le hizo a un restorán japonés de Nueva York y de ahi descubrí por ejemplo a Colin Stetson o Sarah Neufeld o Nils Frahm. Después hay una banda electrónica inglesa, Rival Consoles, que son extraordinarios. Y descubrí a Mark Lanegan, a quien no conocía, y lamenté mucho su muerte. Pero la sorpresa más triste fue la muerte de Palo Pandolfo, a partir de lo que  pude redescubrir la enorme obra que deja, su poesía insolente y dulce a la vez, y los caminos de su música, enormes. Un artista de verdad. A todos nos gusta hacer arte, pero Palo era un artista de verdad.

 

8 – En Unfortunate Numbers parece que no hubiera forma de escapar cuando el número que sale siempre es el 13, pero vos solés decir que “hay que seguir”. ¿Haber hecho el disco es esa forma de seguir?

No, por suerte un disco, o un título de tal o cual obra no nos definen. Hay muchas ideas siempre dando vueltas y quizás eso que vos ves en Unfortunate numbers sea una concepto que atraviesa esas canciones, o gracias a ese título que era de Ivonne yo escribí “acertarle a los números que traen mala suerte”, entonces vos podes compartir ideas con otros músicos y hasta desarrollarlos en tantas canciones, o divagar sobre la esperanza o la colonia alemana de Esperanza, como hicimos antes de escribir Pitiless Landscape. Pero eso no tiene nada que ver con el carácter propio o la personalidad de uno que lo lleva a seguir, a probar cosas nuevas, a querer encontrarse con otros músicos, a no tener miedo de cambiar, de ver crecer a los hijos, o a mudarse, qué se yo. Seguir implica tantas cosas, es un espíritu, un latido, a veces se ve en la estética de una obra, aparece y otras no, no soy de los que creen que vida y obra son una cosa.

 

9 – ¿Hay ganas de seguir haciendo cosas con Van Cleef?

Sí, muchísimas ganas. Hacemos el chiste de que en noviembre voy para Santa Fe otra vez a grabar. Vamos a ver qué te dice el Gringo. Si no hay disco, habrá pescado y torta alemana.

 

10 – Contame que otros proyectos tenés en adelante.

Escribir y estudiar y grabar todo lo que pueda. Y tenemos ganas de darle una vuelta nueva al trabajo con Potemkin, ojalá podamos demear a fin de año, aprovechar que hay un pilón de temas para repensar un sonido nuevo mientras se arma el quinto disco.

 


10 preguntas al Gringo, líder de Ivonne Van Cleef (por M.S.)

1. La primera duda es cómo llamarte: ¿“Ivonne”, “Tropillero”, “Gringo” o cómo? Y aprovecho para preguntarte cómo se compone la banda.

Me gusta el apodo de “Gringo”, porque no es el modo por el que me llaman comúnmente familiares y amigos cercanos, pero así me dicen en lugares donde no me conocen, en la despensa, el barrio, los pasillos, mis amigos de Buenos Aires…

Ivonne es el nombre de una amiga que ya no nos acompaña en este plano existencial pero que ha sido compañera y soporte en muchas de las aventuras musicales, inclusive en este proyecto que lleva su nombre.

En el año 2019, momento en el que se incorpora el último integrante, formamos un cuarteto, empezamos a grabar y apodamos a esta formación como The Ivonne Van Cleef Orquesta para distinguir los trabajos que se hacen en solitario de los que se hacen de manera colectiva. La esta orquesta se compone por Martín en guitarra y sintetizador, Julián en batería, Pipi en trompeta y sintetizadores y a mí me toca el rol de bajista y otros juguetes para tocar en vivo. Un proyecto musical siempre incluye un montón de colaboradores que no son tan visibles pero tienen una participación crucial en la composición y sonido final, este es el caso de Caleb R.K. Williams (Francia), que aporta guitarras, sintetizadores y edición, como así también las gráficas, y de Nicolás Sarudiansky (Woodbox), quien desde un primer momento aporta mucha magia con la master y otros procesos intermedios y a quien debo infinitos agradecimientos por todo el trabajo que le hacemos hacer.

 

2. Estás acostumbrado a colaboraciones acá y allá, pero ¿cómo fue hacer este disco en conjunto con Juan? ¿Compusiste pensando en su voz y en sus letras? ¿Son todas improvisaciones, como dice en la info del disco? ¿Cómo fue la dinámica de trabajo?

El trabajo con Juan fue realmente natural, dinámico, sin restricciones y fluido, una aventura hermosa. Si bien tenía en mente la voz y letras de Juan, era imposible imaginarme cómo él iba a trabajar las canciones. De alguna manera, la gran mayoría de las publicaciones de IVC nacen de alguna improvisación, luego voy agregando otros instrumentos y las capas de sonido se van multiplicando con el correr de los días, pero siempre desde la improvisación. Esas canciones tienen el espacio para las voces, aún cuando fueron hechas pensando en un track instrumental, algo que Juan supo aprovechar con su exquisita pluma y única voz.

 

3. ¿Qué otras colaboraciones con cantantes hiciste?

Se han dado muy pocas colaboraciones con cantantes, pero hay dos canciones en el disco Midnight flocks, del 2019, donde hay unas voces de El Piyi (Leonardo Piaggio), del sello Isla Visión, y una canción cantada por Sara de Japón, cuyo proyecto se llama Stardazer. En un disco colaborativo que publicamos junto a XNIDA (Jo), hay una canción que fue cantada por Aitor Aramberry (músico y productor entrerriano). Lo interesante de este disco, no solo por el gran aporte de XNIDA, es que es abierto, inconcluso se puede descargar por pistas e intervenirlas, remezclarlas, modificarlas, destruirlas. Al día de hoy tenemos 18 versiones diferentes, de 18 artistas, de los cuales Aitor fue el único que intervino las pistas y agregó voces.

 

4. ¿En qué se diferenció el nacimiento de este disco respecto de otros?

Bueno, Juan Pablo es una diferencia gigante. Imaginate que yo toda la vida escuché los trabajos de Juan, fui a verlo en vivo, leía sus entrevistas, etc. Cuando me escribió para hacer algo juntos fue una sorpresa súper emotiva para mí y desde el vamos fue muy diferente, una mezcla de inseguridades, ansiedad y entusiasmo. Pero todo fue muy natural. Juan es muy generoso y fue muy respetuoso de mis propuestas y, a su vez, me permitió transitar con él la composición de los tracks y su evolución hasta llegar al trabajo final de mezclas y mastering.

 

5. Te vi en enero en un show en Buenos Aires. Sentí que era la banda de sonido de una película que no estaba filmada aún. Me resultaba difícil antes imaginarme una presentación de la banda escuchando los discos. ¿Tratás de que los temas salgan igual al estudio o las formas son lo de menos también en vivo?

No, para nada, no tratamos que salga como el disco, además sería casi imposible e innecesario. Lo grabado en el disco, producto de improvisaciones en diferentes días, es una “idea disparador” y a partir de ahí vamos trabajando para desarrollar esa idea en vivo, además de sumar la personalidad, sonido y los aportes creativos de cada integrante. Hay tracks que fueron grabados por IVC solo y luego regrabadas, reinterpretadas por la IVC Orquesta, una misma idea pero con un sonido y ejecución muy diferentes.

 

6.¿Qué música escuchás? ¿Encontrás esas referencias en tus grabaciones?

Creo que hay claras referencias a Friends of Dean Martinez, Morphine, Warren Ellis (en el disco para la película The proposition), Mount Eerie (The microphones), entre otros.

Lo último que descubrí interesante en Bandcamp: The Gral Brothers, Los Days, FANTASMES, Federale, Cortége, Phoebe Bridgers …

Lo último que me recomendaron fue Baxter Dury, Dollkraut.

Lo que escucho y sugiero escuchar: Repelente discos (ÑÑÑÑ, XNIDA; Anajuno, Zorro de Estrellas, Emma Bayugar, etc), IslaVisión (El piyi, Catriel Nievas & Martín Roveda, Diazckovic, przcprzc, etc), Trash Colapso, las publicaciones de Sonido Atmosférico (el sello de Nonoise79), las cosas del sello NMER, Bleak Fiction,Mariano Rodriguez, Jit Jot Records, Ojeras de damita, Asunción y Caída, Eagle Stone Collective,  Electric Relics Audio Artifacts…

 

7. ¿Sos consciente de lo cinematográficos que son tus temas?

No, no soy conciente, ¡jajaja! No es un objetivo buscado, pero es cierto que puede dar esa sensación, tal vez como producto de la falta de estructura, el diseño sonoro, la falta de voces o instrumento líder que te transporte por toda la canción. De todas maneras, es un gran elogio y una definición hermosa: ¡cinematográfico!

 

8. ¿Hay vida del proyecto con Juan más allá de Unfortunate Numbers?

¡Sí, claro! ¡Eso espero! Yo ya estoy trabajando nuevas ideas y ya empecé a enviarle tracks a Juan. También con IVC Orquesta estamos tocando casi todos los tracks de este disco por lo que tal vez en algún momento se pueda interpretar en vivo.

 

9.¿Opinás que a los discos hay que grabarlos y mandarlos a la red y nada más o no salen en formato físico porque nadie viene y te dice “quiero editar tu disco”?

Yo soy un amante del formato físico, un coleccionista pobre de vinilos, cassettes y CDs, pero coleccionista al fin.

IVC tiene varias publicaciones que fueron editadas en formato físico, por ejemplo, los EPs 1 a 5, fueron editados en un cassette doble por el sello Luxury Bucket de Bristol (UK), editado en cassette, DVD y CDr por sellos de EEUU y desde el 2018, cuando empiezo a trabajar y publicar de manera habitual con Caleb R.K. Williams y el sello Eagle Stone de Francia, todos los trabajos fueron editados con versiones físicas muy cuidadas, objetos únicos, hermosas microediciones de 15 o 20 unidades. De hecho, todavía no se si puedo decirlo, el último trabajo de Olson, Van Cleef, Williams sería editado en vinilo (100 unidades) por un sello de EEUU. En todos estos casos fue un “quiero editar tu disco”.

Pero también me gustan los discos digitales y su edición física no puede ser una condición necesaria para su lanzamiento, un sí o sí. No obstante, si después hay interés y se puede lograr una linda edición física, obvio que se realiza, pero no tenemos que perder de vista que en Argentina editar un vinilo de 4.30 minutos por lado cuesta 7 dólares sin gráfica, mínimo 50 unidades. Y no tengo idea de quién lo compraría. Recién hablaba con un amigo acerca de la posibilidad de que una edición de este tipo pueda funcionar como split, con un proyecto musical por lado, pero no lo sé. También, alguna vez, hicimos ediciones físicas DIY, con grabados, imágenes en papel fotográfico, ediciones únicas, numeradas para vender en recitales. Pero no se vendieron, por lo que ya no le doy prioridad a ese fetiche por el objeto porque, finalmente, lo que importa es la música y se tiene que publicar.

 

10. ¿Tenés alguna fecha en vivo cerca?

Por ahora no hay planes, estuvimos tocando bastante en la primer parte del año, empezando por una fecha coorganizada con XNIDA (con quién, a duras penas, llevamos adelante un ciclo que se llama «Flotante», un ciclo de experimentación audiovisual), luego en el Centro de Arte Sonoro en CABA, después en el festival «Aleación Imprevisible» organizado por Melero y hace unos días tuvimos una presentación en el Mercado Progreso (un lugar hermoso de la ciudad de Santa Fe), en el ciclo Capital Cultural. Después de estas fechas, pensamos en volver a trabajar sobre el set, el sonido, grabar, etc. De todas maneras, tenemos en mente la primavera para hacer algún evento.