Vaquera invertida: Lo personal, lo político, lo sexual

Por Flor Canosa

Flor Canosa leyó Vaquera invertida, la novela de  McKenzie Wark que editó hace pocas semanas Caja Negra en su flamante colección de ficciones, un espacio perfecto para un new weird pleno de «materiales híbridos que flirtean con otros géneros, que militan los bordes y los arrastran hacia un centro propio, que coquetean tanto con el porno, el terror, el slasher, el splatter, la ciencia ficción dura, el policial o la biografía».

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«Crear la situación óptima para que te cojan puede requerir mucha reflexión y planeamiento. Tenía que cuidar mi alimentación. (…) Tenía que tomar la cantidad exacta de drogas. (…) La iluminación requería ciertos ajustes. (…) Y la música. Bueno, eso era trabajo de DJ. Todo resonaba en vectores diferentes de la máquina cuerpo-sensaciones-cerebro. ‘Héroes’ de Bowie, ‘Remain in Light’ de Talking Heads, los comienzos de Prince, cuando se necesitaba algo menos austero o cerebral. King Tubby para convertir el tiempo en espacio. Los polirritmos de Fela; las líneas claras, definidas, abiertas de Miles Davis.»

 

Dispositivo caliente

Vuelvo de La Plata en tren. Es de día, hay mucha gente y estoy leyendo. De pronto me doy cuenta de que sería correcto tapar el título de uno de los capítulos con el dedo porque dice «(Cómo) hacerte coger» y hay un pre púber parado a mi lado. No sé cómo hago para considerar estas cosas cuando tengo en mis manos un libro que no te permite pensar, que te arrastra de los pelos al paroxismo de quedar atrapada en la piel de McKenzie. Es pudor. La asquerosa autocensura de creer que el otro pensará que estoy leyendo un manual de instrucciones. Pero algo de eso hay. Porque no se sale virgen (vaya metáfora) de la lectura de Vaquera invertida, hay algo que se aprende aún para quien cree que en ciertos terrenos —no específicamente los del libro, sino en esos que rondan la explicitud y el desenfado literario— se las sabe todas. McKenzie no sólo explica con lujo de detalles su alimentación antes del sexo anal o cuáles son los mecanismos para abrir los dos anillos de su ano, sino que le habla a tu yo adolescente, aquel que no sabía quién carajo era, quién debía ser y qué quería de la vida. Y yo soy mujer, blanca, heterosexual de clase media ilustrada. Si fuera hombre, tendría todo a mi favor. Pero la historia no trata sobre mí (¿quién querría leer eso?), así que ahora imaginen a un muchachito desgarbado y ya muy marica, en una ciudadela de Australia cuando están por comenzar los años 80.

 

La literatura del vos

No sucede muchas veces en la literatura que una no sepa qué tiene entre las manos y eso sea bueno. Que un libro funcione como un dispositivo que contenga un montón de piezas que forman la historia de vida de alguien que no es para nada como yo, pero que me interpele, incomode y fascine al mismo tiempo no es usual. Odio a la gente que escribe su propia historia, porque considero que suele ser apenas la transcripción de una sesión de terapia, algo que rara vez contiene literatura. El flagelo de la autoficción es que carece de ficción y supura autorreferencialidad. Tu lista de supermercado, tus polvos, tu relación con tu gato, la forma en que te drogás. ¿Cuán interesante debés ser para que eso se (te) transforme en arte? Perdón, mi opinión sobre la autoficción es una digresión personal y autorreferencial. Mala mía. Volvemos a McKenzie Wark, que sí tiene una vida lo suficientemente interesante como para transformarse en arte. Y no es una valoración subjetiva. Ella sí es literatura en estado puro. Todo lo que toca provoca la alquimia de que la literatura le chorree entre los dedos o, más bien, se deslice por sus muslos hasta el interior de sus botas.

¿Qué es Vaquera Invertida, entonces, y por qué es parte de una colección que publica new weird? Porque el new weird es el espacio perfecto donde introducir (más de «presentar» que de «meter») todos aquellos materiales híbridos que flirtean con otros géneros. Que militan los bordes y los arrastran hacia un centro propio, que coquetean tanto con el porno, el terror, el slasher, el splatter, la ciencia ficción dura, el policial o la biografía. No es una mescolanza indescifrable o un puré incomible, sino una forma casi política de concebir la escritura.

«Vaquera invertida tenía que tener una forma diferente a la de la memoria trans estándar para contar otra clase de historia. (…) Una historia que no presentara como pistas las experiencias de disforia de género. Las pistas serían, por el contrario, los momentos de euforia de género en el sexo. Esto es más meme que memorias. No tanto ensayo personal como análisis impersonal. Su género: menos cuento de aventura que culo desventurado. No solo crítica literaria, sino también literalismo crítico. No es sobre llegar a la mayoría de edad, es sobre la edad de correrse. No es totalmente objetivo»

 

El Kamasutra de una sola posición

El viaje comienza con la maravillosa sutileza y potencia evocativa del título, que juega en más de una liga de sentido. Googleen qué es «vaquera invertida» y no se queden solamente con la definición de revista femenina. Arrancando por allí, este libro podría ser perfectamente un catálogo de experiencias sexuales o el vertiginoso descenso a los infiernos del género, pero no lo es. O no es solo eso. Esta inclasificable criatura (hablo del libro y también de su autora) vino a narrarnos una época y un sentimiento universalmente personal: el descubrimiento del yo de la mano de sus experimentaciones de sexo, droga y rock and roll (literalmente), apoyada en la ambigüedad estética del hippismo, luego del glam, del punk y del propio cuerpo andrógino, con una honestidad que pocas veces se puede encontrar. Se sale de su cuerpo al introducirse (acá sí de «meter») en el cuerpo de otrxs. Hay también un incómodo periplo de autodestrucción que termina reconstruyendo el ser de la narradora. Y nos salpica con sus jugos y nos enreda en los hilos de sus medias.

 

Lo viejo nuevo raro

En época de literatura del yo falopa, aquí recibimos una pieza que supura autenticidad, belleza, horror, tripas, semen, mierda, éxtasis y política. Porque McKenzie, además, es marxista por convicción y por amor (como casi todos los que somos un poco marxistas) y lo es desde antes de chupar su primera verga de camarada. Su ideología está estampada en cada una de sus acciones y reacciones, desde comprar un jean hasta participar en una orgía.

Psicotrip químico anal de drogas duras, amor blando y marxismo, Vaquera invertida es un artefacto hipnótico que te sacude. Un gran hallazgo de Caja Negra. Mención aparte para la traducción tan eficaz, un excelente trabajo de Mariano López Seoane, quien tuvo varias entrevistas con la autora. McKenzie Wark se nos desnuda (a muchxs por primera vez) en este, su texto más literario y carnal, fuera de sus otros trabajos teóricos o filosóficos que ahora se me hace urgente leer.

Transcribo lo que dice la autora en una entrevista, acerca de mover el timón de sus textos más duros hacia esta polibiografía salvaje: «Hay un alejamiento de la abstracción de la posición desde la que el teórico escribe la teoría. Un movimiento para situar el trabajo de crear conceptos en el arte de contar historias que parten de la propia historia, de las propias experiencias. Así que Vaquera Invertida es mi versión de eso. Creo que ahí es donde está la vanguardia para la escritura que trata de conceptos: conectar eso con los sentimientos, las historias, las situaciones, pero de una manera que muestre al ser como hecho por la historia, más que como su propio pequeño autor»

Ella cuenta, hacia el final del libro, cómo fue la decisión de esta escritura mientras transicionaba. No quiero entrar en detalles para no sacarles el deleite de ir quitándole las capas a este texto. No es fácil estar en un mundo hecho a medida de unos pocos y McKenzie les habla a esxs excluídxs y asustadxs, desde su propio caso testigo, no tan peligroso o letal para su protagonista como cierto cine o la literatura supuestamente «del reviente» nos ha acostumbrado. Sin negar ni esconder una realidad abyecta, McKenzie nos muestra un universo con más condones y autopreservación.

 

La Pequeña Marx en tanga

Dejo una última cita, como pequeño muestrario de los diferentes materiales que Wark incluye en su historia de vida, que nos da, en mi humilde consideración, todo lo que lxs guachxs queremos. Porque qué otra cosa nos puede calentar más que un montón de sexo sazonado con algo de delirio ideológico:

«El día me encontraba leyendo Economía Libidinal junto a la piscina (…) El libro de Lyotard era y es un escándalo. En él, Marx el Grande se divide en dos. Está el Marx de El Capital, el Hombre Barbudo, el principiante de la facultad de Derecho, el teórico serio, que explica obsesivamente el funcionamiento del cuerpo del capital. Pero también está la Pequeña Marx, ese otro pobre que el Hombre Barbudo ama. Este Marx es un hermafrodita bisexual, que incesantemente intenta sintetizar, a partir de la crítica del capital (ese gran proxeneta y facilitador universal), alguna otra forma para el cuerpo social. Quiere tejer un mundo quizás no menos polimorfo, no menos abstracto, pero en el que la Pequeña ya no tenga que dar su fuerza, su corazón, su culo y su ingenio a cambio de dinero. Recordemos que Marx era un escritor freelance…»