Femipunkys
Por Dolores Reyes
Después de cacerolear contra los aumentos de tarifas, Dolores Reyes fue al Bafici a ver un documental sobre The Slits, banda de femipunkys conteporánea de los Clash o los Pistols, pero completamente invisibilizada por estar compuesta por una troupe de quinceañeras desquiciadas a las que los machirulos de entonces no sabían si querían cojer o asesinar. Nuestra cronista estrella se pone la remera de Los Tajos y lo cuenta para Sonámbula.
Miércoles a la tarde. Para ir al Bafici tengo que salir antes de la clínica de escritura y volar hasta el subte. Mi amiga viene de lejos y no quiero que me espere mucho. Trato de pensar en la última vez que fui al Bafici y no me acuerdo. Sí recuerdo algunas películas que me gustó ver de las ediciones anteriores: casi todas tenían que ver con la música e implicaron proyecciones en lugares extraños.
Mientras camino a todo lo que da para cruzar las vías del Sarmiento me llega un wasap. Carla me dice: Acá hay un cacerolazo raquítico, da lástima. Pero en Flores el cacerolazo está tomando fuerza. A medida que me voy acercando a Rivadavia el ruido es tremendo. No solo las cacerolas se golpean, todos los que de improvisto se encuentran acá agitan palmas o empiezan a golpear con lo que sea. Los autos se pliegan a bocinazo permanente. Nunca es raquítico un cacerolazo en Rivadavia, pienso, y recuerdo el último que vi, a fines del año pasado. Era de madrugada y todavía ardían llantas, la gente cortaba Rivadavia en varios puntos y no estaba dispuesta a ceder territorio. Pienso en ese fuego y me sumo unos minutos: Al MMLPQTP contrapongo el Maurici Macri la pija que te escupió. Me alegra leer los carteles con las reivindicaciones, pero me alegra más ver tanto pañuelo verde de la Campaña Nacional por la legalización del aborto en las mochilas de las pibas. Para dejar la protesta me abro paso entre los que se van sumando. Camino los 50 metros hasta la boca del subte lo más rápido que puedo. Me llega otro wasap, el ruido de fondo del cacerolazo de ahí es casi el mismo audio que acá tiene el aire, la voz femenina me dice te guardo birra.
Estación Congreso. Subo las escaleras a la máxima velocidad que la anemia que arrastro me permite. En la esquina del Congreso el cacerolazo fue ganando cuerpos. Veo entre las cabezas los rulos inconfundibles de un poeta amigo. Como si no me hubiera ido del cacerolazo de Flores, abrazo a Patricio Foglia. Saltamos y cantamos metidos entre todos. ¿Cuánto faltará para que el descontento masivo se vuelva repudio, energía, lucha que logre echar a los ajustadores?
Patricio me dice algo de Sonámbula pero no llego a escucharlo. Le contesto algo de la presentación de su libro de hace un par de días. No sé si me escucha pero hace que sí con la cabeza. Le digo que me espera mi amiga para entrar al Bafici y como no sé si me escucha, le señalo el Gaumont. -Tengo que irme. Nos abrazamos unos segundos y salgo. En menos de treinta minutos, dos cacerolazos. Cuando salga del Gaumont la manifestación todavía va a estar ahí, firme.
Los tajos
Es miércoles a la noche y me siento con mi amiga Carla en una semivacía sala del Gaumont para ver Aquí para ser escuchadas: La historia de The Slits, de William E. Badgley. A los 5 minutos de película sé que va a gustarme mucho. A los diez minutos no puedo evitar pensar en el largo camino que hay que recorrer para ser escuchadas, vistas y consideradas cuando, como enfatiza el nombre de la banda, en vez de con un pene naciste con un tajo. Se trata de un documental sobre The Slits y relata una vez más el nacimiento del punk londinense, pero esta vez con todas nosotras.
Tuve remeras de todos los grupos masculinos que salen en el documental: The Clash, Los Pistols o The Buzcocks, entre otros, pero a The Slits ni siquiera las había escuchado mencionar.
“Un desborde de energía sobre el escenario”, “Un tornado de reivindicaciones feministas”, “Energía hecha música”, son algunas de las referencias de quienes vieron los shows en vivo. Pero todos coinciden en algo: para la sociedad inglesa clasista, machista y conservadora la voz de las mujeres no existía. La opresión era doble: Laboral y doméstica. Omnipresente. Las normas de vestimenta y conducta de las mujeres eran impuestas por hombres y apartarse de ellas implicaba la dilapidación social.
También por eso amo escuchar la voz de cuatro desarrapadas para las que únicamente pasaron tres semanas entre la primera vez que agarraron un bajo o una guitarra y se fueron de gira. Todo es el puro vértigo: Ari Up conoce en un concierto de Patti Smith a la española Paloma Romero -Palmolive- y al poco tiempo se suman dos de paso fugaz, para que luego ocupen sus lugares Tessa y Viv Albertine. El sonido de esa primera gira es un espanto, las pibas punk tampoco saben tocar, pero en el escenario son demoledoras. Con una cantante de catorce años como centro del fuego, The slits es energía nueva que no transa con nadie, ni siquiera con los estereotipos del punk naciente. Al rememorar, Viv Albertine siempre sonríe y se emociona. Todo ahí, la trayectoria de formación de mujeres brindada para otras mujeres. Ella será la encargada, varias décadas después, de relatar esta experiencia en primera persona en A Typical Girl.
Poner el cuerpo
Si hay algo que tenían claro las chicas de The Slits es que para ganar la visibilidad también había que poner el cuerpo. La vestimenta agresiva del punk fue mutando hacia búsquedas propias, incorporando la cultura afro y rasta sobre todo por parte de Ari. Tessa relata a cámara que grupos de hombres se cruzaban de calle al verlas venir, o las insultaban.
-No sabían si cogernos o asesinarnos.
Macho asustado ataca o huye: En medio de un show, Ari es apuñalada por la espalda por un macho molesto.
Pero el crecimiento de la banda no para hasta llegar a grabar en Island Records. Su evolución es abismal. Los límites acotan, así que hay que barrerlos a todos. Como reemplazo de Palmolive ingresa Budgie y graban el álbum Cut cuando el mítico Island Records estaba en la cresta de la ola. Después Budgie deja la banda para reemplazar a Kenny Morris en la banda Siuxie and the Banshees durante diecisiete años, hasta la separación de 1996. La tapa de Cut las muestra en plenitud creativa, tres cuerpos femeninos liberados de estereotipos e imposiciones, en diálogo con la tierra y el verde de Jamaica.
La pregunta del millón es: ¿Qué pasó con ellas? ¿Por qué queda, como en el caso de tantos otros artistas de cualquier disciplina, la sensación de que no obtuvieron el reconocimiento que merecían?
No hubo remeras de The Slits, nunca fueron incorporadas masivamente, el mercado no las devoró. Queda algo de pena pero mucha alegría. Lo que no fagocita el comercio, se vuelve legado para otros artistas y, en particular, para las mujeres.
Es emocionante ver a una Ari de 15 o 16 años cantando y contorsionando en el escenario junto a una Nene Cherry de 14. Después del testimonio de Cherry de lo que significó para ella su paso por The Slits queda la dimensión de esa experiencia para otras artistas, el impacto de una vanguardia que no transa su recepción con el mercado.
Luego de un disco verdaderamente excepcional, la banda se separa. Y pasarán casi dos décadas hasta que Ari, que se fue a vivir a Jamaica, busque a Tessa para volver a darle vida a The Slits.
La nueva formación es poderosa. Contundente desarrollo vocal incorporando a cantantes afro. La formación explota, de ser un power trío a una suerte de colectivo de mujeres en el que no hay jerarquías. Todas componen y son respaldadas por el resto. Ari registra giras, shows, espacios comunes. Filma con la urgencia de quien registra todo con la sensación espantosa de no haber sido escuchada, de que todavía se está artísticamente viva y queda mucho para dar.
Altos meos
La imagen de Ari meando entre un par de autos estacionados en medio de una gira europea es maravillosa. La mujer que mea de parada en el espacio público, acompañada por amigas que ríen, como forma final de anular jerarquías y conquistar lo público, el afuera, ha transitado un camino enorme. En su afán de documentarlo todo, de filmar la intimidad de The Slits durante sus últimas giras, las chicas leen la autoconsciencia de la cantante y líder de The Slits.
Ari se estaba muriendo.
El documental va a cerrarse con una suerte de homenaje. No hay testimonio en primera de Ariadne. Su vida, pero sobre todo su obra, hablan por ella.
Termina la proyección. Carla y yo también salimos al vuelo para ir también a mear. El baño repleto. El de discapacitados, cerrado. La fila se hace enorme, cuando aparecen Pat Pietrafesa y Juana Chang, risueñas, con un grupo de mujeres. Pienso en ella, en su salida a los escenarios también a los quince con Sentimiento Incontrolable. Pienso en otra chica, una mujer que no conocí que se perdió en el Amazonas en una avioneta. Gamexane siempre le hablaba de ella a Fidel, María la Peligrosa, siempre me gustó su apodo. Nos sacamos algunas fotos, nos abrazamos, nos reímos juntas. Como dije una y tantas veces, las mujeres siempre estuvimos pero hay que derribar los procesos de invisibilización. Son enormes pero también son históricos, y el tiempo de hacerlos tajo es ahora.