Ivana Zacharski: «Cuando se entra en el mundo Pizarnik, las asociaciones parecen infinitas»
Entrevista de Pedro Perucca
Desde Sonámbula entrevistamos a Ivana Zacharski, autora, directora y actriz de Hope, obra inspirada por en el universo poético de Alejandra Pizarnik que se estrenó el sábado pasado en el Teatro Beckett. Un recorrido íntimo por los orígenes y la evolución de una obra que originalmente se inspira en el mundo pizarnikiano para disparar hacia un desenlace más contemporáneo y contundente.
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La gacetilla de la obra resume: “El dictado sonámbulo que recibe Segismunda para producir la escritura de su obra se ve interrumpido por la llegada de Carol, una actriz que intenta llevar adelante un reclamo por haber sido expulsada injustamente de una obra de teatro. Segismunda y su secretario esclavizado, Macho, abren juego a la elaboración de esa denuncia que da cuerpo a la esperanza de Carol”. Pero Ivana Zacharski, autora y actriz de Hope, tiene mucho más para contar sobre un texto que llevó años de trabajo y mutaciones y una puesta enrarecida que horrorizaría a algunos defensores del realismo teatral.
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-Contanos cómo nace la idea de Hope y cómo fue el largo proceso que recorriste hasta llegar a su forma actual.
–Hope tiene la característica de que su traducción en español es a la vez “esperar” y “esperanza”. Y ahí estuvo presente pregunta que estuve desentrañando por mucho tiempo en lo personal: ¿Qué hay entre la espera y la esperanza? Aunque el nombre llegó cuando la obra estaba prácticamente terminada, es un problema que la conforma íntimamente. El proceso de investigación llevó muchos años y pasaron muchas personas por él, sin que pudiera encontrar su punto final, ya que de un modo u otro volvía a abrirse con asociaciones nuevas. Esa especie de hipnosis y combinación al infinito de esos cuatro o cinco elementos que se tejen creo que es parte del efecto pizarnikiano en mí. Porque como ella también es una gran hurtadora, cuando uno entra su universo, las asociaciones parecen infinitas.
Durante el año pasado, en plena pandemia, hice un seminario con Maruja Bustamante, a quien le estoy muy agradecida, que se llamaba “Exaltación de lo íntimo”, que apuntaba a la escritura desde experiencias personales. Me acuerdo de un ejercicio donde tuve que recordar el recorrido que hacía de niña desde la casa de mi mamá hasta la casa de mi abuela: el barrio, el empedrado, la tierra colorada, el monte, la avenida y sus plazoletas, las subidas y bajadas interminables con los 40 grados que se pueden sentir en Misiones. Trayectos, sensaciones, asociaciones íntimas en relación a lo biográfico. Ahí me di cuenta de que lo que estaba necesitando en esta versión que estaba elaborando de Los poseídos entre lilas era el cruce con algo personal biográfico que me tocara, un territorio, un ancla. Como pasa a veces, hay procesos de escritura donde uno no decide mucho que escribir y las cosas simplemente llegan y se posan en el nivel de la obsesión, algo que no se va hasta convertirse en materia de algo.
Así que no sé si fue del todo una decisión consciente, pero en el proceso fue clave el mundo de las asociaciones que abre Los poseídos entre lilas, que por otro lado es un claro plagio a Final de partida… El mundo Beckett está muy presente en Pizarnik y sobre todo en esta obra. Entonces se me ocurrió cruzarlo con aquél acontecimiento ocurrido en el Teatro San Martín en 2018, donde Analía Couceyro y yo fuimos expulsadas de la puesta de Esperando a Godot porque hay un cláusula sobre la obra de Beckett que dice que el género del personaje tiene que coincidir con el del actor/actriz, así, todo genitalizado. Yo estaba pasando por una circunstancia personal muy particular, además de que estaba puérpera, había parido hace poco, y todo eso me generó mucha angustia. Eso quedó zumbando ahí en mi vida y fue una linda manera de elaborarlo por otro lado desde la escritura. En la obra los personajes incluso se burlan de los herederos de Beckett y de todas esas instituciones patéticas.
Entonces incorporé esta circunstancia dramática de la actriz expulsada de una obra de teatro por motivos de género al personaje de Carol. Y ahí se fue armando el Frankenstein, pero necesité de la enorme colaboración artística y de la mirada sensible y hermosa de Juan Mattio, que en una clínica que hicimos durante el último verano pandémico me aportó una mirada muy respetuosa de lo propio que el material exhala, una mirada lúcida, sencilla y sensible que colaboró mucho para hilar un poco más fijo la narrativa de los personajes. Así que gracias a eso Hope pasó de ser un collage versión de Los poseídos entre lilas a ser una obra que es conducida por los estados de ánimos y las voluntades de sus personajes, con zonas de extrañeza (que un dramaturgo o dramaturga consideraría incorrectas o fuera de las reglas del realismo teatral), con mutaciones imperceptibles que de pronto generan un cambio de territorio injustificado o ciertos comportamientos inverosímiles en los personajes.
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-¿Cómo fue la relación que fuiste construyendo con Alejandra Pizarnik y su obra a lo largo del proceso de trabajo con Hope?
-Siento que ahí Pizarnik es un tótem para la construcción de mi personaje de Segismunda. Más en general, me parece que en las obras en que fui actuando siempre tuve un tótem poeta. En el caso de Las investigaciones, allá por el 2007, fue nada más y nada menos que César Vallejo, porque en un momento de la obra yo escribía un fragmento del poema “Intensidad y altura” («Quiero escribir, pero me sale espuma, / quiero decir muchísimo y me atollo; / no hay cifra hablada que no sea suma, / no hay pirámide escrita, sin cogollo»). En Muñeca fue Marosa Di Giorgio y los monólogos que hice en Reflejos infieles estaban basados en Alfonsina Storni y en Kafka. De un modo u otro, incluso cuando participo en obras como actriz, me escribo textos de poetas. En La farsa de los ausentes escribí mis textos tomando mucho del Alfonsina también. Cuando me meto con las poetas, me gusta hacerlo a fondo. Y en Pizarnik descubrí todo un mundo contemporáneo, no sólo gracias a la biografía muy conocida de Cristina Piña (Alejandra Pizarnik. Biografía de un mito), sino también a unos ensayos muy interesantes de César Aira, donde habla de una “injusticia” cometida contra Alejandra, señalando que se utilizan muchas veces las metáforas de su obra para hablar de su vida. Me resulta interesante poder hacer esa separación, porque para mí ella sigue siendo una incógnita enorme, me intriga porque sigue siendo un abismo inalcanzable.
Otra cosa interesante que dice Aira es que por supuesto que Pizarnik bebe del surrealismo pero también realiza una operación de subjetivación de aquél mito fundante del surrealismo que fue la escritura automática, exaltando lo biográfico. Y ahora estoy leyendo algo de María Negroni, El testigo lúcido, un libro muy recomendable, donde se analiza el libro de Valentine Penrose, la surrealista que escribió La condesa sangrienta, texto en el que se basa Pizarnik para escribir el suyo… Ese libro de Penrose no estaba editado acá y salió hace poco. La condesa sangrienta es tal vez uno de los textos donde Alejandra está más cerca del conde de Lautreamont y la crueldad. Y mucho de mi obra va por ahí, en relación con lo que percibo que fue ese encantamiento de Alejandra por Bathory. Y mi personaje tiene un devenir hacia ese costado cruel que fascinó a Alejandra.
-¿Qué relación tiene tu Segismunda con el personaje de Pizarnik o, más en general, cuánto de Los poseídos entre lilas sigue presente en Hope?
-Los personajes vienen todos de la obra de Alejandra, pero están puestos a jugar en otras circunstancias. Por ejemplo, el de Segismunda está mucho más concentrado en su obsesión por la escritura y la búsqueda de la palabra perfecta, la frase redondeada, esa obsesiva búsqueda de la palabra que se puede ver en la poesía de Pizarnik (que no es lo único que escribió, porque también produjo una prosa muy jocosa y unos ensayos muy interesantes). Pero en Hope lo que quiere es escribir una obra de teatro. Podríamos pensar en una ficción biográfica sobre Pizarnik en la previa de la escritura de Los poseídos entre lilas. Es ese momento tan particular del momento previo a comenzar a escribir algo, los garabateos, la búsqueda de las temáticas por las que luego la obra podría ir. En esa búsqueda está el personaje de Segismunda, que tiene una relación muy particular con el personaje de Macho, que ha perdido humanidad y casi no habla. Tienen una relación a lo Hamm y Clov de Final de partida. Y algo que también aparece en Los poseídos entre lilas, ese círculo vicioso entre sometimiento y necesidad, el sometido que se quiere ir pero no puede y quien somete, en sus variantes de ser amoroso y cruel. En esta variante están en una especie de atelier que es el lugar donde Segismunda está comenzando estos primeros esbozos de escritura de su obra de teatro. La escritura se desarrolla en un papel como el que usábamos en Las investigaciones, en un rollo que se desenvuelve en escena, donde ella escribe con pincel y tinta.
Y acá es donde quise hacer un cruce más contemporáneo, si se quiere, porque me daban ganas de abrir una fisura en la obra de Pizarnik para inscribir una circunstancia más presente y me imaginé que Carol (que toma el nombre de un personaje de Los poseídos… pero con una función dramática completamente distinta) irrumpe en esa situación, en un estado muy particular, casi de colapso del cuerpo, en busca del Ministerio de Trabajo porque acaba de ser expulsada de una obra de teatro. Llega vestida como el personaje de El muchachito, de Esperando a Godot, y necesita poder hacer el reclamo para ordenar algo de su identidad sexual y también algo de su cuerpo. Hay algo del orden que se le impone como necesario. Y pregunta si es el Ministerio de Trabajo, ante lo que Segismunda, en su afán de, por un lado no aburrirse y por otro extraer material para su escritura le dice, que eso era un Ministerio pero que ya no, aunque la pueden ayudar con su reclamo. Ahí empieza una dinámica donde entra en juego la maquinaria burocrática, donde Macho y Segismunda la boludean a Carol prometiéndole que si hace tal cosa o tal otra la van a ayudar. En medio de ese entrecruzamiento se empieza a jugar, intercaladamente, la búsqueda de Segismunda de material para la escritura de su obra de teatro (que no decimos que es Los poseídos…) y el reclamo de una Carol que está totalmente inscripta en esta cuestión de estar harta de reclamar y el deseo de dejar asentado en algún lado la injusticia de su expulsión.
Después hay algo también en relación a La condesa sangrienta, porque la obra tiende a lo rojo, en una apuesta que hicimos con el iluminador, por lo que pareciera que se está en una especie de castillo gótico, que se podría pensar que es el castillo de Bathory, con lo que el juego, sin nunca dejar de ser un juego, abre la sospecha de que Carol también es parte de ese sistema y que esta vez el juego se trata de que ella va a actuar de “actriz expulsada de una obra de teatro”. El juego va tendiendo hacia una cuestión más teatral y cerrada que por la impronta visual podría asociarse con La condesa… y con ese mundo más gótico. El espacio va transformándose, pasando de ese atelier que se juega en unos lavandas, azules y colores más fríos, a una condensación hacia el rojo final. También hay momentos donde se trata mucho el tema del drama de Carol, porque ella está buscando todo el tiempo que alguien reciba su reclamo y una tregua a esa situación de desesperación en la que se encuentra. Y en ese boludeo suceden muchas cosas.
-¿Y cómo fue el proceso de llevar concretamente a escena la obra, más allá del largo tiempo de investigación previa?
-Empezamos a ensayar con Casandra Velázquez y Javier Lanús, ella en el personaje de Carol y él en el de Macho. Javier es el único sobreviviente de las tentativas iniciales de este proyecto, porque está desde el inicio, con varios años ahí haciendo el aguante, también porque es un actor muy afín al mundo pizarnikiano. Y es un placer muy grande compartir escena con Casandra, que para mí es una gran artista. La conozco hace varios años y vengo viendo su desarrollo en los escenarios porteños y no deja de sorprenderme la fuerza creativa que tiene. Es notable su composición del personaje. Y yo encarno el personaje de Segismunda, que está bastante en sintonía con la Segismunda de Pizarnik, pero tiene un devenir diferente. Los poseídos… tiene la estructura de Final de partida, ese movimiento circular y en loop, pero yo quería darle otra terminación, que fuera más contundente, que tuviera más que ver con los tiempos que corren. Por eso el personaje que al inicio tiene esta obsesión con la búsqueda de la palabra, de la pureza de la frase, el humor y la erótica de Segismunda va deviniendo en otro personaje de Bathory.
Para la puesta pusimos en pie con Carolina Posse, a quien le estoy muy agradecida, una cooperativa teatral temporaria, como suelen ser las cooperativas teatrales, con muchísimo esfuerzo y cabeza porque los recursos son pocos y la magia del teatro independiente es justamente… Sin romantizar la pobreza, hay algo de lo que se resuelve con creatividad y con la inmensa red de teatreros que somos en Buenos Aires, algo que me da mucha alegría, creo que es el motivo por el que vivo en esta ciudad. Poner en pie una cooperativa en este momento, con todo lo que eso significa, es muy complicado porque con la devaluación vas a comprar un spray para el pelo y te querés morir, porque no se relaciona para nada el presupuesto destinado a la producción de obras con lo que realmente una obra necesita como mínimo e indispensable para poder salir a la luz.
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-Hablando de luz, la iluminación juega un rol muy importante en Hope…
-Sí, y aprovecho para agradecerle mucho a Eduardo Maggiolo, nuestro diseñador de luces. ¡Qué maravilloso esto del teatro donde al principio hay elementos sueltos, el texto por un lado, el elenco con sus cuerpos, respiraciones y las asociaciones sensibles que cada uno hace sobre el material, el espacio y su composición, la relación de todo eso con los objetos y mucho tiempo de ensayo imaginándose que luego vendrá la luz! Y cuando aparece de la mano de alguien como Edu todo se potencia y hay algo del hilo conductor y la fuerza, que va adquiriendo unidad. Siempre me pasa esto con él, con quien vengo trabajando desde hace tiempo, porque hay algo de su impronta tan inteligente, sensible y apasionada por lo que hace que potencia muchísimo el trabajo. También quiero destacar en la parte técnica al músico José Orozco, que es la primera vez que hace música para una obra de teatro y también aportó muchísimo desde su simpleza y su conexión con esta novedad absoluta que es para él una obra de teatro, además una de estas características, donde lo raro prevalece por sobre lo apolíneo y lineal. Y supo aportar desde ahí un material muy precioso y preciso que también sumó mucho a la obra.
Termino con un agradecimiento especial a Lucía Arenas, la asistenta de dirección, para la que también es su primera vez en asistencia, si bien tiene desarrollos artísticos por otras ramas… porque supo lidiar con toda esa dinámica del teatro, que para ella también era nueva. Y se pudo acomodar, haciéndose un lugar de aportes y miradas que la volvieron indispensable en el proceso. También a la sala Beckett por abrirnos ese lugar hermoso, que también es un espacio de resistencia cultural, como lo son todos los teatros independientes de la Ciudad.
En un momento el personaje de Carol, en el original de Los poseídos entre lilas, dice: «No hay un alma viva en Santa María de los Buenos Aires, porque todos ustedes están muertos. ¿Y qué nos queda si están todos muertos? ¿Cuándo vendrá lo que esperamos? ¿Cuándo dejaremos de huir? Quizá algún día encontremos refugio allí donde empieza la realidad verdadera. Entre tanto, yo puedo decir hasta qué punto estoy en contra». Ese texto no está en la obra pero sintetiza su espíritu.
Ficha técnico artística
Autoría: Ivana Zacharski
Actúan: Javier Lanus, Casandra Velázquez, Ivana Zacharski
Diseño de luces: Eduardo Maggiolo
Diseño De Sonido: José Orozco
Operación de luces: Mariano Basile
Fotografía: Anabella Sarrias
Diseño gráfico: Marcelo Pañale
Asistencia coreográfica: Malena Giaquinta
Asistencia de dirección: Lucía Arena
Producción: Carolina Posse
Dirección: Ivana Zacharski
Beckett Teatro
Guardia Vieja 3556 – Capital Federal – Buenos Aires – Argentina
Teléfonos: 4867- 5185
Web: http://teatrobeckett.com/
Entrada: $ 1.000,00 – Sábado a las 23:00 – Hasta el 24/09/2022