El ombligo

Por Larisa Cumin

La vicepresidenta Gabriela Michetti declaró, oponiéndose a la ley vigente, que estaba en contra incluso de permitir que abortaran las mujeres víctimas de violación. «Lo podés dar en adopción, ver qué te pasa en el embarazo, trabajar con psicólogo, no sé», manifestó. Larisa Cumin, como hicieron espontáneamente cientos de miles de mujeres en todo el país, le responde desde el ombligo.

 

Miedo y odio. Odio y miedo. Eso. Las dos caras de un solo rostro que no puede, no quiere mirar. Mirar al otro como otro, y muchos menos reconocerse a sí mismo como un otro para los demás. En la anulación, la ausencia extrema de empatía, el otro no sólo no te importa, sino que no te afecta nada de su particularidad, de su diferencia, de su adentro. Apatía al mango. Miedo, odio y asco, asuntos propios que cargan -desde el desconocimiento total- al otro de cosas tremendas.

Proferir discursos sobre el otro desde ahí lleva no sólo a invalidar la voz ajena sino también a minorizar su dolor y su deseo. Por eso, no voy a contestar ni con miedo, ni con odio, pero sí con bronca. Una bronca que se me aloja en el cuerpo como algo que bulle y que necesito sacar, porque la siento ahí en el ombligo, sí, señora Gabriela Michetti, a veces la única verdad es la que se siente adentro y la única manera de eyectarla es diciendo.

Mi ombligo y los ombligos de todas las mujeres, de todos los cuerpos gestantes de este país, se afectan, y no por yoicos sino todo lo contrario. Y deberían afectarle a usted, como también todas las contestaciones que recibió desde que dijo lo que dijo. Y no se equivoque en esto, todas esas respuestas no las recibió porque se haya pronunciado usted como proaborto clandestino, no.  Las recibió, así, por montones, porque, antes que nada, o antes que todo, se pronunció usted desde la apatía, desde el miedo y desde el odio. Y usted puede, claro que tiene derecho a ser apática, y a tener miedo, y a sentir odio, incluso puede sentir miedo y odio fundados solamente en el desconocimiento (nada asusta más que lo que no conocemos).

Usted puede claro opinar sin argumentar, puede decir no sé, que sé yo, claro que puede, lo está haciendo, ¿no ve? Pero la cosa es que lo está haciendo públicamente y desde un lugar de poder. Y no espere que permitamos que quien nos representa -muchas veces a pesar nuestro- diga cualquier cosa y lo haga encima con total indiferencia. No. No espere que pasemos por alto su negación, la negación del deseo, la negación de la importancia del acto de decidir, la negación de la importancia de un hecho traumático, la negación de lo desubjetivante que es transitar corporalmente la imposición violenta de un otro a pesar nuestro. No espere que nos dé lo mismo que confunda particularidad con individualismo. No. No espere que usted nos dé lo mismo. Usted nos importa, es nuestra vicepresidenta.

Por eso insistimos en que usted debe saber -quizás todavía no se dio cuenta- que las palabras también hacen cosas (no por nada son muchas escritoras las mujeres que salieron a responderle). Cosas sobre los cuerpos. Y que usted al decir, de la forma que lo hace y desde el lugar que ocupa que no pasa nada, hace que pasen un montón de cosas. Desdibuja, oculta y niega bajo un manto gris de cualquier cosa es cualquier cosa no sólo una lucha inmensa, un montón de debates y argumentos seriamente construidos sino y, sobre todo, la otredad. Un montón de ombligos llenos de dolor, de deseo, de bronca, de historia, de afecciones. Un montón de ombligos llenos de cosas que pasan en el cuerpo, en la vida, en la cabeza, en el corazón. Y déjeme decirle que también desde ese lugar, el que ocupa -mal, pero que ocupa al fin-, está usted decidiendo sobre la vida de todos esos otros y sus formas.

No nos tenga miedo, no haga como que no le importamos, no nos odie, mírenos, escúchenos, déjese afectar, trate alguna vez de comprender. Y sino está dispuesta, por favor, tenga al menos la prudencia y la responsabilidad de no hablar de y por todes, públicamente y desde la presidencia de esa Cámara que en algunas semanas va a debatir un proyecto de ley que llega con una histórica media sanción de Diputados.