Cecilia Pontorno: “Si encuentro esa palabra que busco, dejo de escribir”
Por Jorge Hardmeier
Jorge Hardmeier entrevistó para Sonámbula a la poeta platense Cecilia Pontorno, que el año pasado publicó Morfina para los muertos, un poemario que habla de aquello a lo que estamos anclados pero que también «tiene que ver con cierta compasión hacia los fantasmas propios y ajenos».
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Pronto nena llena el hueco inventa un Dios
Luis Alberto Spinetta, «Verde bosque», Fuego Gris
La poeta platense Cecilia Pontorno publicó en 2023 el tercero de sus libros: Morfina para los muertos (El Andamio Ediciones). Le precedieron La hora suspendida (Ediciones Hespérides, 2021) e Inventario del tiempo (Prueba de Galera Editoras, 2022).
¿La morfina es un analgésico para nuestros muertos, para seres que caminan pero ni siquiera han nacido o para muertos en vida? «Morfina para los muertos tiene que ver con cierta compasión hacia los fantasmas propios y ajenos. Darle morfina a un muerto pareciera no tener sentido, pero los muertos necesitan descansar en paz. Habla de dejar atrás aquello a lo que estamos anclados. Habla de la esperanza», reflexiona la autora.
La siguiente cita a Samuel Beckett no es caprichosa, pues, sin adentrarse en comparaciones innecesarias, en ambas búsquedas afinca cierto parentesco. El poema «Cómo decir«, del autor de Esperando a Godot es solo un mero ejemplo: (…) «una locura para necesitar parecer / entrever / desvaído allá lejos lejos allá cómo / cómo / cómo decirlo / cómo decirlo». En el libro de poemas de Pontorno se desnuda su yo poético, un cuadrúpedo conformado por cuatro elementos esenciales que también interactúan como vasos comunicantes: el silencio, la palabra, el cuerpo y dios.
Días de silencio
En Morfina para los muertos hay una recurrente invocación al silencio («Lo que dejamos en el silencio», «Gritó su nombre y se escuchó el silencio», entre otras). ¿Pero a qué remite esta repetición en la cosmovisión poética de Cecilia?: «El silencio actúa como significante que rige la cadena significante, por lo menos en mi poética. Y el silencio como instancia del ser, como instancia o refugio. Esta multiplicidad de sentido estuvo y está presente en mi escritura así como también en mis vivencias por fuera de ella. ‘Gritó su nombre y se escuchó el silencio’ refiere puntualmente a ciertos momentos de mi vida (y la de otros) donde la voz, la palabra, el grito, cualquier modalidad de la palabra dicha no fue suficiente. Pero a su vez permitió encontrar en el silencio un refugio, un-otro-lugar, distinto», explica. Y agrega: «Si bien puedo a veces presentarlos como intercambiables, la voz, el callar, el nombrar y el silencio, no son lo mismo. Creo que, en mí, son instancias de la palabra como fuerza expresiva. Hay otras, como el llanto o el sinsentido».
Es en este borde que esa extraña pareja poética conformada por el silencio y la palabra aborda cierta desesperación beckettiana: ¿Cómo decirlo? La búsqueda de esa palabra, de ese hogar imposible. Escribe Pontorno: «La palabra duerme» y, entre otras citas: «Hay una palabra que me es imposible». Al respecto considera, analizando su propia poética: “Nombrar tiene que ver con la mayor precisión posible de la palabra, la palabra precisa como camino y horizonte y, en ese sentido, tal vez, la palabra sea un imposible. ¿Cuál es esa palabra que uno persigue, aun desconociéndola, esa palabra que está detrás de un velo, pero intuyendo que allí está? Nunca llegará, creo. Y de eso se trata mi escritura. Si encuentro esa palabra que busco, dejo de escribir. Esto tiene que ver con mi yo poético: la imposibilidad de la palabra precisa y el intento, nunca en vano, de anular esa imposibilidad. Escribo desde allí».
En tu nombre
Los vasos comunicantes se fortalecen, lo que indica que Morfina para los muertos es un libro conformado no por un ordenamiento de poemas de menor o mayor calidad sino por una cierta cosmovisión poética de su autora. El nombre, el nombrar ¿Dónde radica lo vertebral de su esencia?: «Es fundamental porque refiere a la identidad. Y lo que lo transforma es su relación con la verdad. En mi libro… cuando hago referencia al nombre es porque allí hay algo del orden de un decir vedado y el nombre insiste en revelarlo. ‘¿Quién soy?’ podría ser una pregunta por el nombre que no se responde con ‘Cecilia’ sino con una respuesta implícita, no dicha, como en el poema Interiores: ‘¿quién es /esta mujer /que dice su nombre /como si fuera /el mío?’, y hacia el final: ‘esa mujer / y yo /sabemos / herirnos /de muerte’».
El cuerpo tiene la palabra
En el poemario de Pontorno es muy importante, asimismo, la noción de cuerpo. Referencias al cuerpo propio y a los ajenos. Sobrevuela ese Spinetta para cuya lírica el cuerpo es un vehículo transitorio por el cual circula la vida: «Siendo mi cuerpo un mero cubo», canta en Lejísimo, del disco Tester de violencia (1988) y, entre otros tantos ejemplos posibles. «Descubrir que sólo somos formas», en «Cielo invertido«, del disco Don Lucero (1989).
¿Qué valor poético le otorga Cecilia, en este libro, a la imagen o significación de las corporalidades? «Concibo a los cuerpos como cartografías, cuerpos marcados, heridos. Tengo la referencia del abordaje de los cuerpos que hacía Perlongher magistralmente. Para mí todo cuerpo es superficie de inscripción de sentidos. La imagen se manipula, sobre todo en el poema, pero el cuerpo se filtra, trasciende, a través de sus marcas que son significadas, se eleva más allá de sus funciones biológicas. Entonces, la corporalidad es posible, allí donde sólo había cuerpo, gracias a la palabra y en ella. Y el cuerpo propio no es sin el otro y sin el mundo. Las personas, los lugares y las cosas con sus olores, texturas, imágenes, están en los cuerpos y permiten hacer de ellos poesía. Hacer de un cuerpo, un poema: un cuerpo (no unos ojos) que mira, un cuerpo que huele a madera, un cuerpo que es casa, o cedido, o penetrado por la luz, o un cuerpo elevándose atado a la sombra», detalla.
Cada uno por su lado y Dios contra todos
La última pata de esta construcción poética es la noción y búsqueda de eso inasible denominado dios. Tal vez una búsqueda tan imposible como esa palabra que se persigue y nunca es hallada. «He llorado al lado de Dios». Cito solo un verso de los tantos en los cuales aparece el concepto en Morfina para los muertos. ¿Cuál es ese Dios para Cecilia Pontorno? «Cuando pienso en Dios me repito una y otra vez: ‘Todo lugar es un papel en blanco /con el nombre de Dios en el reverso’, versos del poema ‘Salvaje’. Alguna vez creí en el Dios de todos, ese con mayúscula, más tarde me deshice de esos ropajes impuestos y supongo que inventé mi propio dios, uno humanizado, equívoco, a veces propio, otras ajeno, a veces piadoso y otras cínico. Creo que no puedo apartarme del todo de la idea de la existencia de Dios y a su vez reniego de ella por mi mentalidad analítica. También toreo un poco cuando lo comparo con las partes de un exhibicionista (‘Un trompetista en el subte’). Me gusta jugar con esos límites en la escritura», concluye la autora.