Por Marcelo Simonetti
En el séptimo aniversario del fallecimiento de David Bowie, Marcelo Simonetti seleccionó sus diez discos favoritos, por orden cronológico, de entre la inmensa y compleja discografía del Duque Blanco. Un recorrido por la obra de uno de los artistas más influyentes de los últimos 50 años.
.
Vamos con un listado subjetivo de los 10 mejores discos de Bowie por orden cronológico y un par de líneas de cada uno. Los diez mejores discos de un artista puede ser un exceso en casi cualquier caso, pero no si hablamos de Bowie. Si a los de estudio solistas o con banda sumamos los soundtracks y los discos que grabó y no le quisieron editar estamos cerca de los 35 álbumes.
1970 – The Man Who Sold The World. Un disco de hard rock, por momentos a la par de los discos de Black Sabbath de la época. Primer álbum donde toca la banda que luego serían los “Spiders From Mars”. Se suele decir que entre esta placa y la aparición de Marc Bolan está el origen del glam. Los góticos y el dark wave chorean de este disco a lo loco.
1971 – Hunky Dory. Más pop que el anterior. Más fácil de escuchar. Incluye declaraciones de principios como la necesidad personal de cambios permanentes y el bardeo al rock clásico. También, paradójicamente, hay homenajes al rock clásico y una atmósfera cercana a la Velvet aparece en todo el álbum.
1972 – Rise and Fall Of Ziggy Stardust and The Spiders From Mars. Primer disco conceptual de Bowie. Disco más representativo del glam. Cuando Bowie mató a Ziggy, el glam murió como movimiento. Johnny Rotten contó que se peinó así para salir con los Pistols copiando al personaje de David. Y Glen Matlock le choreó el sonido de guitarra de “Hang On To Yourself” para el riff de “God Save The Queen”. También los primeros Post punks y los góticos le deben la vida al disco éste.
1977 – Low. Primero de la trilogía berlinesa. Criticado como mediocre u olvidable por la prensa en ese momento. Nadie entendió una goma, pero el tufillo a la experimentación y el Krautrock ya estaba en el de transición Station to Station. Disco bien dark, lleno de electrónica, aunque el lado A en la primera escucha parece más tradicional. El lado B es un desconcierto absoluto para la época, con instrumentales de sonidos ambient de reminiscencias centroeuropeas e indias. Con los años pasó lo mismo que con Metal Box de PIL. Todos los pasquines que lo mataron después se preguntaron si no era la primera obra de Post Rock de la historia, 20 años adelantado a su tiempo.
1980 – Scary Monsters. El único hasta ese momento junto al de Ziggy que fue éxito comercial y de críticas al mismo tiempo. Acá hay art-rock, new Wave y hasta hard rock. Toca la viola Robert Fripp y la prende fuego. Un disco que es muy dark como Low, pero en una vena más social como por ejemplo puede ser Diamond Dogs, y menos personal. Aparece de nuevo el Major Tom en el primer corte del disco, una obra maestra del New Wave.
1993 – The Buddha Of Suburbia. Un disco más homogéneo y certero que el anterior, Black Tie White Noise. Fue presentado como soundtrack pero es falso. Solo un tema es soundtrack de la serie The Buddha Of Suburbia. Bowie toca varios instrumentos. Nadie le dio pelota, ni siquiera la compañía. Quizás porque salió pegado al disco anterior. Acá hay pop y bases bailables. Pero también hay free jazz y vuelve el ambient de su época berlinesa. Hay muy lindas melodías y un tema que es tan bueno que lo re grabó para el disco siguiente, Outside. Un tapado que defiendo a las piñas.
1995 – Outside. Otro álbum conceptual, y el reencuentro de Bowie con Brian Eno. Es un álbum distópico. El personaje central es un buche del Estado inglés que investiga y decide qué obras artísticas son crimínales y cuáles no. Las canciones son básicamente el diario que escribe éste tipo. La música es decididamente siniestra, por momentos industrial, por momentos ambient y en ocasiones casi cinematográfica. La prensa no le dio pelota, y a nivel ventas no fue un gran éxito pero levantó la puntería respecto a sus laburos previos. Es el comienzo de una era electrónica que sigue en Earthling, y a la vez es la base de la trilogía que arranca en Hours… donde por primera vez mira hacia los 70.
1999 – Hours. La prensa le dio con un palo. A lo largo de su historia, con cada golpe de timón, a la prensa algo no le cuajaba. Ahora que un disco tenía el perfume de Hunky Dory, cuando salió le enrostraron esa similitud. Tampoco les gustó el estilo confesional y desnudo del disco. A mi todo eso me parece genial, y las melodías que escucho ahí son las más bellas que Bowie escribió en quizás 25 años. La voz se escucha como nunca. Es el primer disco grabado por él con más de 50 años, y lógicamente eso implica un racconto y una melancolía. Las bases y los soniditos están por todos lados, pero también la guitarra de doce cuerdas. Las letras, como puteó la prensa, son más personales y evocativas. Otro que defiendo a las piñas.
2002 – Heathen. En éste disco vuelve Tony Visconti. Tuvo extraordinaria recepción de críticas y público. Un poco buscando pelea, después de Hours (que fue acusado de mirar a los 70) quiso sacar un disco donde algunas canciones eran reversiones de otras suyas de los 60. La compañía le dijo que no. Ese disco es Toy. Entonces para Heathen compuso algunas nuevas canciones y le mezcló otras de esas que estaban trabajadas para Toy. La compañía aceptó a regañadientes y ese justamente fue su álbum mejor recibido en 22 años. Musicalmente oscila entre Hours y una línea más rockera, siempre con una base de sonidos electrónicos. La temática vira nuevamente a lo social, ahondando en la degradación de la humanidad y la falta de perspectivas de un futuro sombrío.
2016 – Blackstar. Disco despedida de Bowie. Gran recepción de crítica y ventas. Nunca sabremos si fue debido a que murió dos días después de la salida del album. Emotivo, críptico, espontáneo y estructurado a la vez. Art rock, rock experimental, Jazz Rock… El pop, bien lejos. El anterior disco, The Next Day, había sido un rejunte desparejo y ecléctico de casi todas las caras de Bowie. Éste, si no fuera precisamente Bowie, diríamos que fue grabado por otra persona. Las canciones largas como viajes de pesadilla, llenas de furia y libertad, y a la vez encorsetadas en una base de cálculo milimétrico. La voz y las letras llenas de furia también, pero se asoma un tono amargo, lleno de tristeza y rencor por la vida que se va. Todo el álbum está pensado como un regalo post-mortem. Algunas letras hablan desde el borde de la tumba y de un cuerpo que lo priva de satisfacer sus anhelos. Otras están escritas desde más allá de la muerte, soñando con la vuelta o, mejor dicho, con la eternidad y la permanencia de su existencia y su memoria como una Estrella Negra, ni viva ni muerta, solo suspendida para siempre.