Néstor Frenkel: “¿Hasta dónde algo es arte y en dónde deja de serlo?”

Por Jorge Hardmeier

Jorge Hardmeier vuelve a entrevistar a Néstor Frenkel para Sonámbula, esta vez sobre su último documental, Después de un buen día, sobre el recorrido impensado pero lleno de magia de aquella película que en algún momento fue definida por la crítica como “el peor largometraje exhibido en salas comerciales argentinas”.

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En 2010 se estrenó Un buen día, una película dirigida por Nicolás Del Boca y con guion de Enrique Torres, autor de una serie de textos exitosos de la telenovela argentina: Esa mujer, El patrón de la vereda, Muñeca brava, Cebollitas, Perla Negra, Celeste siempre celeste y otros títulos fueron sus logros indiscutidos en eso que se denomina rating. Sin embargo, Un buen día tuvo una recepción negativa entre la crítica, que llegó a definirla como un “culebrón metafísico” o una “película errática basada en altisonantes diálogos”.

La cosa no quedó allí, tras un breve recorrido fue tildada como “el peor largometraje exhibido en salas comerciales argentinas”. Y comenzó a construirse el mito. Con el transcurso del tiempo se conformó un grupo de fans de la película en cuestión, entre cuyos protagonistas se encontraban Andrea Del Boca, Aníbal Silveyra y Lucila Polak, más conocida como la novia argentina de Al Pacino. Es en ese devenir en el que, luego de más de una década, aparece Néstor Frenkel, un documentalista experto en indagar particularidades: Construcción de una ciudad, Buscando a Reynols, Amateur y El coso son algunos ejemplos. Y entonces Después de un buen día (2024) y Frenkel.

Buen día día, Después de Un buen día

“¿Por qué Un buen día? Por todo lo que viste. ¿Y cómo llegué? A través de los fans que eran conocidos, no amigos ni gente cercana pero si gente que conocía a través de las redes, algunos de ellos venían a ver mis películas. Sobre todo Magrio (González), que termina siendo un coprotagonista. Había una cierta afinidad, buena onda y me fui enterando de toda la historia, tanto del grupo como de todo lo que fue sucediendo. Me pareció que era una historia muy rica de la cual se desprendían muchos temas interesantes. Y esto que se me ha vuelto recurrente, que no puedo esquivar lo que ya es un tópico en mí: esto de los límites del arte, los bordes del arte, desde Federico Manuel Peralta Ramos hasta René Lavand (mago manco hay uno solo en la historia). El arte psicodiferente de Federico, el arte amateur de Jorge Norberto Mario, el arte down de Miguel Tomasín y así sucesivamente».

«Se ve que hay algo ahí a lo que naturalmente voy. Los bordes del arte, sería. Esa es la pregunta. ¿Hasta dónde algo es arte y en dónde deja de serlo, qué está bien y qué está mal, quién tiene la vara para medir si algo es bueno o es malo? Digamos: ¿la música de Tomasín es buena porque los circuitos de vanguardia del mundo le dieron el pulgar para arriba? No sé. ¿Un buen día es buena porque, ahora, se da en el Malba, porque hay un montón de fans? No lo sé. ¿Quién tiene la vara? ¿Quién tiene la autoridad para medir? Y, por otro lado lo que me interesa, no sé si es lo que está corrido del cine, un poco corrido del centro, las personas que me traen historias particulares, donde hay cosas que son particulares. La historia de Federación (Construcción de una ciudad) no se trata de arte pero es un pueblo único que vivió una historia única. Ser narrado ya es interesante y siempre, en esas particularidades, aparecen los temas».

Qué se puede hacer salvo ver películas

«Hice Los visionadores: no era sobre una película era sobre un montón de películas. Era un juego sobre el cine. Amateur, de alguna manera, es eso, sobre el cine amateur, sobre el hombre que agarra una cámara por primera vez sin demasiada conciencia y bueno, recorro la filmografía de Jorge Mario (Jorge Norberto Mario, odontólogo, precursor del cine casero, siempre en Súper 8). Finalmente, un aspecto más de su vida. Después de un buen día no creo que sea la primera en algo, es la primera donde la mirada sobre el cine está dentro de la película, no soy yo el que está mirando sino que yo estoy mirando a los que miran. El grupo de apreciación de Un buen día, ocupa cierto lugar que podría haber ocupado yo mirando a Jorge Mario o mirando a Ranni o mirando las películas de Los visionadores. Creo que esa es la novedad, esa es la diferencia más radical con aquellas otras películas sobre cine».

La clave del éxito

«¿El éxito y el fracaso? Tiene también que ver con los bordes del arte. Con la vara para medir lo que está bien y lo que está mal. Cómo se mide lo que es exitoso y lo que es un fracaso. En este caso es una paradoja que lo vuelve interesante. Ahí se puede también encontrar algo con los ganadores. ¿Por el hecho de que te estén dando un premio te convertís en un exitoso? ¿Cuál es la medida del éxito y cuál es la medida del fracaso? Ese puede ser otro de los temas que se repiten. La verdad que algo que es ‘de culto’ o no… No sé qué pensar de eso, no sé qué es. Es una categoría que no me interesa demasiado. Creo que son cosas que son más cómodas para la prensa, para escribir, para catalogar pero no creo que hable de nada, ni de cómo fue hecho, ni de cómo fue pensado. Tiene un poco que ver con el devenir de una obra, pero tampoco es muy clara la idea. De nicho, de culto, que tiene fans… La verdad es que es un concepto con el que yo no dialogo mucho. Sí con lo que hace que algo sea único. Son cosas que son hechas, en principio, con mucha verdad, con mucho amor, con mucha inconciencia, con mucha valentía».

«Son todas características que tiene, en principio, Un buen día, al menos para mí. Mucha entrega, mucha verdad, mucha valentía, mucha generosidad. Y, tal vez, es algo que se vuelva solemne, porque alguien ya siente que es importante hacer arte o el hecho de hacerlo o comunicarse, las ganas de comunicar, las ganas de decir algo. Y también algo que pasa espontáneo. Un arte que no está domesticado, digamos. Hay mucho arte preformateado, tanto para el éxito masivo como para el éxito de nicho. Muchas películas hechas a la medida de los festivales, a medida de cierta crítica, a medida de la moda del momento. Eso es lo que produce un arte domesticado y repetitivo, que entra en los cánones, con lo que a mí, generalmente, no me pasa nada».

Ámame en cámara lenta

«Lo de esta película fue más fácil de lo que había imaginado, porque al haber arrancado con los fans y donde había ya una relación, básicamente con Enrique, lo de él fue muy fácil, enseguida estuvo a favor, charlamos un poco y no me hizo muchas preguntas. Enseguida se puso de mi lado o me puso de su lado, como fuera. Y, a partir de la presencia de Enrique, Aníbal (Silveyra) estuvo okey para hacerlo. A él le costó más pero no me lo hizo sentir a mí, ni me puso condiciones ni me la hizo difícil. Hizo todo lo contrario y fue enorme su gesto de generosidad, de valentía y de honestidad. Me aceptó, me citó y fui con la cámara y, en ese primer encuentro, me dijo todo lo que le pasaba con la película, con lo que había pasado, con el hecho de ser filmado, con el hecho de estar, quince años después, hablando de eso. Todo eso se ve en el documental, se nota alguien que está con mucho conflicto, que en el mismo momento piensa una cosa y piensa lo contrario y todo lo expresó con mucha verdad, con mucha pasión, con mucha generosidad como es él, actuando lo que le pasa pero esa es su verdad, así que fue buenísimo. Después Lucila Polak no quiso participar. Es así, si hacés una invitación y la persona declina de la propuesta, no hay mucho más que hablar, está en todo su derecho. No hubo que discutir, ni insistir ni que nada. Si no querés es súper comprensible. Es entendible no querer ser filmado y más recordando una experiencia traumática como fue esta, sin dudas. Tuve la suerte de que Enrique y Aníbal estuvieran ahí para convertir el documental en algo realmente potente y de cómo esta gente atravesó esta experiencia tan única».

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